Olía mal antes del primer golpe. Desde que los organizadores de la Serie Mundial pospusieron la final casi un mes y fijaron todo el cartel conclusivo para el Palacio de los Deportes de Astaná, la casa de los retadores.
Los fantasmas de hace dos años, cuando los Domadores de Cuba cedieron ante los kazajos en ese mismo escenario, comenzaron a mortificar a los aficionados. Pero los cubanos mostraron ante los micrófonos su disposición acostumbrada y minimizaron la posibilidad de la derrota, confiados en su probado poderío.
En juego estaba definir la franquicia más ganadora del torneo, una puja igualada a dos coronas entre ambos contendientes. Y los Domadores querían esa diadema en sus vitrinas, como confirmación de su imperio en la vertiente amateur del deporte de los puños.
A Kazajstán llegaron “a comerse” el gimnasio y despejar cualquier duda. El título era todavía suyo –ganado incontestablemente frente a los británicos en la Serie anterior– y para arrebatárselo sus rivales tendrían que poner toda la carne en el asador. Pero así lo hicieron.
Los Lobos de Astaná no se anduvieron con “chiquitas”. Subieron al ring a sus mejores hombres disponibles y embellecieron el Palacio de los Deportes como una trampa con fuegos artificiales. Su astucia se reveló incluso en la organización del programa, en el que situaron a sus boxeadores de más puntería en el inicio y el cierre del cartel. Puro golpe de efecto.
El campeón mundial Yohanys Argilagos (49 kg) fue la primera víctima. El medallista de bronce en Río 2016 no ha tenido una buena temporada y en la capital kasaja no pudo resarcirse. El experimentado Temirtas Zhussupov dio los mejores golpes y se llevó el veredicto unánime de los jueces. Impedía así la revancha del camagüeyano, a quien había derrotado ya en la final de 2015, y endosaba a los de la Isla un brochazo de inseguridad.
El color gris subió de tono en el siguiente combate. El jovencito Javier Ibáñez, campeón de los Juegos Olímpicos de la Juventud en Nankín 2014, sucumbió frente a Ilyas Suleimenov en el peso gallo (56 kg) y los Lobos aullaron con fuerza su candidatura al oro. El público local aplaudía con arrebato.
Los discípulos de Rolando Acebal se llamaron entonces a capítulo. El bronce olímpico Erislandy Savón (91 kg) no dio oportunidades al titular kazajo Anton Pinchuk, y comenzó una remontada que llegó a parecer definitiva. El gigante guantanamero se vio más decidido que en otras ocasiones y respondió con esmero a quienes le critican su falta de entusiasmo en los combates definitorios.
A continuación el matancero Andy Cruz reafirmó, a golpe limpio, su excelente estado de forma. No por gusto exhibe el liderazgo en el ranking de la Serie y es el dueño sin discusión del puesto en los 64 kg tras la salida de Yasniel Toledo de la escuadra antillana. Su victoria frente a Dilmurat Mizhitov fue a los libros por votación dividida pero bien mereció el favor de los tres imparciales.
Con la pizarra igualada, al multicampeón de los 75 kg, Arlen López, le correspondió cerrar por Cuba la primera parte del cartel, correspondiente al grupo C-1. El del Guaso no ha sido este año ni la sombra del monarca olímpico de Río de Janeiro, pero la presencia de un contrario inexperto sobre el ring le otorgaba el favoritismo. Sin embargo, el joven Abilkan Amankul no se amedrentó y Arlen debió apelar a todo su arsenal en el quinto asalto para poner delante a los Domadores.
Tras un intermedio artístico, increíblemente no transmitido por la televisión cubana –que regaló como alternativa las maromas verbales de unos impacientes comentaristas–, el C-2 de la Isla arrancó con dinamita.
Julio César “la Sombra” La Cruz (81 kg) estuvo algo frío en el inicio de la pelea, pero poco a poco se transfiguró sobre el encerado para desconcertar a Arman Rysbek. Aunque recibió de entrada más de lo habitual, el capitán cubano volvió a ser un púgil escurridizo, imbatible, efectivo. Sus esquivas, seguidas de golpes precisos, terminaron por hipnotizar al kazajo, al público y los jueces, que le dieron el voto unánime en sus boletas. Poco más que decir.
Con Yosvani Veitía (52 kg) se abría un paréntesis de incertidumbre. Su rival, Olzhas Sattibayev, ya lo había vencido dos años atrás en Astaná y ahora llegaba con una marca de victorias en la Serie. Pero el espirituano supo sacar la ventaja en un combate que se dibujaba muy parejo y puso a los Domadores a un paso de su tercera corona. Parecía cuestión de tiempo.
Las malas noticias regresaron en la siguiente pelea, a la mitad del match conclusivo. Con la ventaja 5 a 2 para los cubanos, el superpesado Yoandry Toirac ofreció una imagen lamentable ante Olzhas Bukayev. El titular de Kazajstán fue de menos a más en intercambios deslucidos, mientras el habanero poco o nada hacía para evitar la derrota inminente. Al final, el árbitro levantó con justicia el brazo de Bukayev y los kazajos volvieron a creer.
Bukayev defeats Toirac on points to keep the Kazakh hopes up!@AstanaArlans 3 – 5 @DomadoresCuba #WSBFinals7 pic.twitter.com/2GUXR4SvYp
— World Series Boxing (@WSB_Boxing) 15 de julio de 2017
La derrota de Toirac fue el punto de inflexión. El cuerpo técnico de Cuba optó por él en lugar del invicto José Ángel Larduet y el tiro le salió por la culata. Los 91 kg no son hoy una división segura para la Isla y solo una razón de mucho peso justificaría poner en riesgo el match. Como en efecto sucedió.
Cierto que el cierre del C-2 cubano, con los vueltabajeros Lázaro Álvarez y Roniel Iglesias, lucía con la solidez suficiente para evitar el traspiés. Pero los Lobos habían dejado lo mejor para el final.
La pelea de Álvarez (60 kg) con Zakir Safiullin se vio complicada desde el gong inicial. Safiullin es hoy un boxeador mucho más hecho que el que cayó en 2015 frente al “Príncipe” pinareño y esa madurez se mostró sobre el ring. Aun así fue un combate sudado, de buenos intercambios y exhibiciones técnicas en el que la condición de local de Safiullin conspiró a su favor. La votación 2 a 1 para el kazajo pareció traerle la noche a los Domadores.
Con Roniel sobre el ring, Cuba entera cruzó los dedos. El de Pinar había dado la cara en la Serie, desterrando las críticas a su inconsistencia, pero los fantasmas reaparecieron. Su celebrado performance en 2017, con victorias en match decisivos contra Uzbekistán y Colombia, se diluyó frente a Aslanbek Shymberganov, su propio victimario dos años atrás. El veredicto unánime a favor del kazajo forzó el desempate. La suerte estaba echada.
A Frank Zaldívar (52 kg), el escogido por Cuba para la pelea definitoria, le tocó la clásica “papa caliente”. No solo debía vencer sino también convencer a unos jueces que no se arriesgarían a ser linchados en Astaná. Su contraparte, Olzhas Bainiyazov, no había boxeado este año en la Serie, pero tenía la localía a su favor. Y también el gancho psicológico con la remontada a las puertas. Fue suficiente.
Zaldívar salió cabizbajo del ring y con él toda la franquicia de la Isla, a punto de bailar en casa del trompo. Solo que a punto no se vale. Los Lobos, y no los Domadores, son los máximos ganadores en la Serie Mundial.
El título se esfumó de las manos y de seguro vendrán ahora los análisis. Preocupa que hombres claves –Argilagos, Roniel, incluso Arlen a pesar de su victoria– no muestren su mejor forma y la iniciativa necesaria para enfrentar a rivales de envergadura. Y que algunas divisiones asemejen un signo de interrogación.
No fue una derrota contundente sino luchada, pero lanza una advertencia de cara al próximo Campeonato Mundial de Hamburgo. Cuba sigue teniendo un potencial invaluable en el boxeo, con hombres consagrados y prometedoras figuras, mas los rivales también tienen sus armas. Y saben usarlas.
En la confianza, como reza el conocido refrán, está el peligro.