Durante toda su vida, el mayor y único miedo de Javier Sotomayor Sanabria fueron las alturas, solo que después conquistó los cielos y, como es lógico, disimuló a la perfección su temor, aunque otros detalles lo perturbaron en su andadura por las pistas y todavía hoy lo martirizan un tanto.
“La lluvia, no la soportaba, era el peor del mundo con la pista mojada”, recuerda mientras nos reacomodamos porque, precisamente, en cualquier momento comienza un diluvio y todavía el ‛Soto’ tiene muchos secretos por develar entre las pistas, el arte y los negocios.
“Yo tenía diferencias con mis rivales. Por ejemplo, yo atacaba la varilla muy rápido en los últimos pasos, no afirmaba el carcaño como todos, lo utilizaba para frenar, y mi último paso era muy amplio. Teóricamente se dice que las tres zancadas finales deben ser larga-más larga-corta, pero yo lo hacía larga-corta-más larga, ese era mi estilo y cuando la pista estaba mojada o en mal estado patinaba mucho y me veía en obligación de recortar el último paso, disminuir la velocidad en la conclusión del ejercicio, es decir, saltar como saltaba el mundo, no como saltaba yo”, rememora.
“Cuando más lo sufrí fue en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000. Ya había llegado hasta 2,32 pero apareció la lluvia y después no pude con el 2,35, marca con la que el ruso Sergey Klyugin ganó la medalla de oro. No obstante, despedirme con una plata en las Olimpiadas fue genial, aunque claro, me quedó la deuda de convertirme en bicampeón olímpico”.
– ¿Cuán radical fue el cambio de tu carrera a medida que se vio afectado por las lesiones, sobre todo en los tobillos?
Las lesiones me perjudicaron, sobre todo porque se volvieron permanentes, no eran solo dolores en una competencia, que se aguanta, era el dolor que me impedía entrenar, que aplazaba los ejercicios de fuerza, las sesiones de saltos técnicos y espirométricos. Era el dolor que te aleja de las pistas, y eso al final te pasa factura.
¿Tiene Sotomayor alma de maestro y los deseos de transmitir todos sus conocimientos y experiencias a los más jóvenes?
Puedo hacerlo, de hecho, creo que ya he tenido la oportunidad y no me ha ido del todo mal. Por ejemplo, yo no me atrevo a decir que Víctor Moya saltó 2,35, en gran medida, gracias a mí, porque antes de hacerlo estuvo tres meses conmigo entrenando en Europa, solamente él y yo 101 días juntos. Ese fue mi granito de arena, porque el crédito, por supuesto, es para sus entrenadores.
Ahora, si fuera entrenador me sentiría un poco desesperado trabajando con alguien que no cumpla. Me gustaría buscar uno que yo tuviera la convicción de que lo va a hacer bien, aunque no gane medallas, pero que al menos en la preparación muestre buena técnica, disciplina y entrega.
– ¿El salto alto depende más de los conocimientos que alguien te pueda transmitir o del talento innato?
En todas las disciplinas es imprescindible el talento, el mayor por ciento de éxito depende de eso, el resto recae sobre la posibilidad o la suerte de tener un buen entrenador, pero el talento se impone. Mis propios entrenadores han tenido otros discípulos y han puesto en práctica los mismos sistemas, los mismos ejercicios, y no han llegado a saltar como yo.
– ¿Cómo valoras el estado actual del salto alto y el atletismo en Cuba?
El salto alto en Cuba no lo veo muy bien. Hay atletas jóvenes que lo más que han saltado es 2,25, los juveniles apenas pasan de 2,15, y con esa edad ya deben estar por encima de 2,20. El atletismo de manera global no está mal porque hay figuras jóvenes establecidas, que se codean con la élite, y otros más veteranos que hasta el 2016 pueden sostenerse con resultados de nivel.
– ¿Cuánto crees que puede durar tu record viendo la proyección del ucraniano Bohdan Bondarenko?
Nunca he sabido responder esa pregunta, y ya llevan bastante tiempo haciéndomela, desde 1988 cuando alcancé mi primer record. Si te puedo asegurar que en aquel momento no pensé que en el 2013 todavía tendría la marca en mi poder. Con Bondarenko he revivido los momentos en que se acechaba el record muchas veces en un año. Hace tiempo que no pasaba, pero cuando yo competía mis rivales directos lo intentaban una y otra vez sin éxito.
Claro, actualmente no me puedo defender —revela entre risas—, porque antes cualquiera llegaba, lo igualaba o lo superaba y todavía tenía las condiciones para buscar un centímetro más, ya ahora no hay nada que intentar.
– ¿Qué tan alto llegaría Sotomayor con 45 años?
Me retiré y algunos amigos deseaban que buscara el record de veteranos en la categoría 40-45, fijado en 2,13, pero nunca les presté atención. Hace cinco años saltaba 2,10 a modo de juego, sin entrenar, y ahora llegó a dos metros sin mucho esfuerzo, pero me falta la voluntad para prepararme, algo necesario porque corres el riesgo de una lesión.
– Después del retiro incursionas en el arte…
La música me gusta aunque no soy músico. Cuando me retiré me vi en un bache, no sabía que hacer y decidí probar en otro mundo que me encanta pero que no había explorado por estar en el deporte. Entonces fundé Salsa Mayor, un grupo que llevé como director general por cinco años hasta que el INDER me pidió que fuera el manager del equipo cubano de atletismo. En ese punto dejé a Maykel Blanco encargado de la banda y la hizo suya de una forma excepcional. Independientemente de que me tuve que alejar, yo hoy tengo muy buenas relaciones con el mundo artístico, con casi todos los directores de orquesta, creo que conozco tantos deportistas como músicos.
– ¿Y qué tocas, piano, trompeta…?
No te voy a negar que me hubiera gustado aprender a tocar algún instrumento, el piano, la guitarra, para sentarme en una descarga y compartir, pero ya no lo voy a hacer. De todas formas, te confieso, no me parece que tenga el talento para llegar a ser un gran músico por mucho que estudie.
Ahora, válida la aclaración, para nada me siento un músico frustrado, como me dijeron una vez. Frustrado es el que intenta hacer algo y no lo logra, pero yo nunca lo intenté. Disfrutaba dirigiendo Salsa Mayor, siempre estaba con ellos en los ensayos, las actuaciones, pero nunca toqué nada ni canté porque no se hacerlo, lo que me sentí realizado y orgulloso porque me representarán en este universo.
– Los negocios…
Lo de Salsa Mayor se me ocurrió para hacer otra cosa, cambiar de aires, y ahora, que han dado la oportunidad de incursionar en los negocios por cuenta propia, donde vi mejores posibilidades de invertir fue en un Sport-Bar, que fue lo que hice y quiero hacer, pues ahora estamos remodelando, reacomodando para abrir de nuevo en octubre.
Esto también lo veo como una oportunidad para compartir con la gente, cualquiera puede venir a verme, conversar en un ambiente deportivo, proyectar los play off de la pelota, partidos de fútbol, que sea mucho más que un bar.
– ¿Crees que lo has logrado todo?
En el deporte me quedó la espina del segundo título olímpico, con un poco más de suerte pude lograrlo, pero me siento satisfecho con mi carrera. Desde el punto de vista personal, si he cumplido todas las metas que me he propuesto y solo me faltaría ver triunfar a mis hijos, tal vez uno de los cuatro se convierta en campeón como yo.
El mayor de todos estuvo en el deporte, saltó dos metros y se coronó en Torneos Nacionales, pero se puso muy vago y en este mundo es vital la constancia y la voluntad. A él le faltó eso y también no tuvo la mejor la influencia de sus amigos, que son excelentes, pero que no tenían el deseo de ser grandes deportistas, de ser campeones, para lo que es necesario el sacrificio.
– Despojado de modestia, ¿te consideras el mejor deportista cubano de la historia?
(Silencio) Es una pregunta complicada para yo responderla. Me considero en la élite del deporte cubano y mundial, porque tengo records en todas las categorías y muchos títulos, pero, ¿el mejor? Eso de mi boca nunca va a salir.
Vea también la primera parte de esta entrevista: “Nunca me permitiría renunciar a ser cubano”