Hace unos días entrevisté al futbolista cubano Maykel Reyes, el 9, considerado por muchos como el mejor atacante del país en la categoría sub-20, y en medio de la charla me dio por preguntarle sus metas en la vida, quijotescas o no, las que se hubiera trazado y confieso quedé perplejo con sus respuestas. El muchacho es un crack, me obligó a reconducir el cuestionario y abrir el espectro para estar a la altura.
Un chico espigado, atlético, militante, veloz, con cualidades extraordinarias para halar marcas y jugar sin balón (algo que en Cuba entienden muy pocos por la exigua cultura futbolista existente), goleador innato, signado por un compañerismo dogmático, Maykel Reyes es el delantero referencia de la selección nacional que interviene hoy en la XIX Copa Mundial de fútbol sub-20, en Turquía.
Más allá de ese torneo, al cual Cuba clasificó por primera vez en la historia, en esta categoría, el impacto ocurrió cuando Reyes me declaró, para mi total sorpresa: “Yo quiero ser jugador de élite mundial, me gustaría compartir vestuario en el Barcelona con Messi y Neymar (fichaje más reciente del club azulgrana), pero ante todo respeto las decisiones de Cuba”.
¿Será esto posible? ¿Podrá Reyes al menos optar por formar parte del club catalán, sin faltarle a los principios por los cuales se rige Cuba? ¿Existirá algún tipo de apertura para el fútbol cubano de poder jugar en ligas extranjeras, como ocurre hoy con el béisbol? ¿Podrá Don Quijote con aquellos enormes molinos?
Pues bien, hace varias semanas, no muchas, el gobierno cubano autorizó oficialmente a tres beisbolistas a jugar en la Liga Mexicana de verano, una apertura tenue hacia el profesionalismo, pero real y palpable, la cual, según mi modesta opinión, no debe tener vuelta atrás porque es la única vía de reinsertar al deporte cubano en la élite mundial.
“Si aplican esa medida para varios deportes sería positivo para el fútbol cubano en general”, me aseguró Maykel Reyes, un diamante en bruto descubierto en Viñales por el entrenador Pedro Luis, y pulido años más tarde por los preparadores Francisco ‘Niñito’ Sotolongo y Frank Roberto, antes de llegar a la selección nacional.
El delantero de 20 años agregó además que “si Cuba jugara más partidos internacionales y a un nivel más elevado, también se incrementaría la calidad de los jugadores”, pero eso no le garantizaría ni de cerca llegar a la élite mundial, sobre todo en Cuba, un nación con escasa tradición futbolera, con una liga nacional muy débil y limitados recursos para construir grandes estadios y conseguir cantidades millonarias de balones para desarrollar masivamente ese deporte.
Hablando de Neymar, por ejemplo, ídolo de Reyes y mejor jugador brasileño del momento, comparado con el mismísimo Pelé. Resulta que Neymar ‘emigró’ de su país (donde existe una liga poderosa) con destino a España para mantener su crecimiento como jugador y evitar un estancamiento que se venía venir, e incluso ya era palpable en los últimos meses.
Si ese monstruo del fútbol sudamericano y mundial debió tomar esa decisión para elevar su nivel e insertarse en la superélite, junto a Messi, Cristiano Ronaldo o Iniesta, entonces qué debería hacer un cubano como Reyes, amante de su Patria y su Revolución, para cumplir sus anhelos y objetivos de vida.
¿Jugará Reyes en el Barça? Por ahora lo dudo doblemente. Primero porque el club catalán no tiene chequeadores (scouts) en Cuba y segundo porque la “apertura” hacia ligas foráneas está en una fase embrionaria (en realidad es una prueba que puede echarse atrás en el momento menos pensado), distante de las necesidades reales de los deportistas cubanos.
Los peloteros insertados en el béisbol profesional de México (Michel Enríquez, Alfredo Despaigne y Yordanis Samón) son la punta de lanza de una nueva idea o política, la cual, pienso, se propone -además de elevar el nivel del deporte en la Isla- detener el incesante flujo de deportistas que emigran al extranjero por cualquier vía para cumplir sueños.
Cuando supe sobre la contratación de Michel y luego la de Samón y Despaigne me vino a la mente el raspapolvo que nuestro presidente del INDER le soltó, con airada y gastada verborrea discursiva incluida, al colega Francisco Cruz (Paquito el de Cuba) durante una de las sesiones del II Seminario Nacional realizado en la Escuela Superior del Partido Ñico López acerca de la implementación del todavía entonces proyecto de Lineamientos del VI Congreso del Partido, cuando aquel que funge como directivo del semanario Trabajadores, con todo el respeto y la lógica del mundo además, preguntó si el lineamiento referido a la posibilidad de contratos en el extranjero incluía a los atletas del alto rendimiento. Cada vez que sale a la picota el tema, me viene recurrente aquel instante en el que, puesto en el pellejo del colega, recuerdo la sangre me hirvió como lo hace cada vez que alguien intenta explicarme el inexplicable doble rasero que usamos por mucho tiempo para medir entre un artista y un atleta. Ojalá esta tríada de peloteros que rompió el hielo sea la brecha que haga caer el muro más incomprensible de cuantos han existido en este asunto de los contratos y los permisos de trabajo en el exterior, y que el espectro se abra al resto de los deportes, resentidos igual que el béisbol por el absurdo proceder de quienes se abroquelan en el gastado discurso del “amateurismo”.
Ojalá Maikel Reyes y otros muchos que piensan y sueñan igual, puedan un día, si no con el Barça, medir su talento en otras Ligas donde nuestro fútbol ha demostrado tiene para llegar. Lástima por aquellos que vieron pasar sus mejores días y nunca pudieron.