Mario Conde camina por las calles de La Habana. Es un cincuentón descuidado, un bebedor insaciable, divorciado, dueño de un pez llamado Rufino, con un montón de libros y otro montón de amigos. Un tipo que abandonó su carrera de escritor para convertirse en policía. Desencantado y profundamente melancólico. Así se presenta, por primera vez en pantalla, el personaje más conocido del escritor cubano Leonardo Padura en la serie Cuatro Estaciones en La Habana.
Son cuatro capítulos basados en las novelas policíacas de Padura, cuyo personaje protagónico es un detective que resuelve casos de cualquier variante criminal e investiga las “zonas oscuras” de la capital: la droga, la corrupción, el arribismo y el tráfico de influencias de una parte de la sociedad cubana de los años 90.
Cuatro Estaciones en La Habana está disponible en Netflix desde diciembre del año pasado, en los más de 190 países a los que esta plataforma ofrece el servicio, incluido Cuba. Es una de las primeras series filmadas completamente en La Habana que se trasmiten por la principal empresa comercial estadounidense de entretenimiento y, aunque Netflix no participó en su financiación, esta plataforma adquirió los derechos de emisión para todo el continente americano.
Tornasol Films, la misma productora de la película ganadora del Oscar (El secreto de sus ojos) estuvo a cargo de la producción. Desde hacía varios años las novelas de Padura despertaban el interés de muchas productoras internacionales para adaptarlas a la televisión o al cine, pero fue esta importante compañía la que logró acordar con Cuba la realización del proyecto y obtener la financiación para su filmación. “Nos invitaron a Antonio López y a mí a sumarnos a esta producción y a partir de ahí comenzó nuestra vinculación con la misma”, cuenta Lilianne Rodríguez, productora española que formó parte de la serie, quien confirma que Tornasol Films ya había trabajado en el cine cubano con directores de la Isla como Tomás Gutiérrez Alea y en varios filmes de Juan Carlos Tabío.
El acuerdo comercial para filmar en La Habana se estableció entre el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica, ICAIC, y la productora Tornasol Films: “tenemos una relación histórica con el ICAIC y a ellos llevamos el proyecto para que pudiéramos tener todos los permisos y autorizaciones necesarias para el rodaje, así como una parte importante de los servicios de producción”, explica.
Casi dos años antes de estrenarse la serie en 2016, comenzaron las conversaciones entre el ICAIC y los productores españoles Antonio López y Lilianne Rodríguez junto a Tornasol Films. “Una producción de este tipo significa un proceso largo de incubación por razones múltiples”, comenta, que es el mismo período que requiere la realización de una serie como esta en cualquier parte del mundo para “su preparación, el rodaje y la posproducción”.
En el caso de Cuatro Estaciones en La Habana, el ICAIC aplicó las exigencias similares a otras producciones que se han realizado en la Isla, “normalmente les entregas los guiones, la información de los productores que participan, las fechas y las necesidades de rodaje, así como los permisos para utilizar drones en la filmación”. También fueron otorgados los permisos para contratar a los actores cubanos, como se hace con el resto de las producciones que se realizan en el país.
A pesar de no ser original de Netflix, Cuatro estaciones en La Habana, cuenta con el importante agente de ventas Wild Bunch TV “luego de terminada la serie ellos la llevaron a Netflix como propuesta y la plataforma adquirió los derechos de emisión”. Además, “ha habido otros acuerdos que permitieron su trasmisión en la televisión española, israelí, italiana, portuguesa y australiana”.
Su difusión no ha corrido con la misma suerte en Cuba, la trasmisión de la serie ha sido prácticamente simbólica, pues las limitaciones de la conectividad a Internet, y las restricciones para acceder a formas de pago internacional como tarjetas de crédito, convierten en casi nulo el uso de Netflix en la Isla. Muchos cubanos han podido ver la serie a través del conocido paquete semanal, que distribuye clandestinamente contenidos digitales en la Isla. Sin embargo, la trasmisión en la televisión abierta en Cuba es una posibilidad que no descartan los productores españoles, quienes iniciaron las conversaciones para proponer la trasmisión de Cuatro Estaciones La Habana por la televisión abierta.
Para la productora Lilianne Rodríguez fue una experiencia enriquecedora trabajar con Padura: “creo que este era un proyecto muy especial, en el sentido de darle vida en la pantalla a un personaje creado por él, Mario Conde, que marca e identifica su obra”. Para hacer la adaptación de cuatro de sus novelas fue necesario establecer un acuerdo con la editorial española Tusquets, que por más de veinte años realiza la edición de sus textos. En cuanto al guion, la estructura del personaje en la serie es bastante fiel al literario. Al igual que en los libros se desarrolla durante las cuatro estaciones de un año.
El primer capítulo se basa en Vientos de Cuaresma (1994), novela escrita en plena crisis económica y en medio de la primavera cubana en que llegan los vientos calientes del sur, coincidiendo con la Cuaresma. Esta historia trata sobre el asesinato de una maestra con un pasado político y académico “impecable”, y la búsqueda de un narcotraficante vinculado a la escuela donde Conde asistió. En esta novela, Mario Conde se enamora de Karina, una sensual investigadora aficionada al jazz.
El segundo capítulo toma como base la novela Pasado Perfecto (1991), y trata sobre la desaparición de Rafael Morín, jefe del Ministerio de Industrias de Cuba. La principal sospechosa es Tamara, esposa de Morín y antiguo amor de Mario Conde. El tercer episodio de la serie está basado en Máscaras (1997). En plena canícula habanera aparece el cuerpo estrangulado de un travesti, hijo de un diplomático cubano. A propósito de este caso, Mario Conde logra salir de la rutina de las oficinas para adentrarse en el mundo gay de la capital.
El último capítulo tiene como referencia Paisaje de Otoño (1998), novela que cuenta la historia de Miguel Forcade, ex funcionario y coleccionista de arte que un día aparece muerto en la Playa del Chivo en La Habana. Los cuatro episodios –de 90 minutos cada uno– es una de las series audiovisuales que reflejan la compleja realidad cubana del Período Especial, “llena de utopías e ilusiones perdidas”, según ha dicho su propio autor.