El agotamiento del modelo ya estaba ahí a fines de los años 80, solo que la caída del socialismo en Europa del Este y la URSS lo hizo más grave. Desguarnecida y sin aliados estratégicos, sujeta a presiones externas y con una economía desfasada y tecnológicamente fuera del juego, a mediados de 1993 en Cuba se decidió aplicar un conjunto de cambios internos. Sus resultados redundaron en una suerte de sincretismo en el que coexistían –y aún coexisten– dos lógicas: el modelo soviético de planificación y la apertura más o menos limitada a un mundo globalizado donde había que insertarse por seguridad nacional, pragmatismo y sobrevivencia. La antinomia socialismo / mercado, protagonista de buena parte del proceso anterior, quedó entonces, de hecho, al campo.
Fue una movida con inevitables impactos sociales, epitomizados por la doble circulación monetaria, fuente de desgarramientos, fracturas y desvalores.
El proceso de actualización del modelo, con su lógica de “cambiar lo que debe ser cambiado”, siguió por ese camino, al margen de sus secuencias o ritmos; asunto donde se enfrentan, al menos, dos conocidas tendencias de opinión tanto dentro como fuera de la Isla. Sin embargo, amplió la iniciativa privada autorizando pequeñas y medianas empresas, legalizó la contratación de fuerza de trabajo –y por consiguiente la plusvalía, a reserva de lo estipulado en el artículo 14 de la Constitución de la República, enmendada en 1992, sobre la explotación del hombre por el hombre. También creó un mercado de casas y automóviles. Y quiso redimensionar la inversión extranjera tratando de inyectar capital fresco y tecnologías imprescindibles para cualquier desarrollo, con el Mariel como pivote. En otro ámbito, resolvió la cuestión de la movilidad de los cubanos hacia el exterior, la primera reforma política bajo el mandato del General Presidente, cuya misión primordial consistió, en efecto, en tratar de limpiar los establos desde la continuidad del proceso.
Esos componentes, más otros aquí excluidos por inevitables imperativos de síntesis, dejaron sin embargo prácticamente intacto un elemento clave: los problemas de la fuerza laboral.
Estamos hablando de una población económicamente activa que trabaja de manera abrumadora para el Estado, con salarios deprimidos e insuficientes para garantizar la reproducción simple. La propia Central de Trabajadores de Cuba identificó una vez la desmotivación, la apatía y el desinterés por el trabajo como tres de las cuestiones centrales de la hora, resultado de una economía rota y con severos problemas de producción, productividad y eficiencia. El trabajo no ha sido ni una necesidad primordial ni generado una cultura, ni siquiera durante los mejores momentos de la institucionalización.
Detrás de todo esto figura el famoso ausentismo de los años 60, expresión de que el socialismo intentado hasta entonces no pudo desarrollar sus propios mecanismos para remplazar el lugar del mercado y los incentivos en la fuerza de trabajo. Y también legislaciones como la Ley contra la Vagancia (1971) estableciendo la obligatoriedad de trabajar para todos los hombres aptos entre 17 y 60 años –sí, los hombres–, un caso sui generis de compulsión / coerción que expresa como pocos la naturaleza del problema.
Después la crisis absorbió y sigue absorbiendo en la sobrevida y las dificultades cotidianas, un enorme caudal de energía personal y la eficiencia laboral se ve lastrada por esos imperativos que, además, generan falta de foco, irascibilidad, inconstancias y reacciones emocionales que afectan el desempeño y hasta la imagen de implicados e implicadas, quienes no se someten a un autocontrol de sus impulsos utilizando la parte racional del cerebro.
En los centros de trabajo manotean, abren los ojos, incluso tiran teléfonos y golpean escritorios. Y gritan. Gritan mucho. Todo ello tiende a profundizarse con señales que apuntan la carencia de resultados tangibles en la mesa cotidiana y retroalimentan la desmoralización acumulada; a saber, un crecimiento económico por debajo de las expectativas. El dato de que el país está por debajo en la cuantía de inversión extranjera –algo superior a los 2 mil millones de dólares en 2017, según el ministro Rodrigo Malmierca Díaz–; frecuente desabastecimiento en las tiendas en CUC o de productos liberados en las de pesos (jabones, detergentes, papel sanitario…); aumento en los precios de venta al público, un indicador adicional de debilidades estructurales ante las manquedades y trabas de la producción doméstica, los huracanes, y la dependencia a las importaciones, otro de los males endémicos de la economía cubana.
La responsabilidad individual se diluye ante la percepción de “no hay arreglo”, constructo que sirve para justificar la inacción. Se trata de una sociedad donde el término “escapar” ha ganado demasiado espacio, aun cuando se refiera a prácticas como el robo y la corrupción, no solo ni principalmente en el mundo del jet set empresarial, los sujetos predilectos de la Contraloría General de la República, sino bastante más abajo, en el de carniceros, bodegueros, vendedores del agro y empleados de las TRD –estos últimos suelen “cuadrar” las cajas con una nocturnidad y alevosía dignas de estudiarse.
Paralelamente, quienes pueden se desmontan del carro del Estado como empleador. Ello va aliviando un problema, pero crea uno nuevo: la descapitalización de la fuerza de trabajo, es decir, profesionales que se mueven hacia la economía de servicios, bien en pesos o CUC, ante la imposibilidad legal de ejercer sus perfiles por cuenta propia, no importa cuán explotados sean porque les pagan bastante más que Don Leviatán. Y todo en medio de un proceso de desvalorización social de la educación superior que es como la crónica de una muerte anunciada.
Una nueva élite de hombres de éxito, incluyendo dueños de restaurantes que hoy figuran entre los mejores del mundo según revistas como Newsweek, se ve escoltada por una cohorte también abrumadora de vendedores y buhoneros de esquina rota, goyescos hasta en sus maneras de vestirse, expresarse y comportarse, sin una ética ni una cultura de los derechos del consumidor (de la cual este, como norma, también carece) y que, además, crean problemas urbanísticos de todo tipo, con violaciones de ordenanzas y códigos.
Como viajando sobre un péndulo, y con paradas constantes.
Algunas cosas que el autor no menciona: cuando la URSS cayó, USA apretó aun más la tuerca, con el objetivo claro de asfixiarnos. Años antes habían negado crédito y comenzado la guerra económica que aún continúa. Desde hace dos siglos están tratando de una u otra forma de ponernos de rodillas. Pese a todo eso, se hizo una campaña de alfabetización y aumentó de forma espectacular el número de profesionales. Buena parte de los problemas vienen de tener un exceso relativo de profesionales que aspiran a vivir con niveles de primer mundo cuando siempre hemos sido tercermundistas. Un análisis que no considere estos factores es claramente inclinado a la filosofía de que Don Mercado todo lo arregla, cosa que es una gran falacia, y quien lo dude que vaya a cualquier lugar de la periferia capitalista.
En un artículo siempre se dejan fuera, inevitablemente, muchos problemas. En este caso, el foco está en las dinámicas internas, no en las externas, un ejercicio gnoseológicamente necesario en aras de poder ver mejor “la cosa en sí”. Hay muchas cosas que el autor no menciona en materia de errores de política económica. Por ejemplo, el Cordón de La Habana, la zafra del 70, la supresión de las relaciones monetario-mercantiles… Y un largo etcétera que pasa por los noventa y llega hasta hoy. Ese es, repito, el foco. No la Doctrina Monroe, ni los mambises que no entraron en Santiago, ni la Enmienda Platt, ni la Ley Torricelli, ni la Ley Helms-Burton, temas/ problemas de segura importancia, pero que no funcionan como un sombrero de ala ancha que hay que colocar sobre la cabeza de cuanto artículo sobre Cuba circule en el Reino de Este Mundo.
Parafraseando a Martí, al leer se ha de horadar. Y, por consiguiente, evitar conclusiones que podrían clasificar como eso que los psicólogos llaman una proyección, y que el cubano de a pie resume en el cuento del gato. Una de ellas, derivar que aquí haya una suerte de apología del mercado.
Como meter a La Habana donde no cabe –es decir, en Guanabacoa.
Karel,para que Cuba quería más créditos si no puede pagar los que tiene,ahora anda un tal club de Londres tratando de renegociar 1400 millones,en Cuba lo que no ha faltado son créditos,lo que pasa es que han sido administrado por un sistema que no funciona.
Karel, los profesionales que conozco de paises tercermundistas viven mucho mejor que sus homologos cubanos. Negar eso es mentirte a ti mismo. Por supuesto hay matices que tienen que ver con el pais, la industria, etc. Solamente con decir que pueden tener mejores opciones para poder alimentar a su familia ya tienes una gran diferencia con el resto del Tercer Mundo que mencionas, por solo comparar un minimo aspecto. Mira a ver si una pareja de profesionales cubanos (que vivan estrictamente de su salario) pueden decir lo mismo. Ahora, puedes ir tanto para atras en la historia como te plazca. Pero mejor enfocate en el aqui y ahora y sobre todo, en el futuro.
Buenas respuestas. El problema es que estos ideólogos a lo Karen siempre ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. No piensan con cabeza propia, y solo admiten lo obvio cuando el oficialismo lo hace. Como carneros. Son por naturaleza incapaces de virarse como un guante. Hacen solo lo que en lengua húngara se llama “metelelteque”. Que pérdida de tiempo, al menos con las personas inteligentes, mas allá de la posición política a la que se adscriban.
Karel, asere, una preguntica, ahora en que reparo en que tu nombre suena a Europa del Este y no a manigua. ¿Tú de verdad piensas todo eso o alguien te lo manda a decir para combatir a los “enemigos ideológicos de la revolución y el socialismo” en Internet? Una sola sugerencia. Revisa lo que dijo el propio Raúl Castro cuando se entero de que los cubanos le estaban comprando café a los vietnamitas, y después dime.
Hablar de los errores internos sin ponerlos en el contexto internacional es “misleading”. Algunos profesionales de algunos países del tercer mundo ganan más que sus homólogos cubanos porque se mantiene artificialmente escaso el número de esos profesionales, por ejemplo, los médicos. Que mi nombre sea de Europa central u occidental y no de manigua no tiene nada que ver. El problema de fondo es qué se está defendiendo hoy en Cuba. En mi opinión, un sector pro-capitalista (cuya muestra es este medio, el autor de este artículo y muchos de los que opinan) está envalentonado y ve chances de acabar de una vez con la tarea inconclusa de 1898. Por otro, desgraciadamente, un gobierno con buenas intenciones pero que ha perdido la iniciativa y le falta confianza para incluir a gente joven pero con ideas claras de cuál es el ajedrez mundial que se está jugando. Por el borde están los tontos útiles de siempre.
Karel, no puedes librarte del “ellos” y “nosotros”, como tampoco del capitalismo vs socialismo. Yo creo que por encima de todo esta ver que que es lo mejor para los cubanos y para el pais. Si algo funciona, mantenlo funcionando y lo que no funciona, pues cambialo. Yo defiendo una Cuba soberana, inclusiva y plural, con oportunidades para todo el que las quiera aprovechar aquel que tenga el talento y la actitud para usarlas. Defiendo una Cuba humana, tolerante y abierta. Y sueno con ver un pais donde haya prosperidad y riqueza para que no sigamos viendo a nuestros padres desdw lejos.
Usualmente los bodrios no se responden, pero a veces hay que hacer excepciones.
El punto es que de un tiempo a esta parte en la Isla se ha venido incubando un pensamiento –si así puede llamársele– de corte estalinista y por definición excluyente, cuyo ruido ambiental aumentó de manera notable con el proceso de normalización de relaciones con EU.
Sus referentes internos se encuentran en la cultura PSP, el sectarismo y las ORI. Uno de los rasgos distintivos de este fenómeno es el siguiente: un conjunto de iluminados se auto-atribuyen créditos revolucionarios y autoridad suficientes como para descalificar y repartir castigos a personas e instituciones que no embonen con su peculiar rasero. El procedimiento estándar consiste en identificarlos/vincularlos con categorías tales como “neoliberalismo”, “centrismo”, “procapitalismo” …, a las que este individuo que dice llamarse Karel adiciona “tontos útiles” (curiosamente, en sus orígenes una expresión propia de la derecha para designar a los simpatizantes de la URSS en Occidente) y ciertas construcciones también típicas del discurso iluminado, como esa de que sus blancos seleccionados (targets) quieren “acabar con la tarea inconclusa en 1898”. Se trata, en otros términos, de una acusación delirante: la de retomar/auspiciar el anexionismo. Sin embargo, el sujeto de marras no tiene aquí asidero alguno para demostrarlo. Solo el clásico mantra talibanesco, el cartabón que se aplica para estigmatizar y aplastar.
Es deber de todos los cubanos de buena voluntad, dondequiera que estén, tratar de poner freno a este engendro, peligroso no solo por sus connotaciones teórico-políticas, sino también prácticas. Por individuos como estos fueron asesinados Maurice Bishop y Roque Dalton. Para poder hacerlo, les endilgaron etiquetas muy parecidas a las que los miembros de este club hacen circular hoy por el ciberespacio. Y en el caso de Roque, valdría la pena recordar una, no por familiar menos infame: “agente de la CIA”.
No hace mucho, uno amenazó con romperle los dientes a un periodista uruguayo.
Son los huevos de la serpiente.
No lo olviden.
Después de lo que han escrito arriba en respuesta a Karel, de momento, no hay mucho más que decir.
La del estribo, como dicen los mexicanos. Informe Central al Primer Congreso del PCC (1975), “Los errores cometidos”. Aparentemente, Fidel Castro estaba en pleno “misleading”. Hay que estudiar antes de opinar. Es parte de eso que se llama responsabilidad intellectual.
¿De qué manera, exactamente, pudiera ser un problema para un país subdesarrollado que intenta desarrollarse, tener un “exceso relativo” de profesionales?
Hasta donde conozco, un objetivo central de la reforma del modelo en Cuba es precisamente salir del subdesarrollo. La cuestión es precisamente esa: dejar de ser tercermundistas.
Qué país de Latinoamérica ha logrado salir del subdesarrollo?
Pedro Monreal, usted es economista, yo no. Sin embargo, creo que no hay que ser economista para entender que para aumentar el PIB no solo basta con tener más profesionales. Es necesario capital, recursos materiales, mercados, etc. Por lo demás, pienso que la crisis ambiental nos obliga a replantearnos si es el aumento constante del PIB lo que debe ser el paradigma.
jajaja yo creo que este karel es un jodedor .o vive en martes