No conocí a mi abuelo Sergio, murió el 3 de octubre de 1947, cuatro años antes de que yo naciera. Pero mi madre no se cansaba de hablarnos de él. “Éste es su abuelo”, nos decía, “era muy guapo. Fue un médico eminente”. Y nos enseñaba las fotos de abuelo –que fue, en efecto, un hombre muy guapo y un gran médico–, y nos hacía anécdotas de su padre.
Desde muy niño abuelo sintió una gran vocación por la Medicina, se graduó muy joven, a la edad de 20 años, y sus especialidades fueron Ginecología y Obstetricia. Fue profesor de la Universidad de La Habana, miembro de academias y asociaciones médicas de varios países, como Estados Unidos, Uruguay, Argentina, Chile y Francia, fue conocido por sus publicaciones científicas y recibió diferentes distinciones y medallas por su trabajo y aportes al desarrollo de la Medicina.
Pero una de sus mayores satisfacciones ocurrió durante su participación, junto con el Dr. Rafael Menocal, en el X Congreso Internacional de Historia de la Medicina en Madrid, septiembre de 1935[1].
En este Congreso participaron representantes de cuarenta y nueve países y fue presidido por el prestigioso doctor español Don Gregorio Marañón. Abuelo y el Dr. Menocal tenían preparada una ponencia que debían leer en una de las sesiones del Congreso pero, para sorpresa de ambos, en la sesión inaugural, la delegación de Estados Unidos se dedicó a repartir, gratuitamente, entre todos los delegados, un libro editado en 1930 por el Instituto Conmemorativo Gorgas, traducido al francés y al español, en el que, entre otras cuestiones, se manipulaba la realidad y se presentaba al Dr. Walter Reed como el descubridor del vector transmisor de la fiebre amarilla, silenciando todo el trabajo de Finlay.
Fue entonces que abuelo y el Dr. Menocal le solicitaron a Marañón leer una réplica a este libro en lugar de la ponencia anunciada, lo que hicieron en una reunión convocada especialmente para esto.
La réplica la redactó mi abuelo, y fue él quien la leyó y defendió ante todos los presentes. En su documento, abuelo destacó siete puntos en los que demostró que Finlay había sido el primero en el mundo en revelar, “en términos concretos y precisos”, que el mosquito Aedes Aegypti era el vector responsable de la transmisión de la fiebre amarilla. También subrayó la importancia de los estudios de Finlay para realizar una campaña efectiva de erradicación del mosquito y, por tanto, de la enfermedad, así como muchos otros aspectos de sus investigaciones.
El Congreso, en pleno, respaldó la propuesta de abuelo y del Dr. Menocal y quedó bien establecida la primacía de Finlay sobre los trabajos de la Comisión Norteamericana presidida por el Dr. Walter Reed.
Mi madre guardó, entre sus tesoros más queridos, la carta que su padre les enviara desde Madrid, a ella y a sus dos hermanos:
Teléfono 11.100
(15 líneas)
Telegramas: PALACEHOTEL-MADRID
Palace Hotel, Madrid, 28 de septiembre de 1935
Mis hijos del alma:
Estoy bien y muy contento. Ayer hice mi discurso sobre “Finlay y su obra”. Fue un gran éxito de este pobre viejo andariego. De los mayores de mi vida.
Mucho me acordé de ustedes y de otros tiempos. Crean que lloré de alegría y de dolor, mezclados.
(…)
Un Gran momento; un instante estelar.
Dios me ha ayudado. Den gracias a Él.
Aquí, entre 49 Representantes del Mundo, es muy difícil, muy difícil, destacarse por algo y mucho menos, por elocuencia, que es planta silvestre en Madrid. El viejo ha logrado algo que no es fácil. Y está que revienta de alegría y de orgullo patrio.
Un beso para los tres y un recuerdo.
¡Dios mío, qué grande eres!
Papá
El apellido García Marruz
Los apellidos de mi abuelo Sergio eran García (primer apellido) y Marruz (segundo apellido)[2]. Mi abuelo, como expliqué antes, tenía una gran vocación por la carrera que escogió, la Medicina. Cuando se casó y tuvo su primer hijo, abuelo, con su bebé recién nacido entre sus brazos, se aterró: su hijo se llamaría Sergio García Badía, y nadie jamás podría saber que era el hijo del Dr. García Marruz, como era conocido, y le dirían “el Dr. García Badía”, porque, por supuesto, mi abuelo estaba convencido que su hijo no podría ser otra cosa que médico, como él.
Inmediatamente consultó con un abogado y decidió cambiarse su apellido. La resolución salió publicada en la Gaceta Oficial el 11 de noviembre de 1921, casualmente el día en que nació su segunda hija, mi madre Bella. Abuelo se llamaría entonces Sergio García Marruz y Marruz y su hijo, que efectivamente fue un médico de gran vocación, ginecólogo y obstetra como su padre, fue siempre conocido como el Dr. García Marruz o el Dr. Marruz.
A continuación, un fragmento de la nota publicada en el periódico Granma con motivo de su muerte:
“SEPULTADO AYER EL DOCTOR SERGIO GARCÍA MARRUZ BADÍA (La Habana, 12 de octubre de 1919-13 de febrero de 1982). El Doctor en Ciencias Sergio García Marruz Badía, “el más ilustrado de los obstetras de la actual generación médica”, fue sepultado en la mañana de ayer en la necrópolis de Colón (…). En 1967 obtuvo el grado de Especialista de Segundo Grado en Obstetricia y Ginecología, y en 1981 se le concede el más alto grado científico de nuestro país: Doctor en Ciencias. El Decano de la Facultad Número 3 del Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana, Doctor en Ciencias Luis Rodríguez Rivera, afirmó ante su tumba que lo que constituyó la verdadera vocación del profesor Marruz, su dedicación y entrega más absoluta y plena, fue la enseñanza de la Medicina, de lo que da fe su brillante carrera como maestro indiscutible de numerosas generaciones de estudiantes de Medicina y de médicos inclinados a la Obstetricia y la Ginecología, en la que siempre se caracterizó –dijo– “por su gran maestría pedagógica”. El doctor García Marruz falleció el sábado, en La Habana, luego de una larga enfermedad. Junto a su esposa y familiares se encontraban en el Cementerio de Colón, el doctor Ramón Casanova, rector del Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana, profesores, compañeros y amigos del doctor García Marruz (Lunes 15 de febrero de 1982, p.3).
[1] Abuelo narra esta historia en el discurso que pronunció en la Sesión Solemne de la Academia de Ciencias Médicas, Física y Naturales de La Habana, el 3 de diciembre de 1935, con el título de “En torno a Finlay”.
[2] Hasta donde he podido averiguar, los abuelos de mi abuelo eran españoles: José García Márquez, natural de Málaga, padre de Manuel García Villarelly; y Baltazar Marruz Camacho, natural de Lepe, Huelva, padre de Bella Marruz Betancourt. Según me contaba mi madre y he podido leer, el nombre de “Bella” es muy común en Huelva pues allí son devotos de la Virgen de la Bella, que se celebra el 15 de agosto, Día de la Asunción de la Virgen.
Conocía que el descubrimiento fue tardíamente reconocido a Finlay, ahora sé que fue tu abuelo, maravilloso.
Me encantan tus historias, cuenta más.