La matanza de Parkland, Florida, puso de nuevo en el orden del día el tema de la violencia y las armas de fuego en la sociedad estadounidense.
Este debate tuvo un punto crítico durante la era Reagan, cuando el pensamiento a ella asociado responsabilizaba a los medios de difusión, en particular a la industria hollywoodense –y un poco más tarde, a los juegos electrónicos– de ser los causantes del problema. Una idea que los liberales rechazaban con el argumento de que no hacían sino reflejar la violencia existente en las calles, por lo demás fuertemente enraizada en la historia y la cultura.
Como se sabe, comenzó por el exterminio de los americanos nativos, pasó por una cruenta guerra de liberación contra los ingleses, siguió con otra guerra en la que México perdió una enorme cantidad de territorio, continuó por una violentísima colisión entre el Norte y el Sur, y culminó con las expansiones de fines del XIX y principios del XX.
Y en medio de todo, está el rol de ciertos héroes en la psicología y el imaginario populares: comics de colonos con arcabuces vs. indios con flechas, el lejano Oeste, Billy The Kid, Wyatt Earp, Bonnie and Clyde, Al Capone…, personajes todos que para conseguir sus propios fines acudían a artefactos que empezaban por un Colt 38 y terminaban en una ametralladora Thompson puesta a sonar alegremente en las calles del Chicago de la depresión y la Ley Seca.
Aquí la realidad no necesita intérpretes sino más bien habla por sí misma. De entonces a acá, el discurso social sobre el tema a menudo viene con el siguiente razonamiento: “No son las armas las que matan, sino las personas”. O lo que es igual: “Las armas no pueden dispararse por sí mismas”. Pero si se va a la raíz, uno se percata de que esta formulación suele encontrarse (aunque no limitarse) en personajes ligados a la Asociación Nacional del Rifle, esa que ha aportado fuertes dividendos a congresistas y políticos: en 2017, $ 4.1 millones de dólares vs. $ 3.1 millones en 2016. Uno de los lobbies más poderosos de la hora.
La segunda enmienda a la Constitución de los Estados Unidos (1791) garantiza el derecho de los ciudadanos a portar armas. Inscrita en piedra, constituye un componente esencial del llamado excepcionalismo americano y ha sido ratificada dos veces por la Corte Suprema en el pasado reciente (2008 y 2010). Como esto es así y por consiguiente no se le va a tocar ni con el pétalo de una rosa, las posibles acciones en este terreno gravitan sobre la regulación y control de la venta de rifles de asalto y otros hierros duros.
Armado con un fusil de asalto semiautomático AR-15, en Parkland Nikolas Cruz mató en 6 minutos a 17 seres humanos, de ellos 14 estudiantes. En la matanza de la escuela primaria Sandy Hook, Connecticut, provisto de dos AR-15, una pistola Sig Sauer y una Glock, el asesino Adam Lanza solo necesitó 5 minutos para ejecutar a veinte niños de entre 6 y 7 años. Y lo hizo después de volarle los sesos a su madre mientras dormía y de liquidar a cinco personas más.
Limitar el acceso a cierto tipo de armamentos no es la solución sino un paliativo. Ahí opera una diversidad de factores, entre ellos alienaciones, inseguridades, crisis, despidos, traumas, divorcios, estrés y sobre todo miedo, mucho miedo, un sentimiento social en el que los estadounidenses suelen ser verdaderos expertos, y que demasiado a menudo los lleva a disparar primero y preguntar después. Paliativo, además, porque en el país hay más de 310 millones de armas de fuego en poder de la gente, la mayor concentración en manos privadas en todo el mundo.
Limitar entonces la cuestión al armamento grueso tendría poco impacto sobre el hecho de que unas 93 personas fallecen al día por armas de fuego, no necesaria ni principalmente con hierros de alto poder, sino convencionales. Y esta cifra no incluye a los caídos de manera accidental por esas armas y a quienes se suicidan utilizándolas. La sumatoria de estas categorías es tan dramática como aterradora: unos 33,880 anuales, expresión de un excepcionalismo incómodo: en Estados Unidos mueren cada dos años, a golpe de puro tiro limpio, más individuos que en la guerra de Vietnam.
De acuerdo con The Educator’s School Safety Network, después de Parkland unas 985 escuelas han recibido amenazas, en su mayoría falsas. Pero 33 cerraron y en 15 hubo lock down (cerco policial). “Estamos rastreando 70 diarias”, dice la organización.
La pregunta entonces es obvia: ¿Cuándo será la próxima matanza?
El comentar un artículo en este sitio es algo delicado porque aunque no digas malas palabras, si dices cosas fuertes te censuran (aquí todo el mundo censura). El tema de este artículo son las armas en Usa y por supuesto el autor menciona la violencia en las calles y por exponer mis vivencias de las calles en Ybor City y el realismo urbano en América, me censuró Don Silvio en su blog. Y para mí Don Silvio es un tío por el que uno aún siente orgullo de ser cubano.
Uno se levanta temprano y se asoma por la ventana y ve caminando por las calles a escolares alegremente, bien vestidos sin uniformes, a montarse en guaguas modernas gratuitas, hasta escuelas en perfecto estado, con merienda nutritiva y gratuita y maestros bien adiestrados.
Otra causa que el autor asigna a los tiroteos es la difusión de violencia en las pantallas de iPhone, IPad, television y cine. Pero los canadienses y japoneses están expuestos a lo mismo y su violencia es mínima.
Sí en Cuba hubiera la libertad y los medios de divulgación que hay en este país, la violencia conocida sería muchísimo mayor, por un lado. Por otro lado de la cuestión, los accidentes de tránsito cobran más vidas y a nadie se le ocurre prohibirlos.
Nadie menciona que el derecho de portar armas es también la garantía de que el delincuente se cohiba de entrar a cierta propiedad porque no sabe si la viejita que vive sola tiene su pistola.
Quieren leyes contra las armas sin reparar en que los delincuentes no las cumplen.
A los que siguen la filosofía machacona contra la libertad de poseer armas les digo que desmayen esa talla: el amercano tiene en demasiado alta estima su libertad y nunca va a entregar sus armas. Nunca va a llegar a este país un dictador, cuya primera tarea parece ser, eternamente, desarmar al pueblo.
Estoy aceptando felicitaciones de los amigos en este día en que cumplo veinticuatro mayos de haber llegado a puerto seguro un 25 de mayo del 1994, después de toda una vida de persecución, calabozos, actos de repudios, discriminación laboral y rechazo social.
Es mejor vivir bajo la amenaza de una hipotética pistola que bajo la vista del cederre, la protección física del trabajo y el retrato de Ya-Tú-Sabe.
A ver. El autor no dice, respalda, avala, está de acuerdo con, ni suscribe que la violencia en las pantallas sea la causa. Si lo leen bien, solo refiere, remite, informa a su lector que la discusión sobre ese tema específico –es decir, Hollywood y la violencia– viene de los 80.
Hay que saber leer para no caer en eso que los psicólogos llaman una proyección.
Martí escribió alguna vez que al escribir o leer había que horadar.
Pero los manifiestos, plantes de bandera en el cayo y dazibaos son como un plátano en tentación, con canela y dulce, del que no siempre se escapa.
Usted debiera horadar (verbo transitivo usado como intransitivo por Martí y toda su prosapia) lo que he escrito respecto a la violencia: “el autor menciona”.
Dice, respalda, avala, concuerda, no sé de dónde salió.
“Otra causa que el autor asigna a los tiroteos es la difusión de violencia en las pantallas de iPhone, IPad, television y cine. Pero los canadienses y japoneses están expuestos a lo mismo y su violencia es minima”.
Period.
“Y en medio de todo, está el rol de ciertos héroes en la psicología y el imaginario populares: comics de colonos con arcabuces vs. indios con flechas, el lejano Oeste, Billy The Kid, Wyatt Earp, Bonnie and Clyde, Al Capone.”
U betcha. Period.
La tasa de homicidio en Cuba es superior a la de los Estados Unidos. https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Pa%C3%ADses_por_tasa_de_homicidio_intencional
Excelente texto. Alfredo, no haga mucho caso. Ese es el problema clásico de las lecturas oblicuas e interesadas: la carencia de perspectiva. Ese párrafo, obviamente, se refiere a la cultura popular tradicional norteamericana, no a juegos electrónicos: soldaditos de plomo, disfraces infantiles, postalitas, comics…
Julián; te concedo razón en eso de la lectura oblicua.
Sin embargo, te aseguro que hoy día en Yuma no hay manera de acceder al lejano oeste, Billy el Niño, Wyatt Earp, Bonnie y Clide, Al Capone, sin que medie una pantalla entre espectador y documento.
Tampoco creo que haya mucha cultura de héroes en el imaginario popular. En este país la gente olvida más rápidamente de lo que uno cree.