Cada año tantísimos habitantes de Cuba esperan con ansias renovadas a las carrozas de Las Charangas de Bejucal, Los guaracheros de Regla, las comparsas, la cerveza de pipa, el pan con lechón… Todo, en fin, lo que significa la llegada del carnaval. En la ciudad de Matanzas el acontecimiento constituye motivo de no menos regocijo.
“No hay que llorar, que la vida es un carnaval, / Y es más bello vivir cantando /”, interpretaba Celia Cruz la canción La vida es un carnaval, del actor puertorriqueño Víctor Manuelle, con música que convida a participar de un evento cultural y gastronómico que promete hacer olvidar las penas.
Sin embargo, existe un tema que ha cobrado relieve en las últimas ediciones de los carnavales: el económico. Por ello, satisfacer las demandas de gastos de esta expresión lúdica, identitaria de la sociedad cubana como de otras tantas, forma parte de la agenda de intereses del Estado cubano.
Estos festejos populares se realizan con un fondo presupuestado que las autoridades del gobierno en cada municipio destinan para estos fines. Cultura y economía van de la mano en los carnavales matanceros y de Cuba en general. Ambas forman una simbiosis indisoluble; puesto que, además de constituir una celebración de la cultura, tienen todas las posibilidades de convertirse también en una fiesta para la economía de cualquier ciudad. Su potencial aglutinador de personas tiene la capacidad de alcanzar un efecto multiplicador de ganancias y de diversificar los servicios que pueden contratarse para la actividad misma.
De ahí que el carnaval trascienda el sentido de participación popular para dar espacio al consumo y convertirse en fuente de contratos temporales de trabajo. No se trata de subir los precios para alcanzar una mayor rentabilidad, sino de aumentar las utilidades con productos y servicios de calidad; rasgos que los trabajadores por cuenta propia han demostrado ser capaces de portar.
Cara y cruz del gasto
El carnaval matancero 2013, dedicado a los 320 años de la fundación de la ciudad, se sustenta sobre la base de un anteproyecto de presupuesto. Para la jornada en curso, el gobierno municipal destinó un total de un millón 349 mil pesos (CUP: moneda nacional cubana), y de esa cifra los gastos se enmarcan en un millón 312 mil 500 pesos, con los cuales, entre otras actividades, se prevé la contratación de artistas del Centro provincial de la Música en Matanzas y La Habana. Así lo aseguró Fredy Castillo, director municipal de finanzas en la llamada Ciudad de los puentes.
Castillo agregó que se espera obtener una ganancia de más de 28 mil pesos, puesto que el aumento de asistencia de trabajadores particulares genera expectativas favorables en un evento que el Estado solía asumir completamente.
A pesar de ello, por ejemplo, debido a la reducción del presupuesto en alrededor de 300 mil pesos respecto a 2012, el vestuario para los bailarines de las comparsas –generalmente confeccionado por el Grupo empresarial GARDIS– no se pudo renovar. Tampoco se contrató a las carrozas de La charanga de Bejucal, lo cual supondrá una ausencia notable y será motivo de añoranza para la población.
Por otro lado, Vladimir Pérez, productor del carnaval, manifestó que el monto resultó suficiente para la contratación de agrupaciones bailables como Manolito Simonet y su Trabuco, Maikel Blanco y Juego de manos, entre otras.
Por cuenta propia
Este año el carnaval presenta la particularidad de poseer 497 trabajadores contratados del sector no estatal, modalidad con presencia de un promedio de más de 40 por trocha, con representación de la mayoría de los municipios de la provincia.
A los cuentapropistas –como se les conoce en Cuba a las personas con negocios privados– se les renta el metro cuadrado por un monto de 50 pesos cada día, alquiler aprobado por el Consejo de Administración y valorado por el grupo de cuentapropistas, verificó Marlene Perdomo, vicepresidenta de economía del Consejo de Administración municipal.
Ismaray Dervat, con tan solo 20 años, se dedica a la elaboración de alimentos ligeros. Ella estima oportuno que los trabajadores no estatales participen en los festejos. “Es muy positivo para el Estado y para nosotros”.
Mientras Rey Emilio Diago, procedente del municipio de Colón y con una asistencia de 13 años consecutivos en la misma trocha, asegura que en Matanzas la atención a los cuentapropistas es una de las mejores de todo el país. “Nosotros pagamos el alquiler del espacio y después las ganancias son enteramente nuestras”, atestigua detrás de su mostrador mientras prepara sus especialidades: piña colada y malteada.
Habitualmente las entidades de servicios estatales tienen un espacio definido en el carnaval, pero abundan en esta fecha los cuentapropistas que ofrecen sus servicios aprovechando la concurrencia de personas.
Guillermo Díaz, vicepresidente del Consejo de la Administración Municipal, informó que su entidad garantiza ofertas gastronómicas en todas las trochas, donde se expenden alimentos en 84 kioskos y cerveza en 36 pipas.
Pero las ofertas de los particulares van mucho más allá de los servicios gastronómicos, pues se incluyen talabarteros, artesanos, carretilleros, manejadores de coches de uso infantil tirados por animales; vendedores de discos, calzado, bisutería, artículos religiosos, alfarería, flores, plantas y artículos de mimbre.
Igualmente se suman cristaleros, fotógrafos, hojalateros, modistas o sastres, piscicultores y operadores de sonido de realización infantil, los cuales componen la larga lista de cuentapropistas que se ubican en las trochas de Canímar, Pastorita, El Tenis, Versalles, René Fraga, Camilo Cienfuegos, Naranjal y Guachinango.
La participación tan amplia de estos trabajadores trasciende en muchos casos el motivo central de los carnavales, para mostrar el aprovechamiento de la concentración de público, más que estar desarrollando una actividad general ordenada, regulada en función de un mismo fin determinado.
A partir de la Resolución 400 del Ministerio de Finanzas y Precios, fueron aprobadas por acuerdo del Consejo de la Administración municipal la diferencia de precios temporales en CUP en el sector gastronómico; es decir, para los alimentos y las bebidas que, en los festejos populares, se comercializan por encima de los precios establecidos normalmente.
Aun cuando los precios de los productos y servicios que ofrecen son fijados atendiendo al mercado de oferta y demanda, no puede perderse de vista que los productos y servicios deben tener buenos precios para ser competitivos; sin embargo, no es el fenómeno que se manifiesta en muchos de los casos.
Aliosky Baró trabaja con su hermano Héctor. Él asegura que los cuentapropistas que participan en el carnaval brindan un aporte económico tanto al Estado como a sus arcas personales. “Ejercemos nuestro trabajo con un servicio de calidad que aprecia la población. Estamos contentos, ojalá en todos los municipios se ejecutaran carnavales y nos dieran esta oportunidad”, ratifica bajo la máxima de que “la satisfacción del cliente es el éxito de mi trabajo”.
Aimán Abdul-Rajmán, joven recién graduado en la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), asiente que prefiere comprar en los puntos de ventas del sector particular porque en ellos encuentra mayores opciones y especialización en los productos: “Los precios a veces son inalcanzables, pero así se rige la ley de la oferta y la demanda, lo tomas o lo dejas”.
De cualquier manera, la alternativa del cuentapropismo supone una entrada financiera que contribuirá al desarrollo exitoso de los festejos y propiciará una fuente de ingresos segura para estos trabajadores.
Sin dudas, el sector privado establece relaciones contractuales con las empresas estatales en Cuba. Ambos han aprendido a convivir en armonía en una época de cambios definida como la era de los cuentapropistas.
Otro elemento a tenerse en cuenta es el flujo de personas desde los restantes municipios, provincias y localidades que genera una entrada de visitantes a la ciudad y un gran movimiento en el trasporte público y privado.
A pesar de que los carnavales aparentan a simple vista ser causa de pérdidas para la administración estatal, hurgando se constata que, de no representar significativas ganancias, estos no procederían a efectuarse. Es por ello que existe un plan de recuperación del presupuesto. La venta de la cerveza, de las papeletas para obtener un puesto en las gradas que permita observar el paseo de las carrozas, y el cobro de las entradas para disfrutar de las agrupaciones musicales, figuran entre las vías de adquirir un beneficio financiero.
Perdomo considera que los carnavales, proyectados desde el nivel de ingreso y los gastos, son rentables porque siempre se obtienen ganancias.
“La institución que los financia tiene que entregar un aporte a la cuenta provincial de los festejos y dejar dinero en el saldo de la del municipio para enfrentar las demás actividades del cierre del verano, según los parámetros que establece la Resolución 293, de 2006”, ratificó la funcionaria.
Por supuesto, el evento proporciona también una fuente de empleo para todo el personal que se moviliza momentáneamente para la confección de los trajes, la luminotecnia, los técnicos de sonido, los dependientes gastronómicos y los bailarines.
El gasto que suponen estas fiestas provoca plantearse la pregunta acerca de su rentabilidad en un país cuya economía se encuentra tan lacerada. Los hechos demuestran que actualmente resultan más rentables cuando se efectúa la contratación del personal necesario y se procede a la retribución de acuerdo con la participación individual; pero esta dinámica adolece la ausencia de medidas necesarias para evitar la pérdida de calidad de los productos, las mermas y el uso ineficiente de los portadores energéticos.
Otro mecanismo para incrementar la eficiencia sería la optimización en el uso de los medios de transporte, así como la diversificación de las ofertas y sus precios, además de continuar estimulando la incorporación de las formas de gestión no estatal.
En los trabajadores particulares recaen las mayores expectativas de obtener beneficios. Y es que los cuentapropistas son una señal de prosperidad en la actualización del modelo económico cubano, y ya hace algún tiempo que marcan la medida de hasta dónde se puede llegar con buenas prácticas y deseos de hacer.
Por Lis García