Caminar por una de las calles aledañas al centro de la ciudad de Guantánamo nos puede deparar la sorpresa de escuchar esta serie de ejercicios acompañados por la rítmica del sonido de una tumbadora ¡Pam… pam… pam…! ¡Pam… pam…! que como caja de resonancia se escuchan tras la fachada de un edificio de leve sabor art decó.
¡Y…! ¡Cinco… seis… siete…ocho…! ¡Caída! ¡Brazo derecho en arabesque…! ¡Y…!
Así es la manera de bailar de esta compañía desde el 26 de enero de 1990, cuando hizo su debut en el teatro Guaso de la ciudad de Guantánamo. Detrás quedaban años de preparación, de indagación y de búsquedas por parte de Elfriede Mahler, bailarina norteamericana que a inicios de los años sesenta vino a Cuba atraída por el trabajo de Ramiro Guerra dedicado a la formación profesional de la danza contemporánea cubana. En sus recorridos por la Isla, Elfriede descubrió la capacidad rítmica de los cubanos, en especial los de esta zona del país, adonde decidió asentarse para formar una escuela de danza de nivel elemental y con el tiempo crear su propia compañía danzaría.
¡Pam… pam…! ¡Pam… pam… pam…! ¡Pam! ¡Pam… pam… pam…!
Sudor. Mucho sudor. Es la intensidad del entrenamiento unido al calor ambiental. El maestro revisa cada movimiento; está atento a las evoluciones de cada uno de los bailarines que comparten con él la tórrida temperatura del salón de clases.
¡Al piso…! ¡Vuelta…! ¡Otra vez…! ¡Esa pierna… esa pierna…!
El repertorio del debut, mezcla de obras contemporáneas y folclóricas; coreógrafos conocidos junto a otros que hacían sus primeros trabajos y, siempre, la presencia de los muy jóvenes, marcó el tránsito, las esencias y la línea de desarrollo principal de la entonces novel compañía, la primera con carácter profesional en la más oriental de las provincias cubanas.
¡Una vez más…! ¡Mantengan el ritmo…! ¡Pam… pam… pam…! ¡Pam… pam… pam…!
En los inicios trabajaron dos elencos en el seno de la compañía, uno para las coreografías contemporáneas y el otro para las folclóricas. Con el transcurrir del tiempo, los necesarios ajustes y desajustes y los ires y venires propios de la profesión, esos dos elencos comenzaron a fundirse y poco a poco empezó a surgir el cuerpo de lo que es hoy la compañía Danza Libre. Comenzado el segundo lustro de existencia del grupo y con la desaparición física de la fundadora de la compañía, se hizo cargo de la dirección artística el maestro Alfredo Velázquez, hijo espiritual y profesional de Elfriede, alumno de la escuela fundada por ella y también bailarín fundador de la compañía.
¡Uno…! ¡Dos…! ¡Tres…! ¡Cuatro…! ¡Cinco…! ¡Seis…! ¡YYYY…!
El maestro, como un escultor, modela su estética en el cuerpo de sus bailarines. Con el paso del tiempo ha diseñado una peculiar y particular manera que une la técnica de Martha Graham con el folclor cubano, todo en un mismo cuerpo. Ya no hay diferencias. Se teatraliza el folclor y se hace contemporáneo, respetando sus esencias. Se baila contemporáneo con la cadencia, la rítmica y la sensualidad del folclor cubano.
¡Y…! ¡Cinco… seis… siete…ocho….! ¡Caída…! ¡Brazo derecho en arabesque…! ¡Y…!
El territorio de Guantánamo es de una muy fuerte ascendencia africana, que unido al concepto de libertad expresiva del que pretendió dotar Elfriede Mahler, fundadora de la compañía, dio lugar a que Danza Libre naciera sin esas férreas ataduras estéticas y abierta a toda posibilidad de expresión.
¡Un… dos… tres… cuatro…. cinco… seis…! ¡Y…! Passeee…! ¡Un… dos… tres…!
Atrás quedan los jóvenes bailarines sudorosos bajo la mirada escrutadora del maestro que día a día esculpe en sus cuerpos la libertad expresiva de bailar…
¡Y…! ¡Uno… dos… tres…¡ ¡Y…! ¡Uno… dos… tres…! ¡Y…!