El condón remedia algunos problemas cotidianos en Cuba, tanto soluciones industriales como de recreación. El cubano Orestes Estévez, por ejemplo, los utiliza para fermentar sus vinos y elevar el grado de alcohol natural.
Desde 1960 prepara en su propia casa casi 300 botellones de 20 litros tapados con condones. Con este método hace vino de uvas, guayaba, berro, flor de jamaica, jengibre, fruta bomba o remolacha.
Los preservativos sustituyen a las válvulas de presión necesarias para este proceso, que demora entre un mes y 45 días.
Además el latex ayuda en el proceso de clarificación del vino: “no hay nada mejor que un vino natural, que se clarifique con el tiempo”, cuenta en una entrevista a Reuters.
El período especial en la Isla forzó a los cubanos a usar su ingenio para paliar la fuerte crisis económica. El condón comenzó a tener multipropósitos, más allá de su uso para el sexo.
Tanto es así que en muchos cumpleaños infaltiles los condones sustituyeron los globos. Los adultos limpiaban con jabón los preservativos y los dibujaban para adornar las fiestas. Todavía se pueden ver en algunos conciertos. Y los usan los pescadores como boyas.
En las farmacias cubanas los precios de los condones, producidos en el país o importados de Asia, son muy económicos debido a la campaña del Gobierno por una vida sexual sana.
Cuba es uno de los países en América Latina donde el condón se utiliza sin tanto prejuicios, sobre todo en la población más joven. Lo mismo se puede ver a una mujer cargando una tira de condones en su cartera para asegurar su salud sexual o a un joven inflando preservativos para colocarlos en su vara de pescar, como una de las tantas maneras de improvisar ante las carencias.