De acuerdo con estadísticas y estudios del Pew Research Center, el año pasado había en Estados Unidos 3,45 millones de musulmanes, alrededor del 1,5% de la población total del país. Según varias proyecciones, dentro de tres décadas alcanzarán los 8,1 millones, cifra con cierta importancia: para entonces los musulmanes habrán desplazado a los judíos como el segundo grupo religioso más numeroso de Estados Unidos, solo superados por los cristianos.
Se trata de una población más joven que la no musulmana: el 59% tiene entre 18 y 39 años, y más varones que hembras (55%-45%), una inversión del patrón poblacional estadounidense, que es de 48%-52%. Las mujeres se divorcian poco y tienen altas tasas de fertilidad: 2,8 hijos por cada una.
Los musulmanes están presentes en prácticamente en todos los estados de la Unión. La voz cantante la lleva New Jersey, donde constituyen el 3% de sus habitantes, seguido por Arkansas, el distrito de Columbia y New York, con alrededor del 2%. Después hay un segundo grupo de más de veinte estados, entre los que figuran California, Arizona, Illinois, Delaware, Idaho, Iowa, Kansas, Maryland, Massachusetts, North Dakota, Oregon, Ohio, Tennessee, Texas, Pennsylvania, Utah, Virginia, West Virginia, y Wisconsin, todos con el 1%.
Michigan integra esa segunda categoría, pero en la ciudad de Dearborn se asienta una importante comunidad musulmana. En el Censo de 2000 se tabularon 29,181 árabe-americanos en el área metropolitana de Detroit, es decir, el 28,85% de la población, la mayor parte en el condado de Wayne, por hablar mal y pronto, una especie de Sagüecera árabe.
Siete años después tenía la mayor concentración de árabe-americanos de Estados Unidos. Un verdadero mosaico compuesto por libaneses, palestinos, sirios, iraquíes, yemenitas y sus descendientes. No por azar allí se encuentra el Islamic Center of America, la mezquita más grande del país (1963), construida por los árabes que emigraron para trabajar en la industria automovilística fundada por un nativo de Michigan: Henry Ford (1863-1947).
Minnesota, esa peculiar encarnación del melting pot, tuvo un componente históricamente fuerte de inmigración alemana, noruega, irlandesa y sueca, al punto de que hoy el 85,3% de la población tiene esos orígenes. Mucho más tarde, entrado el siglo XX, se fueron incorporando personas de lugares bien distintos: mexicanos, hindúes, vietnamitas, chinos, tailandeses, etíopes y somalíes.
Estos últimos se documentan en ese estado desde los años 20 del siglo previo, sobre todo en el área Minneapolis-St. Paul-Bloomington, pero incrementaron de manera dramática su presencia desde mediados/fines de los años 90 como resultado del conflicto interno en esa nación africana y de la labor de VOLAGS (Voluntary Agencies), seis agencias privadas, religiosas y no, que asisten al Departamento de Estado en programas de recepción y reasentamiento de refugiados. Según estimados, en 2015 había en Minnesota alrededor de 57,000 somalíes, de ellos, 31,400 habían nacido allá.
La anterior es la base demográfica que explica la presencia de mujeres musulmanas en las boletas para las elecciones de medio término. Cinco en total: Fayrouz Saad para el distrito 11 de Michigan; Tahirah Amatul-Wadud para el primero de Massachussets; Deedra Abboud para senadora por Arizona; Rashida Tlaib, también de Michigan; e Ilham Omar, de Minnesota. Las tres primeras no llegaron a sus metas (la Abboud perdió frente a Krysten Sinema durante las primarias demócratas), pero las dos últimas acaban de hacer historia al convertirse en las primeras de su tipo en llegar al Congreso, en particular a la Cámara.
Rashida Tlaib (1979) es palestino-americana; Ilham Omar (1981), somalí-americana. La primera lo logró en el distrito 13 de Michigan; la otra en el 5 de Minnesota. Una con el 84,57% de los votos; otra, con el 78,24%. Integran la “ola de progesterona”, de múltiples impactos en la sociedad y la cultura estadounidenses a partir del movimiento Me Too.
Activistas de base y trabajo comunitario, forman parte de un corrimiento hacia la izquierda dentro del Partido Demócrata que comprende tanto el Democratic Socialists of America –al que se adscribe la Tlahib– como el Democratic Farmer Labor Party, donde milita Ilham Omar. Sus agendas son amplias e inclusivas, caracterizadas por temas como salud para todos, salario mínimo de 15 dólares la hora, matrícula universitaria gratis para familias con ingresos inferiores a 125,000 dólares anuales y abolición del U.S. Immigration and Customs Enforcement (ICE), entre otros aspectos.
Haber llegado prácticamente contra viento y marea, pocos recursos y mucha puerta-a-puerta constituye un logro de estas dos mujeres y sus respectivos equipos en un contexto ideocultural donde las palabras “socialismo” y “socialista” suenan bajo el estigma de la Guerra Fría, y donde por lo mismo se suprimen las diferencias de este fenómeno con el llamado “socialismo real” en la URSS y Europa del Este. Evidentemente, una demonización, pero efectiva en amplios sectores poblacionales, en especial entre los seguidores del presidente, con su carga ideológica sobre el Estado mínimo y el papel del individuo.
El camino más largo, dice el proverbio chino, se inicia con el primer paso.
En enero les dan la bienvenida en el DC.
Tienen bastante trabajo por hacer.