Nelson Ponce Sánchez (1975), diseñador cubano de Comunicación Visual, haya pedido o no un regalo de reyes, recibió al debutar este año el Premio Nacional de Diseño del Libro 2013. Un reconocimiento que lo sitúa entre los más jóvenes galardonados en la materia por el Instituto Cubano del Libro. El también profesor en el Instituto Superior de Diseño de La Habana, diseñador en Casa de las Américas y creador independiente, accedió abrir un diálogo con OnCuba sobre cómo ha procesado la noticia y esta pudiera condicionar rumbos en su carrera.
“No he alcanzado mi mayoría de edad en tanto diseñador. Tampoco pretendo sigan considerándome un profesional joven. Veo que me resta mucho por hacer todavía en el mundo editorial como para merecer este premio. Agradezco la deferencia del jurado al considerar que mi obra, hasta ahora, es acreedora de tal distinción. Una decisión que, claro, representa un estímulo a continuar diseñando e ilustrando para el medio; aunque insisto mantendré la frecuencia y pasión de siempre”.
El público suele identificarte con la cartelística y el audiovisual; sin embargo, el premio arroja luces sobre tu versatilidad como diseñador de tapas e ilustraciones literarias, en un contexto cada vez más tendiente a la especialización. ¿Por qué decidiste desarrollar esta vertiente en tu trabajo y cómo has logrado desplegarla en relación con el resto del volumen de tu obra?
“Como creador me atañe todo lo referente a las artes visuales e intento incursionar en cuánto resulta posible. Alterno el tipo de trabajo que hago, porque me motivan los retos y disfruto cambiar de aires. Tal vez existan manifestaciones y especialidades mejor ponderadas que otras y eso el público lo fije al reconocer mi quehacer. A mi juicio, el conjunto de disciplinas del Diseño tienen valor y complejidades intrínsecas. Por tanto, cuando asumo un proyecto lo hago concienzudamente”.
¿De cuáles referentes te has nutrido? ¿Valoras necesaria una formación especial para dedicarse al diseño editorial?
“Mis referentes son muchos, tantos que sería imposible enumerarlos. Es un procesamiento que no se detiene y resulta muy dinámico. Todo el tiempo someto esas influencias a un filtro que intenta discernir qué sirve y qué no cuando asumo un proyecto. En mi caso, representa un estado constante de superación.
“Con respecto a la especialización, sí defiendo la necesidad de adquirir conocimientos propios del universo editorial: desde aspectos conceptuales y técnicos hasta tecnológicos. No basta con ser creativos. Generalmente, cuando nos graduamos del ISDI, poseemos los rudimentos para abordar un plan editorial, pero el resto se aprende en la práctica diaria”.
¿Qué tipo de literatura prefieres ilustrar y cuál género te demanda mayor rigor?
“Definitivamente prefiero la ilustración de libros para niños, aunque no desestimo ninguna otra. Siento que es un público que demanda mucho esfuerzo y a la vez me permite recrear universos personales, desplegar mi imaginación, generar una historia paralela al texto literario. Persigo que las ilustraciones aporten algo a la historia aprovechando las virtudes expresivas de la imagen. Entiendo que la buena ilustración dialoga con el texto y no es aquella que lo reitera”.
El auge de las tecnologías digitales, a criterio de algunos, ha puesto en crisis la génesis y comercialización de un libro. Desde tu experiencia y ambiciones ¿qué posibilidades y desafíos entrañan las nuevas tecnologías y soportes para creadores y lectores?
“Apuesto por la coexistencia de formas de acercarse a la información. Cada soporte tiene sus características y dinámicas de interacción, lo cual exige la generación de interfaces adecuadas para su uso. Esto, enfocado desde la perspectiva del diseño, presupone una complejización del trabajo, y también una diversificación de las posibilidades expresivas e interpretativas. Mas no por ello el libro impreso perderá su espacio”.