Entre agosto y noviembre de 1888 mató al menos cinco mujeres, conocidas como “las víctimas canónicas”: Mary Nichols (31 de agosto), Annie Chapman (8 de septiembre), Elizabeth Stride (30 de septiembre), Catherine Eddowes (30 de septiembre) y Mary Kelly (9 de noviembre).
Al centrar la atención de la prensa y el público en las calles y las personas de los barrios más pobres y criminales de Londres, Jack el Destripador logró exponer el lado más sórdido de la sociedad victoriana.
Eran prostitutas que vivían y trabajaban en uno de esos barrios. Les cortaba la garganta y luego les practicaba mutilaciones abdominales. La extracción de órganos internos de al menos tres de las víctimas condujo desde temprano a la idea de que el asesino tenía algún conocimiento anatómico o quirúrgico.
El nombre Jack el Destripador se originó en una carta anónima enviada a la policía, aludidamente escrita por el asesino. Se suele creer que pudo haberla escrito uno o quizás varios periodistas en un intento por aumentar el interés en la historia y la circulación de sus periódicos.
Recibida por George Lusk, del Comité de Vigilancia de Whitechapel, llegó con la mitad de un riñón humano preservado, supuestamente perteneciente a una de las víctimas.
Sus brutales asesinatos, el misterio de su identidad y sus motivaciones han inspirado innumerables novelas, películas y teorías durante más de un siglo.
Pero ahora una investigación forense de ADN, publicada por dos británicos en el Journal of Forensic Science, identifica al Destripador: Aaron Kosminski, un barbero polaco de 23 años y principal sospechoso de entonces.
Las “manchas de semen coinciden con las secuencias de uno de los principales sospechosos de la policía, Aaron Kosminski”, dice el estudio a cargo de Jari Louhelainen, de la Universidad de Liverpool John Moores, y David Miller de la Universidad de Leeds.
Sus autores realizaron pruebas genéticas de sangre y semen en un chal encontrado cerca del cuerpo de Catherine Eddowes, la cuarta víctima del Destripador. Su cuerpo gravemente mutilado fue descubierto el 30 de septiembre de 1888.
Kosminski, que desapareció después de los asesinatos, fue identificado como como posible sospechoso, pero esto ha sido tema de debate.
Los investigadores analizaron el chal de seda durante los últimos ocho años. Según ellos, “el chal al que se hace referencia en este documento es la única evidencia física asociada con estos asesinatos”.
Mediante el análisis de fragmentos del ADN de la víctima y el sospechoso los investigadores pudieron compararlo con muestras tomadas de descendientes vivos de Eddowes y Kosminski.
El artículo también sostiene que las características “observables” del sospechoso, derivadas del ADN, coinciden con el único relato de testigos presenciales con los asesinatos que la policía había declarado “considerablemente confiables”.
Se trata, dicen, del “primer análisis sistemático a nivel molecular de la única evidencia física sobreviviente relacionada con los asesinatos de Jack el Destripador”.
Pero científicos británicos tomaron distancia. Adam Rutherford, un experto en genética, posteó en Twitter que la procedencia del chal era cuestionable y que “la forma como se manejó hace que el análisis del ADN sea muy problemático”.
Dear all, A thread on bad science: The story doing the rounds about the identification of Jack the Ripper via DNA from a shawl is doing the rounds again.
1/n— Dr Adam Rutherford (@AdamRutherford) March 18, 2019
No es la primera vez que al barbero polaco se le identifica como el autor de los crímenes. En 2014 el escritor británico Russell Edwards lo hizo en su libro Nombrando a Jack el Destripador.