Conocí de la antropóloga argentina Rita Segato (Buenos Aires, 1951) en la actual Feria del Libro de Buenos Aires, una de las voces más sonadas del feminismo hoy, una verdadera agitadora. Ya he escuchado dos de sus conferencias. Primero, al abrir el evento, con un discurso encendido donde invitaba a transgredir normas, desglosando la desobediencia en siete momentos por los que, asimismo, pasaban sus presupuestos teóricos, filosóficos, éticos y culturales.
“La estrella guía de la humanidad es, precisamente, su capacidad de desvío”, dijo, y partiendo de este punto de vista sugiere a las mujeres y hombres practicar la “ética de la insatisfacción”. Por ese rumbo lograremos lo que considera la clave de todo: ser pluralista antes de ser estrictamente cualquier cosa, feminista o lo que sea; poner la pluralidad por encima de cualquier valor, incluso del patriotismo, es la piedra filosofal de ella y de nuestro continente.
Porque la lógica de estas tierras es “trágica en el sentido de que puede convivir con la inconsistencia, con verdades incompatibles, con la ecuación A y no-A, opuestos y verdaderos ambos, y al mismo tiempo. Y por lo tanto siempre dotada de la intensidad vital de la desobediencia.” Lo ha dicho una y otra vez de distintas maneras para sus oyentes neófitos o veteranos.
La aspiración de la antropóloga que se doctoró en Belfas, en 1984, y que ha sido profesora del Departamento de Antropología de la Universidad de Brasilia e investigadora de nivel máximo del Consejo Nacional de Pesquisas Científicas y Tecnológicas de Brasil, asentada hoy en la pequeña ciudad argentina de Tilcara es “tener un mundo radicalmente plural como meta histórica”.
Para Rita Segato la pluralidad es inherente al ser humano y, claro está, a América, porque contrariamente a Europa, “el continente de la neurosis monoteísta”, la lógica de estas tierras no es “monológica, monopólica, regida por la neurosis de coherencia y del control, la neurosis monoteísta y blanca de los europeos”, sino que “siempre estará dotada de la intensidad vital de la desobediencia”.
“Yo creo absolutamente en todo, en los espíritus de los suelos, los subsuelos, las aguas; en los fantasmas, en la reencarnación; en los dioses de todas las civilizaciones; hasta en Jesús”, dijo la segunda vez que la escuché, durante un conversatorio a sala repleta (500 personas) en La Rural, sede de la Feria.
El espacio reprodujo el estilo de la Cátedra de Pensamiento Incómodo que mantiene desde el año pasado en la Universidad de San Martín, donde uno de sus principios es cultivar “el arte de pensar en conversación” y desarrollar el ensayo, ese género que “es nuestra manera de pensar”, una de las armas de batallas de las ciencias sociales.
Rita Segato es hoy, además, una de los sustentos teóricos del feminismo argentino. La necesidad de su voz para las mujeres que luchan, por el aborto legal, por ejemplo, o contra los feminicidios, sigue siendo palpable en la Feria. Aun cuando ella no sea la oradora principal del espacio que incorpora su nombre, allí se acumulan decenas de seguidores para oírle.
Conjuntamente, la venta de sus libros se ha disparado poniendo su nombre entre los autores más buscados de esta edición. Ya en las primeras horas se había convertido en bestseller gracias a textos como Contra pedagogías de la crueldad (Prometeo) y verdaderos clásicos como Las estructuras elementales de la violencia (Universidad Nacional de Quilmes, 2003), materiales que edita siempre desde Latinoamérica, porque esa es otra de sus batallas: pensar desde el lugar que provoca el pensamiento en cuestión, hecho que, recalca, no es lógico en la creencia colectiva debido a que resulta extendida la idea de que “el pensador no puede estar cerca de nosotros”.
Semejante criterio, para Segato, es sencillamente “un síntoma y resultado de la colonialidad del poder”, como lo son de otro modo las pautas que rigen la evaluación académica, fruto de una agenda mundial diseñada y estructurada desde el norte y que, en la mayoría de las naciones y centros educacionales, se tornan “suicidas para la imaginación”.
Contra ese poder estructurado, contra esa idea que impide pensarnos partiendo de un sistema teórico propio y nos deja convertidos netamente en consumidores de teorías coloniales, trabaja Rita Segato y con ella, hoy, quienes integran la Cátedra de Pensamiento Incómodo y todos los que se interesan en su obra.
Impulsar autores y obras edificadas desde el sur, lograr que se patenten sus categorías teóricas resulta esencial para romper el bloqueo de pensamiento que padece la región. Y más ha dicho ella: “El Norte consume datos producidos por acá, pero no consume nuestra teoría”.
En este sentido, recalcaba para el público reunido, la importancia de autorizar voces, voces que son autorizables en la medida en que sean capaces de argumentar y convencer con sus propuestas.
Además de sus laboreos teóricos, Segato impulsa proyectos que alcanzan otras zonas de la sociedad y la política, como el poder judicial; porque “la justicia es un déficit central de la colonial modernidad”.
Confiesa: “Uno de mis sueños es lograr un tribunal ético que juzgue la justicia argentina en los campos de género y salud. Creo que lo estoy logrando”.
Pero, la realidad de haberse convertido en vocera o pitonisa la asusta un poco: “Un día podría terminar”, dice: “porque el amor y el odio están muy próximos”. Además, se ha dado cuenta que “el público argentino es mesiánico, siempre espera la aparición de un Mesías que le revele el futuro. Es un público caudillista”.
Por lo visto en estos días tengo la impresión de que es ahora cuando la teoría de Segato comenzará a universalizarse, primero porque, como ella misma advierte en cada una de sus presentaciones, “un autor necesita libros que viajen” y los suyos están viajando, como su voz y sus ideas, que puede ser cuestionables, pero siempre desembocan en un pensamiento posterior; resultan ideas sumamente provocadoras y atractivas como para ignorarlas.