El nombre de Ernesto Daranas está asociado indefectiblemente a producciones audiovisuales de calidad que han logrado seducir al público cubano. Entre ellas destaca la película Los dioses rotos, su ópera prima en el cine, que en el 2008 logró alzarse con el premio de la popularidad en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de la Habana y que fuera escogida para representar a Cuba en la carrera por los premios Oscar, galardón que finalmente recayó en la cinta argentina El secreto de sus ojos.
Pero antes de que Daranas se convirtiera en un aguzado guionista y director de producciones televisivas y cinematográficas, dejó su impronta en la radio. En este escenario inició sus andadura por los medios de comunicación y en él sentó pauta al transformar la manera en que se realizaban las radionovelas.
Impulsado por su afán de conmover a las personas a partir de historias que reflejaran la compleja realidad cubana de los inicios de los años noventa, Ernesto Daranas escribió doce radionovelas que fueron transmitidas por Radio Rebelde y que alcanzaron raiting nacional, premios en festivales de radio y en el Caracol de la UNEAC.
Para mayor satisfacción, sus obras no solo les hablaron a los cubanos de su cotidianidad con la cuota exacta de verismo y sensibilidad, sino también lograron calar en el imaginario de la radioaudiencia de siete naciones del continente latinoamericano.
¿Cómo fue el proceso de lograr establecer una novela de corte social en Radio Rebelde?
Era un momento particular, específico. Me parece que el proyecto nace sin que le gente tenga muy claro de qué iba a ir aquello, pero se manifestó en la primera novela que se llamaba «Desde el hueco». Entonces, lo impresionante fue como el equipo de trabajo lo recibió, que rompió, en un momento determinado, su concepción de la radio. El entusiasmo con que gente de mucha experiencia, incluso, personas que tú podías asociar a la radio más tradicional entraron al proyecto con absoluta armonía, como si toda la vida hubieran hecho eso. Se demostraba la importancia del diálogo con la identidad, con lo que realmente somos y eso se consiguió enseguida. Una cosa muy importante fue el incremento de la audiencia masculina. La novela consiguió levantar el raiting de la audiencia femenina, pero la empezó a oír una cantidad de hombres tremenda. No te olvides que fue en un momento de apagones, en el que la radio sustituyó muchas cosas, o sea, era un momento que facilitó que hubiera mucha audiencia.
Cuando usted se acercó a la radio, ¿lo hizo con el propósito de transformar la manera en que hasta el momento se hacía la radionovela?
Nunca ha estado a priori la pretensión ni en la radio, ni en la televisión, ni ahora en el cine. Nunca la he tenido.
Sí tengo una cosa. Yo vivo en la Habana Vieja en el contexto de un barrio humilde, de gente sencilla. Yo dialogo con ellos constantemente, diariamente y son personas muy inteligentes, o sea, hay una inteligencia en la naturaleza de la nacionalidad, que es esa cosa viva, que es consustancial a nuestra idiosincrasia. Ese siempre ha sido para mí un punto de partida, que estoy hablando con gente inteligente. Yo no podía partir de subestimar al medio, a la radionovela. Para mí estaba muy claro que el oyente pensaba, que era inteligente. Sí me preguntaba, cómo yo le respondo a esa gente al entrar en su casa porque desde la radio anterior, desde Félix B. Caignet con «Ángeles de la calle» eso se hacía. En la tradición radiofónica cubana eso se hacía desde « El derecho de nacer», o sea, hay una vocación social que no es exclusiva de esta radio de ahora, ni lo de lo que hicimos nosotros en Rebelde, ni de lo que están haciendo ahora. Eso nació con la radio dramática de este país.
Entonces, esa vocación social, la preocupación por saber cómo se sentía la gente, para mí esa era la pregunta. En medio del período especial me decían que nadie quería que le hablaran de las carencias y la audiencia demostró lo contrario. La audiencia demostró que estaban dispuestos a escuchar eso siempre que se hiciera con respeto y autenticidad, aportando algo de comprensión a lo que se estaba viviendo. Se nos dijo que la gente no quería que se hablara de sus trabajos ni de las cosas feas. El problema era que la gente no quería que le enseñaran cosas feas y que además fueran falsas. La gente no quería eso. El público te admite que lo hagas en una telenovela extranjera porque es otra realidad y lo asume como un cuento de hadas, pero cuando le hablas de su realidad, la gente lo asume como su realidad y no te admite falsas salidas ni trampitas. Eso es lo que pasa.
¿Cómo recibió el público esta manera de enfocar un género de tanta tradición en nuestro país?
Yo conocí a un chofer de la ruta 98 cuando pasaba una sola en todo el día. A las nueve y cuarto me esperaba todos los días. Si yo me demoraba cinco minutos él me esperaba esos cinco minutos con la guagua llena de gente porque quería hablar de la novela. Cuando se supo que Adrián era homosexual, al final de esa novela, me llegaron sacos de cartas y todos los chóferes del paradero de la Lisa me llamaron porque ellos habían hecho una apuesta para ver si el muchacho era homosexual o no. Al final cuando lo confirmaron fue muy lindo porque me dijeron que sintieron que habían ganado todos y que habían llorado porque que fuera homosexual o no era lo de menos.
¿Tiene conciencia de que su incursión en la escritura de radionovelas ha sentado pautas y que muchos de los más jóvenes escritores lo toman como ejemplo?
Creo que fue una coyuntura. Cualquiera de ellos hubiera podido hacerlo. Freddy (Domínguez) es un excelente escritor, Cary (Cruz) es una guionista natural, es una narradora de historias natural con una sensibilidad que está asociada siempre a lo existencial. La radio es un medio muy popular e implica siempre de parte del autor un conocimiento de su realidad. Eso sí me parece que es un elemento que en la radio es muy específico. La radionovela cubana de actualidad, como la radionovela en general, aunque se recree otro momento, inevitablemente, se establece un diálogo intercontextual con lo que estamos viviendo. Me parece que esos guionistas y otros más, como Silvio Hernández o Albertico Luberta, hubieran asumido ese mismo tipo de novela.
No fue una búsqueda, era algo que se caía de la mata. No fue una búsqueda exprofeso. Era claro que el momento estaba demandando eso, como es claro ahora. Es lo que me parece fundamental.