María Bacardí es una artista en constante cambio y evolución que ha logrado pasar con acierto del teatro a las artes visuales y actualmente en la música. Las secuelas de la emigración que sufrió desde pequeña se materializan en Deseo y Duele, dos producciones discográficas donde la cubano-americana recurre al bolero como método para reconectar con sus raíces.
El segundo álbum salió este año con un sonido totalmente diferente. Neo-Bolero, así lo ha bautizado la descendiente de Facundo Bacardí, con un sello muy particular y detallados arreglos, además del trabajo de producción, ambas labores a cargo de David Oquendo y Edgar (Edgaro) González, este último consolidando su carrera como productor, a la par de su desempeño como rapero en Doble Filo.
El bolero es uno de los géneros más representativos de la música cubana y, aunque varios artistas cubanos han tratado de sacarlo del olvido en los últimos tiempos, apuestan por incursionar en su formato habitual o en arreglos que responden a la balada pop o a la canción. Duele rompe con ese esquema e incorpora sonoridades electrónicas, del R&B y el hip-hop, siempre como base el jazz y el filin, para dar vida a esta sonoridad contemporánea.
Clásicos de Frank Domínguez, Adolfo Guzmán, Marta Valdés, Piloto y Vera, Miguel Matamoros entre otros autores. Precisamente con Lágrimas Negras, de Matamoros, abre el disco, cantando el tema en inglés, variante que la cantante utiliza con frecuencia en varias de sus interpretaciones.
Si Deseo, realizado en el 2013, parte de la necesidad de María Bacardí de apropiarse con estas melodías nostálgicas y pasionales de un poco de su cubanía, pues en este sólo se limita a interpretar clásicos temas en un formato tradicional, en Duele vemos como la artista utiliza toda la experiencia vivida desde la década del 90 del pasado siglo en New York, donde existe un nicho grande de músicos cubanos asociados al mundo del jazz en su mayoría.
Para la realización del álbum, grabado en sus estudios personales MB Records, Bacardí reunió a un grupo de talentosos músicos cubanos, jóvenes en su mayoría y con influencias jazzísticas: Dayramir González y Axel Tosca Laugart en los teclados, Gastón Joya en el bajo, Kali Rodríguez en la trompeta, Amaury Acosta en el drums y David Oquendo en la guitarra y voces, donde también interviene Melvis Santa, y la participación especial de esa leyenda viviente que es Paquito D’ Rivera.
La voz de María denota añoranza. Canta con la fuerza y la dulzura propia del bolero, tanto en inglés como en español, otro valor añadido en Duele. Si bien conocía esta música por la influencia familiar, logra incorporarle junto al equipo de trabajo una sonoridad contemporánea, saca al bolero de su zona de confort y lo ubica en el siglo XXI, más asequible para las nuevas generaciones, para que este ritmo aún no ha muerto.