Cuando le pregunto por la entrevista de Amaury Pérez en “Con dos que se quieran”, el director de cine Lester Hamlet dice a medio camino entre el orgullo y la protesta que a él lo han felicitado más por ese programa que por sus cuatro películas juntas.
“¿Eso le molesta?” –pregunto.
“¡No! –reacciona– ¡Una comunidad entera me agradeció y vio esperanzas en mí!”
Tiene razón, porque salir del clóset en la televisión nacional cubana como un hombre homosexual incluso hoy, tres años después de aquellas palabras frente a las cámaras, sigue siendo una osadía a la que solo se atreven los corazones libres.
En Q quisimos conversar con este artista sobre su vida, la manera en que ha entrelazado su identidad sexual con su trabajo y su visión sobre el papel que debería jugar el cine en el avance de los derechos de las personas LGBTIQ+ en Cuba.
Partimos de que usted vive abiertamente su orientación sexual tanto en su vida personal como profesional, ¿siempre ha sido así?
Siempre ha sido así. Nunca tuve conflictos por eso, nunca me sentí diferente por ser gay. Yo era como yo era. Me acuerdo que cuando estaba en primer grado, igual que las niñas se inventaban su novio, yo hablaba de mi novio y decía que mi novio era Ernesto, y en segundo grado sin que ellos lo supieran me peleé con Ernesto y me hice novio de Raúl. Eso de que “es mi novio pero no lo sabe”, yo no tuve “es mi novia pero no lo sabe”.
¿Nunca tuvo problema con eso en ningún espacio?
(Niega con la cabeza) Yo no recuerdo haber tenido problemas con eso jamás. Tal vez la única vez que recuerde haber tenido problema, fue una vez que discutí y me fajé con un vecinito mío, por unos juguetes y el me ganó. Mi papá me dio porque no me podían ganar, pero no creo que tuviera que ver con mi identidad. Nunca tuve conflictos con eso.
También yo vengo de un medio muy cómodo. Es decir, yo no trabajo en Antillana de Acero, ni trabajo en el Wajay donde entrenan a los boxeadores. Yo trabajaba en el mundo del teatro desde que empecé, donde es mayor la presencia gay, creo.
¿El mundo del cine no es homofóbico?
El mundo del cine no es homofóbico. El mundo del cine no es la televisión. El mundo del cine es más de la cultura, donde las relaciones interpersonales entre nosotros vienen básicamente porque estamos unidos en proyectos culturales.
Hacer una película es hacer cultura, hacer un documental es hacer cultura, o hacer productos para la cultura. Nunca me he dado cuenta si son homofóbicos o no. Me importan tan poco los homofóbicos que no me doy cuenta si los hay o no.
¿Entonces nunca ha sentido rechazo?
Sí, cómo no, pero eso es un problema de los demás. Yo por ejemplo pude haber sentido una acción como no cariñosa, un tratamiento despectivo, pero eso ha sido alguna vez. En mi caso es al revés, yo nunca me he sentido ni rechazado, ni relegado, ni disminuido por mi condición.
¿Cómo diría que se relaciona su sexualidad en su obra?
Creo que como la he relacionado fue en “Casa Vieja”, que es la película donde más referencias hago a mí. Convertí a Esteban en una especie de alter ego mío: sus actitudes son mías, su hieratismo es mío. Fue un personaje que armé desde mí.
Me propuse hacer un personaje gay. El tipo de gay que yo quería que fuera Esteban era semejante a mí. No quería que fuera un esperpento. Le pedí que se fijara en mí, que me copiara. Le montaba movimientos míos, formas de sentarme e histerias como la de darle una patada al cristal de la puerta de la funeraria.
Son todas cosas que se estudiaron y decidimos hacer, pero en primer lugar quería hablar de un gay del que yo no me avergonzara como espectador, porque me duele mucho cuando veo películas o series o novelas o cualquier tipo de trabajo de ficción donde el personaje del gay casi siempre es un estereotipo, una imagen casi payasa, “clownezca”.
Dijo en un foro de Juventud Rebelde que la presencia del gay en la producción audiovisual nacional, salvo contadísimas excepciones, le ha provocado insatisfacciones.
Salvo algunos casos como Fresa y Chocolate, hay gays que no soportaba en otras películas, que prefiero no mencionar para no caer en algún dilema ético, porque también [esto responde a] la visión que pueda tener un director heterosexual y homofóbico sobre el gay.
Aquí todo el mundo tiene y debe tener derecho a un análisis del otro, pero cuando uno trabaja en esto tiene que fisgonear mucho, ver quién es el otro, por dónde aparece, qué es lo que hace.
¿El hecho de que lxs directorxs que se han acercado a estas temáticas –Fernando Pérez, Jorge Perugorría, Magda González Grau– no sean parte de los colectivos LGBTIQ+ influye en la representación que hacen de nosotres?
No es el caso de Fernando, que tiene el personaje de Jorgito Martínez en Últimos días en La Habana, porque Fernando es un ser-dios. Él nos entendería a cada uno como un personaje, como mismo entendía la sociopatía de su personaje en Madagascar, o la locura o el estado de depauperación y enfermedad de otros personajes. En Fernando no hay esas fronteras.
¿Y en los otros casos?
Eso depende, porque hay quien se ha acercado desde una mirada crítica, hay quien lo ha hecho desde una mirada humana. Yo creo que en el caso de Marilyn Solaya, que es una directora mujer e hizo Vestido de Novia, tiene una manera de acercarse al conflicto desde principios con los que ella vive de inclusión y de libertad. Ella maneja muchas tesis a favor del desarrollo de un hombre mejor, de una mente mejor y de una sociedad más inclusiva por lo que sus personajes están vistos con ese objetivo.
Yo no creo que la sexualidad de una persona determine, sino su manera de enfrentar esos tabúes, su cultura y su educación.
¿Cree que han aparecido mejores representaciones de las personas LGBTIQ+ durante los últimos años en la cinematografía cubana?
Creo que Fresa y Chocolate fue un parteaguas, y a partir de ahí el homosexual entró al cine cubano con otra visibilidad. Se empezaron a conocer y a manejar sus conflictos, a desentrañar su vida, sus vericuetos de una manera distinta, gracias a Titón y a Tabío que en ese momento lo hicieron así.
No es lo mismo la sociedad de los 60, los 70, a la sociedad de los dos mil 10 y pico, hay mucho que ha evolucionado para bien y para mal, porque en algún punto creo que tanta libertad conduce a un libertinaje que tampoco es bueno, que también da una imagen deteriorada.
Al igual que los cheos matraca abusadores de sus mujeres y con determinadas actitudes son negativos, también es negativo la recontra loca, irreverente, amanerada de más y de show, por gusto. [Aunque] también creo que vivimos en un universo lo suficientemente grande como para que existan los extremos, y uno tiene que ser tolerante ante eso.
A veces digo que yo soy homofóbico siendo homosexual porque hay algunas actitudes que no me gustan nada y digo “¿pero por qué tienen que hacerlo?”, y después digo: “¿y por qué tú te metes con los demás si no te gusta que se metan contigo?”. Pero estamos educados de alguna manera en un esquema patriarcal de la familia, en donde te enseñan que el hombre es fuerte, la mujer es débil, el hombre trabaja, la mujer acompaña, y hay determinados patrones en los que la mayoría se ha criado.
Yo no, yo soy un hijo de una madre que quiso tener a su hijo en producción independiente, con un padre que ha estado presente a su manera, pero yo no he vivido exactamente en un lugar de mamá y papá. A mí me criaron mi mamá y mi abuela.
O sea, que el cine ha reflejado lo que es la sociedad cubana, aunque también pudiera ser vanguardia en el cambio ¿no?
Debería serlo, porque el cine tiene entre muchísimas otras cosas una importantísima función social, dado que el cine es lo que nos va a contar la historia, el cine es lo que nos está contando qué tiempos vivimos, qué tiempo fue, qué tiempo será.
El cine se anticipa o se retrasa. Cuando quieres saber cómo fue Cuba en determinado momento lo primero que dices es: “vamos a ver tal película que está basada en aquel momento”, por lo cual el cine tiene una responsabilidad en cómo cuenta la historia.
Creo que debería ser más incisivo en la búsqueda de temáticas, pero también hay que ver qué le interesa contar a un director. Hay directores a los que las temáticas LGBT –y todas las letras que tenemos ahora–, no les importan y tienen otros conflictos.
Lo que sí hay que tener claro es cómo van a ser tratadas esas historias en el caso de que aparezcan. Tiene que haber un sentido ético y humanista en los directores y los guionistas para tratar(nos), para tratar a personajes como nosotros.
Para usted quizás es más fácil porque forma parte de su vida, pero para directorxs que no lidian con estas identidades o sexualidades es diferente.
Es lo mismo que me pregunto yo: ¿qué hago cuando quiero mostrar una relación heterosexual? Yo no sé cómo funcionan, yo me las tengo que inventar. Yo no sé qué hacen un hombre y una mujer en la cama.
Y tienen que ser responsable con eso…
¡Exacto! Yo he pedido cosas, por ejemplo, en la película Ya no es antes, hay un momento en el que el personaje de Isabel se masturba y yo le digo a Isabel: “Entonces en este momento tú te sientas…” y ella me dijo: “¡pero es que yo no me puedo masturbar sentada! Las mujeres no hacen eso sentadas”. Me pasan cosas así porque no conozco, igual supongo que les pase a ellos.
¿Cree que lxs directorxs estén cumpliendo con esa responsabilidad? Si las personas dentro de 20 años, usando el cine como historia, miran a la comunidad LGBTIQ+ que está representada en el cine: ¿Hay una representación responsable?
No, yo creo que es mucha más la presencia real que tienen las personas LGBT en la sociedad que su representación en el arte. Creo que tenemos mucha más participación en la sociedad contemporánea, cotidianamente, que lo que el arte de este momento nos está representando, pero nos está representando.
¿Diría que las producciones independientes han avanzado más en esa representación?
No estoy tan al tanto, yo por suerte tengo mucho tiempo ocupado, aunque he participado en esos eventos como jurado o como comité de selección, y me ha encantado porque me ha dado la oportunidad de poder ver mucho material de una vez.
No obstante, hay documentales que recuerdo como “Villa Rosa”, sobre una persona trans en Caibarién. Está Ella trabaja y otros documentales sobre todo que se refieren a personajes de la comunidad. Hay varias oportunidades para la presentación y la gente los está usando.
¿Porque existe una mayor sensibilidad sobre el asunto o porque son temáticas muy llamativas?
Yo creo que ahora mismo porque está de moda, [luego de que] hemos sido ofendidos, vilipendiados, de que han jugado con nosotros: todo este jueguito con el matrimonio, todo lo del [Artículo] 68 [del proyecto de Constitución], para que eso lo sometieran a un escrutinio social, cosa que no hacen en ningún país, eso no se vota, eso lo decide el gobierno y se instaura o no.
Tú no puedes ir a pedirle el voto a una sociedad que sabemos que es patriarcal y heterodefensora. No lo puedes llevar a votación porque va a pasar lo que va a pasar, lo que pasó. Esas cosas tienen que decidirse a nivel de gobierno.
¿Cómo puede aportar el cine a ese proceso de avance de los derechos y el bienestar de las personas LGBTIQ+?
Hace muchos años aquí se hizo Retrato de Teresa que es un clásico para siempre, que hablaba sobre esa sociedad patriarcal, donde la mujer quiere trabajar pero el marido no la deja y ella se rebela ante eso. Por supuesto que después de esa película la mentalidad cambió y yo creo que necesitamos una historia así de contundente.
¿No cree que exista?
¡No, hombre, no! ¡Esa historia no está contada!
Quizás tienen que ser muchas historias…
¡A lo mejor! Pero no ha aparecido. En Fresa y Chocolate hubo un atisbo, apareció un personaje que el director logró que quisiéramos. No era un personaje negativo, fue un personaje al que no rechazamos: desde la belleza del actor, desde su magnífico trabajo de interpretación, desde la música. Fue un personaje que uno acogió, pero todavía no ha sido la película, o a lo mejor ya lo fue y no nos dimos cuenta y es algo que analizarán otras personas 20 años después, mirando a más distancia.
También estamos viviendo nuestro momento histórico, yo no sé las trascendencias que tengan las cosas que estamos haciendo ahora, yo lo que sí creo que hay que apelar a la voluntariedad y a los deseos de los directores y los guionistas para ver esas historias y ver cómo se unen al proceso cultural e histórico en que estamos inmersos.
Personalmente, ¿le interesa seguir representando estos temas en su obra? ¿Contribuir a una representación diferente de nuestros colectivos?
¡Claro! Por ejemplo ahora yo quiero hacer una película sobre la vida de Bola de Nieve, que en su esencia sería un retrato de cómo era la sociedad en los 70 para con los homosexuales y cómo vivían los homosexuales su amor desde el personaje de Bola, que tuvo muchos problemas en su misma aceptación de su sexualidad, hasta otro personaje que está inspirado en mi madre, que tiene una producción independiente porque es lesbiana y de otra manera no podría.
Tengo otro proyecto que se llama Las, que es una historia de amor de un grupo de cinco amigas lesbianas. Esos son mis fantasmas, están en mi cabeza. Ojalá encontrara un productor, que se convirtiera en un agente de cambio y le interesara que un cineasta como yo hiciera esa película.
Sobre el programa de Amaury Pérez: ¿por qué decidió abrirse en ese espacio?
Yo no decidí abrirme. Él me preguntó y yo le contesté.
Pero él mismo aclaró en su preámbulo que otres artistas LGBTIQ+ no habían querido hablar de su vida privada.
¡Dos oraciones antes ya yo sabía por dónde iba a venir!
¿Ese tema no se pactó antes de la entrevista? ¿Sabía que le iban a preguntar algo así?
No. Él me llamó un día para invitarme al programa. Otro día me llamó para ver conmigo el cuestionario y yo le dije que no, que no quería conocer sus preguntas.
-“¿Te puedo preguntar de TODO?” –me preguntó.
-“Sí –le dije- todo lo que me quieras preguntar yo te lo voy a responder”.
-“¿Pero de todo, todo, Lester?”
-“Todo, Amaury: ¡aquí no hay lío!”. Esa fue la manera en la que se pactó la entrevista.
Yo le di libertad absoluta. Además, todo el mundo dice que Amaury en las entrevistas empieza con que “él es amigo mío”, “lo conozco desde que era un niño”, pues en este caso era verdad: Amaury me conoce desde muy niño, por mi mamá, que era productora de espectáculos y trabajaba en la industria de la música también. Yo le di permiso completo para que preguntara lo que quisiera.
¿En ese momento se sintió nervioso, presionado? Hay quien dice que no siempre tenemos idea de las connotaciones de las cosas en el momento y ese fue un momento de mucha connotación para muchas personas.
Su salida al aire fue un momento de mucha connotación, pero no para mí en el momento que lo dije.
¿Hubo reacciones de la gente?
¡Infinitas! Todavía las hay.
¿Me cuenta alguna? Quizás una buena y una mala.
Mala no ha habido ninguna.
¿No?
¡No! Una buena: al otro día cuando salgo de mi casa, venía una mujer en un bicitaxi y desde que me ve empieza a decirle al del bicitaxi: “¡para, para, para!”. Cuando para viene para arriba de mí y me dice: “¡Ay, mi amor! Déjame darte un beso que yo no he parado de llorar contigo en toda la noche ¡qué cosa más bella!”. Otro hombre que iba delante de mí en una panadería cuando sale me dice bajito: “¡Muchas gracias por lo que hiciste por nosotros ayer!”.
Ha habido todo tipo de manifestaciones amorosas. A mí no me han felicitado tanto en mi vida. ¡Por la entrevista de Amaury me felicitaron más que por mis cuatro películas juntas!
O sea, usted sabía las connotaciones que tenía salir por la televisión nacional hablando abiertamente de su sexualidad, su pareja y sus anhelos.
Las supe cuando el programa estaba al aire. Yo di la entrevista y después me la mandaron para que la viera, pero el día que la vi al aire, el día que salió, que yo oí por el cajón del respiradero de mi edificio que TODO mi edificio la estaba viendo, que la gente de mi entorno estaba puesta para lo que yo decía…
¡Y ver lo que pasó con mi teléfono, con el teléfono de mi marido, con los fijos de la casa que no paraban de sonar! Me llamaban desde amigos míos del preuniversitario hasta Abel Prieto y Miguel Barnet.
Me llamó conocido por conocido. Hubo un mensaje que fue el primero que me llegó al teléfono que decía: “Usted no me conoce pero encontré su número en la guía de Etecsa. Estaba viendo el programa con mi familia y en un minuto usted cambió para siempre mi vida. ¡Muchas gracias!”.
Yo siento, y mi vanidad me hace sentir, que ha habido pocos programas más importante a nivel de consecuencias que este, porque representé a una comunidad que había estado en silencio, o que no había tenido aquello de que alguien dijera: “¡yo sí, yo soy! ¿y qué?”.
En ese momento habló del matrimonio.
Yo estoy casado.
¿Dónde se casó?
En mi corazón y con un notario. Nosotros nos fuimos al notario, cada uno hizo un testamento a nombre del otro y ya estamos casados. Si muero todo es para mi marido, si él muere todo es para mí, que es de las cosas para las que sirve el matrimonio, para velar los valores patrimoniales que estas creando en la familia, y como pareja, ¿no?
Si gastamos dinero en comprar un bien, pues ese bien es de los dos, no porque yo me muera él se va a quedar desamparado, sin un apoyo legal. No, yo me casé, yo eso lo resolví.
Pero hay una significación alrededor del matrimonio…
¡Romántica! Me hubiera encantado haberme casado con Yohan, me hubiera encantado hacer un show de mi boda, una fiesta con mis amigos. Haberlo celebrado, el matrimonio, me hubiera encantado.
¿Apoyaría una campaña por el matrimonio igualitario?
¡Claro!
¿Se considera un activista?
¡Me consideran un activista!
¿Y usted? ¿Se considera un activista?
No, yo no me considero un activista. Yo me considero un hombre libre, mi libertad la consideran activismo los demás. Yo no hago nada para que los otros hagan algo, yo hago las cosas para vivir tranquilo y en paz. Si esa manera desenfadada y atrevida de vivir me convierte en un activista, entonces sí lo soy.
*Esta entrevista apareció originalmente en la revista Q de Cuir. Se reproduce con la expresa autorización de sus editores.