Es un lugar común recurrir a que García Márquez describió el periodismo como el mejor oficio del mundo. Y musito: Sí, sí. Pero en ocasiones creo absolutamente lo contrario: que es el peor trabajo que a alguien le pueda tocar y que cobra un tinte verdaderamente macabro la mayoría de las veces. ¿Cómo no serlo si lo mejor que sabe hacer uno es desenterrar cadáveres, sobrevolar el cuerpo de los moribundos o mostrar las monstruosidades en cualquier situación?
Nada más sabio y certero que aquella otra frase (¡lugares comunes tenemos para regalar!) dicha en la academia o en la redacción. La gente recurre a ella con bastante frecuencia, porque si el médico entierra sus errores, el periodista los publica. También el refrán tiene su contrario de alguna manera: según la capacidad que tenga el periodista de mostrar con estilo los errores de otro, así crecerá su gloria y se esfumarán sus propios deslices.
No importa la sociedad que sea, siempre el periodista estará en la mira y más de uno querrá matarlo, literal y metafóricamente. No por gusto hay países como Siria y México donde es una de las más peligrosas profesiones.
Pero, en este punto hemos ayudado nosotros mismos a transformar la imagen del periodista en una especie de héroe-leyenda. Profesiones peores también las hay por toneladas. Una breve listica de las más letales: 1) pescadores, 2) leñadores, 3) pilotos de avión, 4) mineros, 5) electricistas, 6) techadores, 7) recolectores de basura, 8) granjeros, 9) camioneros, 10) despachadores a domicilio y, la más parecida que encuentro al oficio que yo mismo elegí: 11) ¡ordeñadores de serpientes venenosas!
Cuando comencé los estudios no sabía el verdadero rumbo que habría de tomar, en qué sitio me habría de volver un profesional verdaderamente efectivo. A punto de graduarme una amiga me dio el norte que jamás hubiera escuchado en la Comisión de Ubicaciones. Como periodista cubano, y en materia de política –dijo ella en registro de pitonisa irónica: solo tendrás éxito en un medio de Miami o en la Mesa Redonda.
Soy terco y tonto, debo reconocerlo. No me interesaba ninguna de las dos opciones. De modo que escogí el exilio. O algo más suave. En lugar de continuar carrera en La Habana me largué al lugar donde había nacido, esa linda ciudad que, en lugar de sillas, ofrecía decenas de parques y, por consiguiente, muchos bancos para sentarme.
En Holguín aprendí del periodismo, y no haciendo el que había soñado en la escuela, donde todo el mundo cree que será Kapuściński o Günter Warraff. Creo que entendí mejor de qué iba la cosa. Lo hice lo mejor que pude. Un día aparecieron los blogs, me conminaron a tener uno y, poco después, los mismos que me había exhortado a adosarlo a la página del periódico Ahora quisieron sacarlo de allí.
El contenido del blog, provinciano como mi provincia, se nos estaba yendo de las manos. Poco puede uno esperar en medio de un sistema donde se pretende controlarlo todo con la precisión de un relojero. También alguien intentaba ponerle tope a mis inocentes palabras, sin comprender que las palabras no pueden ser domesticadas aunque se les mimen como perros o se encajonen como boniatos.
Ahora los graduados de Periodismo no tienen por qué trabajar en medios estatales o, en su defecto, buscar plaza en el departamento de relaciones institucionales de una empresa u hotel. Les basta abrirse un blog, buscarse una manera de sostenerlo (punto importante) y transformarlo en una revista o medio informativo de los cuales ya hay varios y dignos de conocer o seguir en Cuba. Es un camino que, aunque viejo, comienza, y recibirá atención, cada vez más, en la medida en que la gente común tenga acceso a la Internet y estos medios demuestren sus profesionalismo.
Pero, ¿gusta esta manera de hacer periodismo, gustan estos periodistas, si no independientes sí con bastante independencia? Ni una gota, y como todo pertenece al amasijo estatal, los discriminan, los menosprecian y lentamente los van ahogando hasta dejarlos sin oxígeno. En Cuba no mueren los periodistas, pero se les acosa si acaso intentan realizar su trabajo por cuenta propia, y contrapuestos a la idea oficial. Es lo que se lee, es lo que se escucha y es lo que hay.
Mi experiencia en un periódico subordinado directamente al Partido Comunista fue agridulce. Aprendí, ya lo he dicho, sigo teniendo allí compañeros entrañables. Algunos los siento como verdaderos amigos. Dialogaba. Fueron buenos momentos y a veces me salía con la mía. Lograba colar textos a los que nadie interesaba porque solo eran leídos en la web, es decir, fuera de las fronteras. En cambio, esos mismos textos podían sufrir una poda considerable cuando se incorporaban a la edición impresa.
Un día, en una asamblea de prensa, le dije al actual presidente cubano, entonces secretario del Partido allá, que había una mano negra a última hora encargada de cambiar frases, o arrancarlas; una especie de jardinero del diablo que uno no sabía para qué equipo estaba jugando. No hay mano negra, dijo a la asamblea sin dirigirse a mí. Después, recordando a los funcionarios encargados de la revisión o a los que debían dar cuentas de la revisión a esos funcionarios, pensé: Es cierto, no es una mano negra sino blanca y tal vez trigueña por el sol que agarran en esas motos.
Ahora estoy en Buenos Aires, y aunque sigo atento a lo que sucede en la isla me pregunto lo mismo. Porque aguzo mi oído y nada, nadie habla de periodistas tampoco aquí, y si lo hacen es casi siempre para desacreditar el oficio gracias al cual tantas verdades salen a flote (¿Y mentiras? ¿Ves?, por eso lo escribo). Es eso lo que, en principio, mueve a esta descarga sin sentido. ¿O tiene?
¿Psicólogos? Sí, a esos los quieren; ¿abogados?, también son muy apreciados, todo el mundo necesita un abogado; o especialistas en marketing, expertos en ventas, agentes inmobiliarios, hasta políticos se ven en la urgencia de festejar. Pero… ¿periodistas?, ¿quién quiere a un periodista en el norte o en el sur, en el este o en oeste?, ¿quién precisa del tipo que le abre la panza y le muestre los tumores de sus entrañas para después obligar a otros a hacerse cargo de semejante complicación?
Leandro…no te preocupes..eso que cuentas no es exclusivo de los periodistas..y apenas sales x migración..te conviertes en tipo vilipendiado.. arrastras y objeto de las más disímiles ofensas.. tienes suerte con tu antiguos colegas..oq la mayoría.. recibe el rechazo soez de los oportunistas a los cuales ayudaste ni te acuerdas cuántas veces..sin embargo..te necesitan…pq cómo alientan el turismo de esos traidores, gusanos y pestilente fauna..no importa cuánto hayas apoyado o no el sistema… está dicho..la revolución se come a sus hijos..
Bueno es que lo que escribes a menudo por acá no es otra cosa que…periodismo!. “Con esos bueyes tenemos que arar”.