Cuba fue el primer país de América Latina en utilizar trenes, parte de un proyecto de modernización encabezado por la sacarocracia criolla.
A Claudio Martínez de Pinillo, el Conde de Villanueva, correspondió la tarea de hacer posible ese sueño cuando en abril de 1835 la Junta de Fomento creó la Comisión Camino de Hierro, presidida por el criollo.
El primer tramo ferroviario, de La Habana a Bejucal, tuvo 27,3 kilómetros y se inauguró el domingo 19 de noviembre de 1837, once años antes de que España tuviera el suyo. Luego, en 1838, se abrió el tramo Güines, de 30,5 kilómetros.
Esos datos y otros que integran una interesantísima historia los atesora hoy el Museo del Ferrocarril, ubicado frente al Mercado de Cuatro Caminos, Centro Habana, ahora en labores reconstructivas a cargo de constructores de la Cooperativa no Agropecuaria Pirámides.
“La estación Cristina tiene un significado especial para la capital”, le dijo a la emisora Habana Radio Mercedes Herrera Sorzano, historiadora del museo. “En el siglo XIX existían tres inmuebles de este tipo de gran importancia en la urbe: la de Villanueva, donde está ahora el Capitolio; la de Concha, aproximadamente donde radica el mercado Carlos III, y de allí salían los trenes de Marianao y Cristina, sede de los ferrocarriles que iban hacia Pinar del Río. También radicaba en ese espacio la empresa ferroviaria Ferrocarriles del Oeste de La Habana”.
Obra inaugurada en 1912, según la historiadora, concentró todas las operaciones relacionadas con la transportación de carga de las empresas habaneras, y más adelante, de pasajeros.
“Cristina devino, entonces –dijo— almacén, taller de locomotoras y de automóviles. Incluso, luego de inaugurarse el mercado de Cuatro Caminos las frutas llegaban a la terminal en vagones, donde se habilitó una línea para el mejoramiento de los cítricos”.
El museo sobresale por su parque de locomotoras, verdaderas maravillas patrimoniales de la nación cubana. Ahí está La Junta, la más vieja de Cuba, Iberoamérica y el Caribe. Construida a mediados del XIX por una firma estadounidense, tiene 166 años y conserva casi todas sus piezas originales.
También una locomotora inglesa, la Manning de 1873, la segunda más antigua conservada en Cuba, y además la máquina de vapor 1112, que estuvo trabajando hasta finales del siglo XX en los centrales.
Cuando concluyan las obras, el Museo tendrá –entre otras cosas– una sala científico-técnica, una biblioteca y un área que reproduce un centro de operaciones de un jefe de estación, tal y como lo era a inicios del siglo pasado.
De acuerdo con Elizabeth López Angulo, inversionista de la obra, su reconstrucción asciende a unos 17 millones (divisa y moneda nacional). “Es una obra costosa, pues son piezas muy grandes a restaurar”.