“Imposible que no te atraiga Toledo”, me dijo categóricamente un amigo español cuando le consulté por algún lugar cercano a Madrid, para hacerme una escapada fotográfica, lejos del barullo de la gran ciudad.
A 70 kilómetros de la capital española y a media hora en un tren de alta velocidad, Toledo es una ciudad única. Lo sabes desde que cruzas el Puente de San Martín o el Puente de Alcántara para atravesar el umbral de sus gigantes pórticos como el de la entrada principal, la Puerta de Bisagra; o al ascender por escaleras milenarias para perderte entre las estrechas calles de piedras y laberínticos callejones.
A esa altura, la riqueza cultural de este sitio ya ha estallado ante nuestros ojos: en una misma cuadra o alrededor de una plaza, existan diferentes estilos arquitectónicos, donde se destacan el mudéjar, el románico, el gótico o el renacentista.
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en 1986, lo llamativo de esta urbe radica en su amurallado casco histórico, fundado hace más de 2000 mil años sobre un cerro (de ahí su nombre, que significa levantado en alto) y abrazado por el río Tajo (el más largo de la península ibérica).
Toledo es un crisol de culturas e influencias. Durante los siglos tuvieron presencia allí casi todos los pueblos que configuraron la historia de España -romanos, visigodos, musulmanes, judíos y cristianos.
Por ese entramado de identidades y su conjunto monumental donde sobresalen iglesias, castillos, palacios, mansiones y mezquitas, entre otras reliquias arquitectónicas, se le conoce como “la ciudad de las tres culturas”.
Fue a partir entonces del siglo XV, con el asentamiento de los Reyes Católicos en la ciudad, que Toledo alcanzó notoriedad. Particularmente entre 1519 y 1561 en que, bajo la égida de Carlos V, fue capital del imperio español. Mas, duraría poco el resplandor pues en 1561 la corte se traslado a Madrid y una crisis económica acaeció sobre la también conocida “Ciudad Imperial”.
Con el poderío español llegarons grande artistas hasta Toledo, que quedaron prendados del lugar y así lo dejaron asentado en sus obras.
El Greco, quizás el más grande representante de la pintura de finales del Renacimiento, llegó en 1577. El pintor, sin proponérselo, hecho raíces en Toledo al nacer su hijo y, también, pintar su obra más famosa: El entierro del conde de Orgaz. El cuadro, un óleo sobre lienzo de 4,80 x 3,60 metros, pintado en estilo manierista entre los años 1586 y 1588, fue elaborado para la iglesia de Santo Tomé en Toledo, donde hoy se encuentra a la vista de los visitantes.
Miguel de Cervantes Saavedra fue otro enamorado y asiduo visitante de Toledo. “¡Oh peñascosa pesadumbre, gloria de España y luz de sus ciudades, en cuyo seno han estado guardadas, por infinitos siglos, las reliquias de los valientes godos para volver a resucitar su muerta gloria y ser claro espejo y depósito de católicas ceremonias!”, escribió sobre el pueblo la máxima figura de la literatura española quien, además, lo usa como escenario principal en La fuerza de la sangre y La ilustre fregona, dos de sus novelas.
Cervantes, en su obra cumbre El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, incluye unos cuantos intertextos toledanos. Así lo deja registrado el escritor y periodista Mariano Calvo en su trabajo “Los homenajes de Cervantes a Toledo”:
“Miguel de Cervantes es el autor más homenajeado en el callejero de Toledo, con vía céntrica dedicada a su nombre, escultura de bronce y tres lápidas que diseminan su memoria por la trama urbana. Puede parecer un reconocimiento generoso, pero solo recompensa en cierta medida el desbordamiento de alusiones y homenajes que Cervantes dedicó a Toledo en sus obras, testimonio de la especial inclinación del alcalaíno hacia la vieja ciudad del Tajo.
En Don Quijote de La Mancha vemos que son toledanos los seis mercaderes que se describen yendo a comprar seda a Murcia. Es un típico bonete toledano lo que luce en la cabeza don Quijote durante su convalecencia. Y Sancho Panza ensalza los palacios de Galiana como paradigma de jardines floridos.”
Hoy su patrimonio y su pasado son la fuente de su esplendor. Toledo es uno de los destinos urbanos más atractivos. Cientos de miles de visitantes recorren sus calles y museos cada año. Pero pasear sin rumbo por el casco histórico provoca un cúmulo de sensaciones inusitadas. Inclusive si la excursión se hace en verano, abrazados por el sol, con 35 grados y un clima seco, como la hice yo en mi escapada.
La puerta de Alcalá es muy famosa,sin embargo la de Toledo se conoce poco.escribidor sabes a que llaman una noche Toledana