“Cuando llegué a ICM estaba roto por dentro y creía que Dios se había olvidado de mí”. “En otras iglesias me sentía rechazada por ser una mujer lesbiana”. “Nunca pensé que podría expresar mi identidad trans con libertad en un espacio religioso, hasta que llegué aquí y supe que estaba en el lugar correcto”.
Testimonios como estos se repiten en cada culto o celebración de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM), la única denominación cristiana en Cuba donde las sexualidades e identidades de género no hegemónicas son motivo de orgullo, nunca de condena, y que el pasado sábado 24 de agosto celebró en Matanzas la apertura de su primer templo y sus cuatro años de fundada.
Para muchas personas, la existencia de una iglesia como esta resulta tan sorprendente como contradictoria, pues la doctrina cristiana ha sido una de las principales generadoras de los imaginarios que conciben a los colectivos LGBTIQ+ como antinaturales, pervertidos e inmorales.
Sin embargo, alejada del literalismo selectivo que caracteriza a las denominaciones fundamentalistas cristianas e inspirada por la convicción de que el mensaje principal de Cristo fue la lucha por la justicia, ICM ha demostrado en este tiempo de ministerio que a pesar de siglos de discursos religiosos agresivos, las iglesias pueden ser espacios seguros e inclusivos.
Construir un espacio así tiene su precio y de hecho el nacimiento de ICM comenzó con una ruptura, cuando el grupo “Somos”, como se denominaba en un principio la comunidad, decidió abandonar la Primera Iglesia Bautista de Matanzas.
“En el inicio éramos grupo de lesbianas, gay y bisexuales que nos reuníamos, entre otras cosas, para compartir nuestras historias de vida y realizar una relectura crítica de los textos bíblicos que se utilizan para estigmatizar a las personas LGBTIQ+”, explica la líder pastoral Yivi Cruz.
Después de varios años en esa sede, comprendieron que apenas habían logrado que la iglesia les tolerara: no podían tener expresiones de afecto, sus configuraciones familiares no eran incluidas en los espacios educativos, las expresiones de identidad de las personas trans no eran bienvenidas y su trabajo era continuamente invisibilizado. Lo mismo ocurría en otras iglesias a las que asistían muchas de las personas que integraban “Somos”.
Paralelamente, el grupo comenzó a involucrarse en espacios de activismo como la Conga Cubana contra la Homofobia y la Transfobia y a promover otros como la Jornada Socio-teológica en el Seminario Evangélico de Teología de Matanzas, a cuya convocatoria asistió en 2015 una representación de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana en Estados Unidos, incluido su fundador Troy Perry, quien le dio un impulso definitivo al nacimiento de Somos ICM en Cuba, en agosto de ese mismo año.
Elaine Saralegui, teóloga y pastora de esta denominación, confiesa que ICM es la iglesia que soñaban ser, pues admiraban su visión del activismo social, pero, sobre todo, compartían su mensaje del amor radical de Dios hacia todas las personas”.
Según su página web, la Fraternidad Universal de Iglesias de la Comunidad Metropolitana, a la que pertenece la denominación cubana, está formada por la unión de diferentes comunidades cristianas y se define como una iglesia inclusiva, ecuménica e interconfesional, cuya misión espiritual y social es estar al lado de los colectivos en riesgo de exclusión social, con especial sensibilidad hacia las personas LGBTIQ+.
Durante estos primeros cuatro años de vida, la comunidad ha fortalecido su presencia en importantes espacios como la Jornada Cubana contra la Homofobia y la Transfobia del CENESEX, en donde celebran el Culto Ecuménico y las Bendiciones de Amor, tanto en La Habana como en la provincia sede.
Junto al proyecto Abriendo Brechas de Colores (ABC), convoca a teólogues queer cubanes y de otros países, líderes y lideresas cristianes, activistas de los ámbitos secular y religioso, especialistas, investigadorxs y profesionalxs de diferentes ramas de las ciencias sociales y humanísticas para debatir cada año sobre derechos humanos, personas LGBTIQ+ y religión en el marco de la Jornada Socio-Teológica.
También con ABC, organiza el Festival de Teatro Rosa, un evento que promueve desde hace cinco años en Matanzas el respeto de los derechos humanos de las personas con identidades sexuales y de género no hegemónicos mediante las diferentes expresiones artísticas y que ya cuenta con el respaldo del gobierno de esa ciudad y de importantes instituciones como la Dirección Provincial de Cultura.
La celebración de matrimonios es otra de las acciones que moviliza a la comunidad aunque no existe mucho conocimiento sobre la labor de ICM en este sentido, pues en un país donde aún no es legal este tipo de unión entre personas del mismo género, nadie imagina esa opción para su relación y se sorprenden, además, de que haya una iglesia que les acepte y bendiga.
En este tiempo también han tropezado con los obstáculos que aparecen inevitablemente en el camino de quienes enfrentan y desafían los discursos de poder tanto religiosos como culturales.
Yivi explica que “al principio existía el criterio de que una iglesia como esta no era necesaria porque resultaba posible promover una perspectiva más inclusiva dentro de nuestras iglesias y denominaciones de origen, nos veían como un guetto que escogía la separación antes que luchar por el cambio dentro de los propios espacios religiosos”.
Asegura que para una iglesia joven e integrada por personas LGBTIQ+, ha resultado difícil acceder a los espacios ecuménicos incluso a eventos sobre temáticas que se relacionan directamente con su ministerio, a pesar de que esa ha sido su perspectiva desde el inicio. En su criterio han recibido más inclusión y apoyo para generar sus eventos desde instancias seculares como el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), que desde el mundo religioso.
“La propia comunidad sexo género diversa en ocasiones ha recibido la noticia de nuestra existencia con escepticismo pues como está acostumbrada a que las instituciones cristianas solo promueven una visión negativa sobre nosotres, le resta credibilidad y autenticidad a nuestro ministerio”, afirma.
Aunque hasta el momento solo existen en Matanzas y La Habana, cada vez se acercan más personas de diferentes partes del país interesadas por saber si tienen presencia en sus ciudades, con el deseo de que lleguen hasta allá con su trabajo e incluso se proponen como pastores pero en este momento, según asegura Elaine, no cuentan con las condiciones necesarias para cubrir esas demandas.
“Apresurarnos con la creación de nuevas iglesias puede conducirnos a situaciones difíciles y dolorosas como lo fue la disolución de la misión que abrimos en Santa Clara en 2017, que nos demostró que existen algunos requerimientos imprescindibles a la hora de formar una nueva comunidad, como contar con los recursos económicos y asegurar la permanencia a tiempo completo de una persona debidamente formada que pueda guiar al grupo en el proceso de convertirse en una comunidad cristiana”, reconoce.
“Nos tomamos muy en serio los estatutos de la Fraternidad Universal de Iglesias de la Comunidad Metropolitana que establecen en primer lugar que la comunidad debe validar el liderazgo y crecimiento ético y espiritual de la persona que optará por el ministerio ordenado, y en segundo lugar que atraviese un proceso de formación no solo en materias bíblico-teológicas, sino en cuanto a las temáticas de sexualidad, género y derechos humanos”.
Asegura que les encantaría crecer en número por la propia necesidad que tienen las personas LGBTIQ+ de encontrar espacios espirituales seguros y afirmativos que celebren sus vidas, pero que ahora mismo prefieren enfocarse en fortalecer las dos comunidades y contar con un templo en La Habana ahora que ya tienen el de Matanzas.
Uno de sus principales propósitos en este momento es la de obtener una personalidad jurídica que les coloque en el mismo status de deberes y derechos que tienen el resto de las iglesias que existen legalmente en Cuba.
Continuar con el servicio de rescate y protección de animales callejeros, sistematizar la limpieza de los márgenes de los ríos de la ciudad junto a la Red de Educadores Populares e iniciar un sistema de cuidados a personas ancianas de la comunidad que viven solas tales como lavandería y alimentación, son otras de sus prioridades.
Según el diácono Leonel Linares, también resulta imprescindible seguir fortaleciendo la articulación con otros grupos e instituciones con los que trabaja la iglesia como la Red Ecuménica “Fe por Cuba”, el Centro de Prevención de ITS y las Redes Sociales Comunitarias del CENESEX, así como crear nuevas alianzas con otros colectivos comprometidos con la justicia social.
En un contexto de avance de los fundamentalismos cristianos en Cuba, la existencia de ICM desarticula la idea hegemónica de que las personas LGBTIQ+ solo podemos acceder a los ámbitos religiosos desde la abstinencia de nuestras identidades, la vergüenza y el arrepentimiento, y confirma que es posible construir iglesias seguras y afirmativas de nuestras vidas.
*Este texto apareció originalmente en la revista Q de Cuir. Revista digital cubana para el empoderamiento de las personas LGBTIQ+. Se reproduce con la expresa autorización de sus editores.
Gracias a Dios! Es muy importante ser acceptado por todas personas!
Qué falta de respeto al Señor.
Se pasaron por la piedra las sagradas escrituras. Estoy en contra de la discriminación, pero mucho más estoy en contra de la manipulación de la palabra de Dios para que se acomode a la vida que las personas quieren vivir.
bueno me imagino q esta iglesia tenga su propia biblia acomodada a sus creencias porque la biblia habla claramente a la union de personas de un mismo sexo lo mismo en el AT q en el NT