A once meses de las elecciones presidenciales estadounidenses han comenzado a aparecer en los medios de prensa locales todo tipo de análisis y especulaciones sobre el resultado electoral, algunos disparados por los aspirantes a la Casa Blanca; otros a cargo de estrategas políticos.
Como explicó el miércoles a la cadena CNN David Axelrod, quien fuera el primer jefe de despacho de Barack Obama y director de sus dos campañas, a principios de enero, a once meses de los comicios, es aún prematuro intentar adivinar el futuro. “No hemos tenido todavía las primarias en el Partido Demócrata. Ni siquiera los concilios. Debiéramos esperar un poco más, porque lo único que tenemos seguro es que los republicanos van a presentar al presidente Trump, y aún así no se sabe. Falta mucho tiempo”.
Prematuro o no, lo cierto es que las especulaciones ya se han disparado, e incluso se han decantado por estamento étnico. El martes, el Latino Victory Project publicó un artículo en el que asegura que el voto cubano-americano joven es lo suficientemente sólido como para darle las presidenciales a los demócratas. La autora parte del principio de que la intensificación de las deportaciones de cubanos es algo suficientemente fuerte como para llamar la atención de esa franja del electorado, porque se asemeja mucho a la discriminación que están sufriendo los hispanos –principalmente centroamericanos– en los procesos de deportación, anulación de registros electorales y pedidos de asilo político, en contraste con las facilidades de asentamiento que los cubanos tuvieron durante décadas.
Durante décadas, afianzado por un segmento más anciano y de pensamiento radical, los republicanos ganaron repetidamente el voto cubano. Pero eso comenzó a cambiar lentamente cuando llegó el momento de votar de los cubanos llegados después de 1990, con otra perspectiva sobre el país que dejaron atrás, sin grandes odios y con la idea de acabar con la camisa de fuerza política que abraza los dos países. En ese sentido, las elecciones de 2008 constituyeron un giro radical con el triunfo de Barack Obama.
El tratamiento de alfombra roja –apunta la autora de la nota, la directora de finanzas del Latino Victory Project, Daniela Fernández–, comenzó a cambiar con las elecciones de 2016, cuando un grupo supremacista blanco que apoyó a Trump montó una campaña telefónica apelando a la gente a que no votara por candidatos cubanos para el Congreso y el Senado.
Bueno, pues tras las elecciones de medio término de 2018, un sondeo sobre la comunidad cubano-americana de la Universidad Internacional de Florida arrojó que el 75% de los encuestados con edades comprendidas entre 18 y 39 años se identificaron como demócratas o independientes. Otra encuesta más reciente, llevada a cabo por la encuestadora Equis, indica que más del 50% de los cubano-americanos entre los 18 y los 44 años desaprueban el trabajo de Trump. “Esto es extremadamente significativo si se tiene en cuenta de que la prensa suele presentar a los cubano-americanos eminentemente como electores republicanos”, puntualiza Fernández.
Es cierto que los republicanos han recuperado cierto arraigo entre los cubano-americanos. Pero está mermando en gran parte precisamente porque durante el último año la administración Trump y las autoridades migratorias han tratado a los cubanos como a los demás inmigrantes que quieren asentarse en Estados Unidos. Lo más serio fue el hachazo a la Ley de Ajuste Cubano. En un cambio significativo de política, los han incluido en el proceso de tramitación de asilo de los inmigrantes centroamericanos; o sea, tienen que hacerlo antes en tres países: Honduras, Guatemala y El Salvador. México es apenas una sala de espera para una entrevista.
“Las elecciones acá, como en todas partes, son un termómetro. Creo que si los cubanos se viran contra Trump y no votan por el presidente, la cosa en Florida se va a poner muy mal para los republicanos. Florida es un estado que vota tanto para un lado como para otro. No es fácil prever lo que pueda pasar. Pero el hecho de que los cubanos ahora se hayan visto relegados al mundo de los inmigrantes comunes y corrientes, va a desequilibrar la balanza. Y recordemos que los cubanos votan en zonas densamente pobladas, de habitantes y nacionalidades”, indicó a OnCuba el abogado Jorge Carballosa. Es más –agregó– “el propio presidente no está haciendo nada por contentarlos”.
De todos modos, los estrategas republicanos todavía están a tiempo de cambiar el rumo de lo que se vislumbra. Por ello los analistas creen que cualquier pronóstico desde ahora resulta exageradamente prematuro para los comicios de noviembre.