A la marquesa de Merlín, la célebre viajera María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo, le impresionaba lo aseados que eran los cubanos. Pero dos siglos han pasado desde entonces y las costumbres han podido variar.
Los ríos ya no son los mismos, algunos ni siquera se mantienen fluyendo con cristalinas aguas a través de las ciudades; el agua misma muchas veces no está disponible o falta el jabón.
Las carencias que enfrentan los cubanos en la cotidianidad pueden hacer mella sobre los hábitos higiénicos.
Sin embargo, no hace falta demasiado para mantener costumbres elementales que implicarían evitar males mayores para la salud. Sobre todo, teniendo en cuenta realidades que se imponen y que sobrepasan nacionalidades y costumbres. La prisa cotidiana, por ejemplo.
El lavado de manos es una práctica que muchas veces no tenemos en cuenta. Su frecuencia incluso ha mermado en naciones de “elevada cultura”, como Francia.
Esta semana el Instituto de Opinión y Marketing en Francia y en el extranjero difundió un informe con datos que podrían servirnos para medir nuestras propias costumbres dondequiera que estemos.
Menos del 30% de los franceses se lava las manos después de haber tomado un transporte público, haber llegado de la calle o luego de ir al baño.
En tiempos de epidemias, un hecho tan simple podría cobrar gran importante, aun cuando la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) recuerde que el riesgo de infectarse con el nuevo coronavirus por el contacto con objetos como monedas, billetes o tarjetas de crédito es bajo.
Lavarse las manos con un desinfectante a base de alcohol o con agua y jabón, eso sí mata el virus si este está en sus manos. Cualquier a que sea su tipo muere ante un hecho tan simple.
Siguiendo con los franceses y sus hábitos, de tomar en cuenta los datos antes mencionados solo tres de cada cuatro se bañan todos los días.
Entre hombres y mujeres, ellas tienen mayor preferencia por mantenerse frescas, pero tampoco escapan a la idea de pasar por alto la ducha, sobre todo si bajan mucho las temperaturas.
El tema se enrarece cuando las preguntas indagan en asuntos íntimos, como la frecuencia y uso de ropa interior.
Un 94% de las mujeres se cambia de ropa interior todos los días en París, la capital francesa, en tanto solo un 73% de hombres se cambia sus calzoncillos diariamente.
¿Cómo estará el asunto en Cuba? ¿Podríamos contabilizar las costumbres que inciden sobre la higiene diaria en la Isla?
Se trata, sin dudas, de un tema para corroborar si cumplimos con aquel consejo habitual de nuestros padres, en el que nos pedían ser “inteligentes y aseados”.
¿Lo seguimos siendo de adultos? Los resultados, avísenlos a la Marquesa de Merlín.