La OMS ha declarado que la enfermedad COVID19 ya es una pandemia. Recordemos que esta palabra quiere decir que existe una trasmisión sostenida, eficaz y continua de la enfermedad de forma simultánea en más de tres regiones geográficas distintas. Esto no es sinónimo de muerte: no hace referencia a la letalidad de un virus sino a su transmisibilidad y extensión geográfica. No, no vamos a morir todos.
Pero, ¿por qué ahora las autoridades sanitarias nos insisten tanto en esas medidas de contención y aislamiento y por qué son tan necesarias?
En una epidemia por un agente infeccioso, el número de casos aumenta progresivamente conforme pasa el tiempo. Para entender cómo se propaga una epidemia en una población hay que tener en cuenta tres tipos de individuos: los que pueden contraer la infección, los que ya están infectados y los que se han recuperado y ya no son susceptibles de enfermar.
Al principio el número de susceptibles es alto y el número de infectados aumenta con rapidez. Conforme va pasando el tiempo, el número de susceptibles va disminuyendo (porque se han curado, se han inmunizado, los hemos vacunado o han muerto). Hay menos gente para infectar y llegamos al pico de la epidemia. Es lo que se denomina el límite de densidad: el número mínimo de individuos necesario para continuar la enfermedad. Una vez alcanzado el patógeno ya no puede transmitirse con tanta eficacia en la población y disminuye el número de casos. Así son las curvas epidémicas.
Lo rápido que vaya la epidemia y lo picuda que sea esa curva depende de muchos factores. Entre otros, la transmisibilidad del virus y si la población es más o menos susceptible de infectarse. El problema con este coronavirus SARS-CoV-2 es que es muy transmisible y, al ser nuevo, la población no ha tenido contacto previo con él, no tenemos inmunidad y, en principio, todos somos susceptibles de enfermarnos.
Saber en qué momento de la curva epidémica estamos es muy difícil.
Si la epidemia va muy rápido y la curva es muy aguda, uno de los problemas más graves es el colapso del sistema sanitario. No es lo mismo tener 10 casos en 10 días, que 100 en un solo día. Aunque el 80 % de los casos de infección por SARS-CoV-2 pueden ser asintomáticos o leves, en un 16 % puede causar neumonía y en un 4 % puede llegar a ser mortal (cifras provisionales).
Las neumonías no son catarros, pueden ser muy graves y en muchos casos requieren ir a un hospital e incluso ser ingresado. Ese es el gran problema, que se sobrepase el límite de capacidad del sistema sanitario y este se colapse.
Lo que queda por encima del límite de capacidad pueden ser fallecimientos.
Por eso, es tan importante frenar la curva, las medidas de intervención. El objetivo no es que la gente no se infecte, esto probablemente ya sea inevitable, sino que se retrase y reduzca el pico de la epidemia. Para eso, hay medidas de contención que se aplican en los primeros días de la curva. Es cuando tienes pocos focos y muy localizados, sabes cómo se han infectado, puedes diagnosticar y aislar al infectado y hacer un seguimiento a la gente que ha estado en contacto con esa persona y ponerlos en cuarentena.
Aislando los focos se podría frenar la curva.
Pero a veces con eso no es suficiente y el número de contagiados aumenta. Como he dicho, saber en qué momento estamos de la curva epidémica es muy difícil. Es entonces cuando debes adoptar medidas más drásticas, cuarentenas sociales, que deben ser lo más eficaces y sostenibles en el tiempo y lo menos disruptivas posibles.
¿Cuáles son esas medidas? ¿Qué beneficio real tendrá cada una para frenar la curva y qué riesgo supone para la vida del ciudadano? Esa es una decisión muy difícil y compleja. Para eso están las autoridades sanitarias y los gobiernos, que son los primeros responsables.
Por lo tanto, ahora estamos en fase de frenar la curva. Quizá tú seas de ese 80 % de personas sanas que se infectarán y lo pasarán de forma más o menos leve. Pero tus acciones pueden contribuir a frenar la curva o a que sobrepasemos la capacidad del sistema. Tenemos que blindar nuestros hospitales y proteger a nuestros sanitarios. Tenemos que proteger a los más débiles, a los más susceptibles de enfermar e incluso morir, no solo por el virus sino por el colapso sanitario. Las personas mayores con patologías previas son las más vulnerables.
Por eso, todas estas medidas que nos están anunciando son tan importantes. Son difíciles, incómodas, nos afectarán económicamente, pero son necesarias. Lo mejor para un virus es mucha gente, muy junta y moviéndose. Cuanto menos nos movamos y más separados estemos, mejor.
10 consejos básicos para #FrenarLaCurva:
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Que no cunda el pánico, estar alerta no es alarma.
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Lávese las manos con frecuencia y ponga en práctica buenos usos al estornudar y toser.
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Ejerza el distanciamiento social: no de besos, abrazos, saludos de mano. Busque alternativas.
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No acuda a sitios con mucha gente: eventos culturales, deportivos y de entretenimiento.
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Evite viajar si no es totalmente imprescindible. Reduzca sus viajes en transporte público.
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Si puede, reduzca reuniones y trabaje desde casa.
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Si tiene algún síntoma, quédese en casa y use los teléfonos indicados para ello.
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No vaya al hospital si no es absolutamente imprescindible.
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Cuide y proteja especialmente a las personas más vulnerables, con patologías previas y mayores de edad.
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Sobre todo mantenga la calma, también hay buenas noticias sobre el coronavirus.
Esto pasará, pero tenemos que conseguir frenar el golpe. Recuerde: ¡la vacuna es usted!
*Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
¡Gente, quédense en sus casas, no salgan! ¡Porque el virus se propaga entre las personas y la única forma de detenerlo es quedarse en casa!