Pidió el último y echó un vistazo a la larga fila de ancianos. Al compararse con muchos de ellos, se dio cuenta de que lucía mejor. A los 73 todavía está fuerte y esbelto. Aunque en sus huesos ya siente el paso de los años, Julio Portuondo Dancol todavía tiene fuerzas para echar pa´lante.
Al fin llegó su turno para cobrar los 242 pesos de la chequera. Pero el pago caería sobre él como un mazazo ese mismo día, cuando le quedaron menos de 100 pesos luego de pagar la vivienda, la corriente eléctrica, el agua y comprar algunos alimentos para llevar a la mesa.
Suda muchísimo mientras atraviesa las calles del Canal. Allí, en el corazón del Cerro, vive con Librada, “su señora”, quien también recibe una pensión y, tanto como él, espera con ansiedad el día del cobro.
A Julio le duele hasta la sien, le molestan sus pasos mientras piensa qué hacer. Con el dinero que le queda apenas “tira” una semana. Una cosa tiene clara, en la vida hay que “luchar” sin perder la dignidad.
Hace años que le da vueltas en la mente un recorte de prensa, ahora lo busca y lo relee. No recuerda en qué periódico salió publicado, ni cuándo, lo importante es que decide poner en práctica lo que en él se propone.
El texto reza: “Relacionado con el pago del pasaje de los ómnibus, propongo como alternativa, crear a través de la ONAT un sistema de cambio de monedas fraccionadas en las principales paradas, utilizando para ello a personas jubiladas, que realicen la actividad por cuenta propia, con sus propios recursos y pagando su correspondiente licencia. Es decir, adquirirían las monedas fraccionadas en el Banco Nacional de Cuba y las cambiarían a los pasajeros a razón de 80 centavos por peso. Entonces los choferes y funcionarios podrán exigir el pago del pasaje sin ningún tipo de contemplación”.
Fue el periodista R. García Vivas quien dio esa idea como solución al pago de los ómnibus. Aunque han transcurrido más de cinco años de su publicación, Julio se adueñó de esas palabras, y desde entonces, el papel en que están siempre lo han acompañado a modo de salvoconducto.
Para empezar, 73 pesos, su único capital, se “volvieron” 365 monedas de 20 centavos. Con ellas a cuesta fue rumbo a la parada de Cerro y Boyeros, donde tomó una de las rutas que llegan hasta el Vedado. En el (hospital) Calixto García se bajó con el pie derecho.
Dos pasajes por un peso
“La alcancía no da vuelto, se queda con sus 60 quilos. Cambie el peso aquí y te doy 80, así tienes para dos guaguas…”, es el pregón asiduo de Julio Portuondo.
Mi primera impresión al verlo fue de sorpresa, debido a la originalidad del servicio que brinda. Con un trato educado y humildad en el vestir, uno llega a admirar la manera digna en que este anciano se gana la vida, sobre todo después de que varias veces te ha sacado de un apuro con el “peseteo”.
Su centro laboral no tiene paredes, ni libros de firmas, ni jefes… se extiende por la Avenida de los Presidente (G) desde la calle 29, donde comienza la cola de parados del P-11, hasta la de sentados del P-15, muy próxima a 23. A veces se va a la parada del parque El Quijote en 23 y J, o se da un salto a la del Coppelia.
Lo confiesa, no todo ha sido ganancia en estos más de doce meses de trabajo. En una ocasión un chofer de ómnibus le agredió verbalmente y a punto estuvo de vaciarle el extintor encima porque Julio “le estaba afectando su comida”. También le han tocado la vergüenza: tiene que zapatearla para conseguir monedas. Hay Bancos que se le cuadran acusándolo de lavado de dinero y siete veces ha sido conducido a la Estación de la Policía, y allí, sin perder la calma, ha mostrado el recorte de prensa, ese que siempre lleva junto a su carné de identidad. Los oficiales han entendido sus razones y le han dejado continuar en su trabajo, “siempre que no obligue a nadie a cambiar”.
El escrito de periódico lo ampara, así lo siente, por eso lo plasticó para conservarlo bien. Le gustaría estar en regla, y ha ido al Ministerio del Trabajo varias veces en busca de una licencia, pero su oficio no está contemplado entre los empleos aprobados para los cuentapropistas.
Es uno de los personajes sui géneris de esta Habana de todos los cubanos. Sí, porque el hombre es una especie de performance andante. A manera de instrucción le cuelgan varios carteles. Uno repara en el cuidado de los billetes y advierte que si están escritos no serán recibidos. Muestra algunos “pesos maltratados” como ejemplo de lo indebido y, por supuesto, no falta la tarifa de precios. En un cartón escrito a mano usted sabrá el equivalente a su cambio si da un peso, tres, cinco, diez, veinte…
Mi ómnibus llegó, y antes de subir a él le doy un peso y recibo 80 centavos para tener monedas para mañana. Y sin darme cuenta, comienzo a repetir para mis adentros: “La alcancía no da vuelto, se queda con sus 60 quilos. Cambie el peso aquí y te doy 80, así tienes para dos guaguas…”.
https://www.youtube.com/watch?v=9vjo5D_tnkU
Julieta un excelente articulo, cala en lo profundo del ser humano y saca lagrimas….Demuestra que la dignidad del ser humano se mantiene hasta el ultimo dia, demuestra que aun hay personas que creen en el trabajo honesto como via para ganarse la vida, demuestra que hay sociedades en las que el simple hecho de sobrevivir es un reto a la imaginacion.
defenitivamente exelente articulo,demuestra lo rela de la imajinacion y la nesesidad,de la eficiencia a la hora de buscar soluciones de las personas y sobre todo,de que a pesar de que la situacion pueda ser o no mala,el trabajo y la honestidad,siempre te van a sacar adelante,me enorgullese ver a alguien que de el paso al frente con soluciones a verdaderos problemas,admirable ese senor,saludos
¡Excelente y humano! ¡Felicidades!
hermoso relato… Felicidades!!!! Gracias Julieta, Gracias Oncuba
Muy bueno y es un ejemplo que deben dejar de frenar en Cuba la creatividad de los cubanos y el deseo de ganarnos la vida sin que nos den nada y por nuestro propio esfuerzo. Felicidades Don Julio, Ud es un gran cubano. Continue con su labor y si alguien lo ve mal en las autoridades del pais, pues simplemente brinden Uds el servicio y veras como seos agradecera el pueblo.