¿Puede un logotipo arruinar la credibilidad de una empresa? Seguro. Quizás no la lleve a la ruina o la inhabilite para sacar adelante sus objetivos, pero sí la puede meter en un pantano comunicacional. Y ello es porque parte de su credibilidad se sostiene en la proyección gráfica deliberada con que se presenta en el ecosistema empresarial. Si la identidad corporativa abandona los corredores de la excelencia, va a desembocar en laberintos marginales donde tendrá que lidiar con análogas mal concebidas y pobremente ejecutadas y cuyo destino es espulgarse mutuamente y maldecir las condiciones subjetivas y objetivas de su fracaso.
Hay actores con mayor responsabilidad económica que la identidad visual. Pero el logo, esa primera piedra, ese algoritmo fundacional va a condicionar con toda seguridad que una empresa tenga carisma o se proyecte como un organismo inodoro e insípido. Porque árbol que nace torcido seguirá torcido a menos que lo siembren en una pared.
Cuando nos enfrentan al logo de la Empresa Agropecuaria de Trinidad ¿qué podemos pensar de ella, del responsable de relaciones públicas, del diseñador y de la comisión que dio el visto bueno? El logo no deja cabos sueltos. Es insignificante en todos sus puntos cardinales. No hay nada que pensar.
Dos triángulos equiláteros simbolizan posiblemente la zona montañosa trinitaria. Entre ellos se alza, recortada digitalmente de cualquier manera, un retoño del café que cultivan a la sombra de las albizias. El dibujador, para despejar una posible duda, ilustra el grano crudo del cual brota el orgulloso retoño. Sobre este leemos E A T. La tipografía tridimensionalizada, como iluminada por un sol ardiente, deja su sombra sobre el aromático germinado. Hasta aquí podíamos darle el crédito de la axialidad. Sin embargo, a pesar de la profusión de luces y sombras irradiadas sobre el logo, se hizo necesario añadir la fuente de luz y calor, un solecito amarillo sobre las montañitas, escorando a babor todo el sistema.
Deducciones
Que el autor no se encuentra cómodo en un mundo bidimensional. Las tres dimensiones les resultan fascinantes. Cada elemento que incorpora a la imagen trae su sombra. Una que parece resultar de la incidencia de múltiples focos ubicados para garantizar que alcance y sobre para todos.
La representación de una plántula de café en un estado avanzado de germinación, yo diría que brutal en su precocidad, le resultó demasiado trabajosa. Recortó una
que tomó de internet sin mucho cuidado y la sembró sin miramientos en un grano que curiosamente sí sintetiza. Al extremo de poder ser confundido con un tornillo
aplastado. La distorsión de las siglas E. A. T. es de un candor que enciende el corazón. Las acomoda sobre el tornillo para que ninguna letra sea expuesta al aire frío del departamento de diseño. El brillante sol iluminado a su vez por otra fuente frontal está situado justo del lado contrario que reclaman las leyes de la óptica. Una montaña sombreada se interpone entre este y la iluminada directamente.
Hasta aquí una descripción de los elementos constitutivos de este logo. ¿Es eso lo peor? No… Lo lamentable es el relato que nos cuenta sobre el objeto social de la empresa. Detalla su paisaje, el producto estrella de la empresa, la limpieza del cielo trinitario, su macizo montañoso… Toma el camino opuesto para lograr una síntesis de toda esta narrativa.
Consideraciones
Una vez que el logo es liberado en la jungla corporativa empieza a crecer y sus errores conceptuales comprometen su valor de uso. Por poner un par de ejemplos. Su implementación en la papelería básica, en blanco y negro, lo amalgama en una masa de grises sin sentido. Si necesita ser estampado en un bolígrafo o en un llavero con una sola tinta, no tiene respuesta. Si debe ser calado en vinilo tampoco. En una reducción a menos de un centímetro desaparece el elemento vegetal y la línea que divide en dos al grano de café empieza a ronronear al coincidir con los rasgos horizontales de la tipografía.
¿Puede este logo interferir en la práctica de la Empresa Agropecuaria de Trinidad? No lo creo. Pero solo porque esta empresa no debe competir con otras, ni debe seducir a una masa de clientes con un apropiado discurso simbólico. ¿Qué impresión me deja esta empresa al ver su logo? Pobre. Si lo demás lo afrontan con la exigencia con que concibieron su imagen. Apaga y vámonos.
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Damos inicio hoy en OnCuba a una serie de artículos escritos por Jorge Rodríguez Diez (R10) sobre diseño gráfico. Jorge es diseñador y artista visual (que no es lo mismo ni se escribe igual), es un intelectual que se mueve en el campo de la imagen y la comunicación. En su página de facebook comenzó a hacer comentarios críticos sobre la imagen gráfica que lo rodea y de la cual no puede abstraerse, le pedimos que los compartiera con los lectores de OnCuba, así surgió esta serie. En la modernidad que vivimos —abarrotados de mensajes—, la manera de comunicarlos visualmente se vuelve medular para la consecución de objetivos comerciales, sociales, políticos… de eso se ocupa el diseño gráfico y de eso se tratará este espacio en OnCuba de la mano de alguien con una vasta experiencia y sólida formación profesional y como verán, con un ojo crítico entrenado y una lengua filosa.
Me encantó el artículo, trata de un tema del cual tenemos mucho que aprender, de antemano les digo que seré ferviente seguidos de la sección, gracias