La caída fue cosa de un segundo, pero lograr que el caballo volviera a ponerse en pie requirió de los esfuerzos de varios hombres y el agua ofrecida por una vecina del lugar. Solo así el animal logró recomponerse un poco y continuar su camino, con el coche ya sin pasajeros y, según su dueño, “de vuelta a casa”.
Sin embargo, uno de los parroquianos que observaba la escena desde una barbería cercana opinó que bastaría esperar un rato para ver al transporte y su sufrido bruto de vuelta, cumpliendo otro viaje en la ruta hasta el hospital oncológico. Había grandes probabilidades de que tuviera razón.
De no ser por los coches de pasajeros, en hora “punta” Camagüey sería una ciudad colapsada. Con apenas una sexta parte de los ómnibus que necesita, las alternativas de movilidad en la segunda ciudad más extensa de Cuba tienen en la tracción animal su “caballo de batalla”.
En promedio, alrededor de una décima parte de los pasajeros que se trasladan dentro del perímetro urbano lo hacen a bordo de coches de caballos.
“Una no quisiera depender de ellos, por los precios y porque ve cómo sufren los pobres caballos, pero ¿qué otra opción le queda? Ni las guaguas ni las motonetas alcanzan, y el que tenga que moverse a base de bicitaxis, encomendado está”, lamentó una enfermera que en días laborables sigue la concurrida ruta Borla-Maternidad en Camagüey.
Acostumbrados a estar en el centro de la crítica pública, los “cocheros” se escudan en los gastos que deben afrontar para justificar la frecuencia de los viajes. “Los impuestos no aumentaron, y de hecho muchos ni patente han sacado, pero todo lo demás sí está por las nubes”, aseguró un cochero de la piquera ubicada a un costado del Museo Provincial de la ciudad. Se consideraba con suerte por poseer caballo y coche propios, aunque pendiente también del reto de allegar al menos los 200 CUP (pesos cubanos) diarios para adquirir la yerba y la miel de purga con las que alimenta a su animal.
“Pero ese dinero puede ganárselo en par de viajes”, le señalé. “¿Y todo lo demás?”, fue su respuesta. “El mantenimiento de los coches es constante, y cada tanto toca ir al veterinario o atender mil cosas más que se presentan, sin contar con que uno tiene familia y necesidades que cubrir. Es verdad que algunas personas trabajan con coches y caballos alquilados, y que esos sufren más porque el que no es dueño no se preocupa igual por el animal, pero el ‘pollo del arroz con pollo’ es que es un trabajo duro, a sol y sereno. ¡Cómo el caballo no va a sufrir, si el primero que sufre es el cochero!”.
Publicación Postergada
El pasado 26 de febrero el Consejo de Estado de Cuba aprobó el Decreto-Ley sobre Bienestar Animal que, según se anunciaba, entraría en vigor 90 días después de su publicación por la Gaceta Oficial de la República. Aunque todas las declaraciones institucionales eludieron definir fechas, se sobreentendía que los plazos hasta la aplicación de la norma serían lo más cortos posibles.
En definitiva, no ha sido así. Luego de un enero y un febrero inusualmente “cargados” de acontecimientos relacionados con el tema —en pocos días se sucedieron un Decreto sobre contravenciones en el ejercicio de la medicina veterinaria, los consecuentes reclamos de esos profesionales y la autorización para que presten servicios privados circunscritos a la atención de animales afectivos, también la protesta autoconvocada ante el Ministerio de la Agricultura (MINAG)…—, marzo parecía llamado a terminar sin mayores novedades.
Sin embargo, este martes 30 de marzo el MINAG anunció la creación de un grupo temporal de trabajo para la implementación del Decreto-Ley sobre Bienestar Animal. El periódico Granma informó que el nuevo ente preparará las condiciones para la entrada en vigor del Decreto-Ley, pero sin ofrecer detalles.
Con La Habana copada por la pandemia de la COVID-19 la prioridad de las autoridades se concentra en impulsar los ensayos avanzados de sus candidatos vacunales.
La normativa animalista no ha dejado de estar en agenda, pero sería una sorpresa que recibiera luz verde antes de que terminen las sesiones del VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba (16 al 19 de abril ), sobre todo porque debe ir complementada por un reglamento del que todavía nada se sabe, y un programa de acciones que demandaría recursos y capacitación para las estructuras burocráticas encargadas de hacerlas cumplir. Incluso, si la meta temporal para la activación de la norma fuera el último trimestre de 2021, deberían estarse preparando desde ahora instituciones como la policía y los cuerpos de inspectores. Pero no hay noticias de que algo así esté ocurriendo.
Tampoco se ha definido cómo podría sostenerse la pretendida red nacional de farmacias veterinarias, y la renovación de las maltrechas clínicas estatales. Una nota reciente de Cubadebate detalló la situación de escasez que afrontan en la práctica la totalidad de esos centros en La Habana; “trabajamos con lo que los clientes nos ayudan o donan. El país no tiene condiciones para mantener un servicio estable”, reconoció Frank Villate, veterinario de la clínica del Casino Deportivo, establecimiento que llevaba meses sin recibir medicinas y otros insumos.
Entre protección y necesidad
En 2005, un estudio de la Universidad Agraria de La Habana (UNAH) resaltó la conveniencia de que la tracción animal se combinara con la motorizada en la mayoría de las labores agrícolas. A los beneficios ambientales de esa práctica los autores sumaban otros de índole económica, como el ahorro de divisas y la protección de la capa vegetal del suelo. Como aval de su tesis, apelaban al ejemplo de la agricultura tabacalera, la única rama del sector con un crecimiento sostenido en Cuba, en la que “siempre la tracción animal ha sido predominante. El productor tabacalero sabe cómo proteger sus suelos”.
Otra memoria, publicada por la Revista de Ingeniería Agrícola de la propia UNAH en 2019, traduce en números la importancia de la fuerza animal para la economía rural cubana. Al cierre de 2018, bueyes, caballos y mulos aportaban la cuarta parte de la potencia disponible para trabajos agropecuarios en la Isla; “hay más de 330.000 implementos para yuntas de bueyes […] el MINAG ha previsto incentivar el uso de la tracción animal en todas aquellas labores en que resulte conveniente desde el punto de vista técnico y económico”, señala el texto. Tal política resulta particularmente significativa para regiones como la oriental, donde los animales deben compensar la insuficiente disponibilidad de maquinarias (las 10 provincias del Occidente y el Centro se distribuyen casi a partes iguales el 75 % de los tractores y cosechadoras inscriptos en los registros del MINAG).
El Ministerio de la Agricultura no tiene, sin embargo, una política pública de protección para los más 600 mil animales empleados en su ámbito de desempeño.
En teoría, el Centro Nacional de Control Pecuario (Cencop) pudiera dedicar parte de sus esfuerzos a esa tarea, pero, entre las responsabilidades que le asigna la Ley, ninguna se enfoca de manera explícita a garantizar el bienestar animal. El Cencop es una de las dependencias a las que deben acudir los cocheros para regularizar su condición legal, como parte de un proceso que además implica a la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT), y los ministerios de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, Interior, y Trabajo y Seguridad. Entre tantas potestades, nunca ha estado muy claro a quién correspondería velar por los derechos de los animales.
Incluso luego de la entrada en vigor de la norma sobre bienestar animal, con seguridad quedarán pendientes temas como el de las peleas de gallos, que varios grupos de activistas solicitan prohibir por considerarlo crueldad animal pero legales desde el año 2001.
“En esto, como en casi todo, la cuestión termina siendo de dinero. Entre un coche de caballos y un carro, todo el mundo tiene claro qué preferiría; pero una cosa son los deseos y otra la posibilidad”, reflexionó el cochero camagüeyano citado al comienzo de este texto.
Par de coches por delante del suyo, otro conductor aprovechaba el tiempo en piquera para repasar la página deportiva del Granma. En la misma edición que leía, una nota sobre la agricultura convocaba a mayores esfuerzos en el uso de la tracción animal y la sustitución de importaciones. De “prioridad máxima”, las calificaba.