Hace unos días vi en Netflix un documental sobre Martin Garrix y Carl Cox. Garrix, el dj y productor que más joven tocó el cielo en la escena de la música electrónica, con apenas 17 años, relataba fragmentos de su vida y el significado de la transición de ser un miembro más del público a convertirse en cabeza de cartel de los principales festivales del circuito internacional de la electrónica. Cox, un veterano dj que ha ejercido una comprobada influencia en las nuevas generaciones de djs, tiene el récord de permanencia como residente en un club de Ibiza con el nada despreciable número de 14 años.
El documental tiene entre sus momentos de mayor resonancia dramática el paralelismo que realiza entre la llegada, por primera vez, de Garrix al Festival Ultra de Miami y la despedida de Cox de Space. Y tiene como bonus el retrato de la euforia de los conciertos y la las fórmulas que emplean los seguidores del “electro” para alcanzar toda la libertad posible durante los sets.
Viendo el documental recordé el concierto de Diplo y Major Lazer en marzo del 2016 frente al malecón habanero, los encuentros con los djs y los preparativos y tensiones implícitos en la organización de un evento de tal magnitud, sobre todo en un país con características tan singulares como Cuba.
Era la primera vez que se presentaban en La Habana un dj estadounidense junto su grupo, instalados en los primeros lugares de la crema y nata de la escena internacional. El concierto puso su buena dosis de Electronic Dance Music (EDM) al “deshielo” de las relaciones diplomáticas entre La Habana y Washington durante el gobierno de Obama.
Hace cinco años se celebró este show frente a un mar de personas que llegó a más de 500.000, según cálculos oficiales vehiculizados por los medios en la época.
En la franja del malecón había de todo. Desde los más probados seguidores de la electrónica, hasta los públicos más variopintos. Nadie quería perderse el espectáculo de un grupo del que muchos solo habían escuchado el pegajoso ritmo de “Lean on”, uno de los hits de 2016, que sonó hasta el cansancio en las radioemisoras. Otra de las ganancias del show, aparte del golpe de adrenalina que se le metió en el cuerpo a los espectadores, fue que Diplo accediera a que le abrieran el espectáculo productores y djs cubanos, quienes se habían movido en diferentes estilos durante años.
Recuerdo que antes de la apertura conversaba con algunos de esos djs cubanos y se veían muy emocionados por esa oportunidad. La interpretaban no solo como la suerte de desempeñarse como teloneros de Major Lazer y Diplo, sino de mostrar su obra a miles de personas de diversos intereses, algo que habían tenido en ocasiones muy contadas, entre ellas el extinto “Festival Rotilla”.
Días antes del concierto entrevisté a Diplo sobre su viaje a La Habana. El estadounidense me aseguró vía email, que convertiría a la capital en una gran fiesta , a pesar de la lógica incertidumbre sobre Cuba que rondaba su cabeza . “Hemos tenido un gran éxito con temas como ‘Bumaye ’, ‘Lean On ’ y ‘Light It Up ’. Pero no estoy seguro cuáles temas han sido escuchados por el pueblo cubano o cuánto conocen acerca de nosotros. Solo sabemos que el concierto será una gran fiesta”. Las imágenes posteriores de manos en alto y los miles de cuerpos entregados a la euforia fueron la mejor prueba de que Diplo cumple sus promesas.
La tarde antes del show, organizado por el festival Musicabana y el Instituto de la Música, los miembros de Major Lazer dialogaron con la comunidad de djs y productores cubanos y seguidores de ese estilo en la Fundación Ludwig de La Habana, donde respondieron preguntas y ofrecieron un breve set en el que, por momentos, parecía, de tanta proximidad, que eran los espectadores quienes manojeaban las máquinas. Los miembros del cuerpo de seguridad del grupo trataron en un principio de que no les tomaran fotos a los protagonistas o de mantener la distancia, pero se percataron a la brevedad que aquella era una misión imposible.
Las imágenes del concierto le dieron la vuelta al mundo y de alguna forma también ayudaron a derribar los estereotipos, al demostrar que en Cuba hay un pujante movimiento de la electrónica y una gran comunidad de djs, que con una producción e infraestructura apropiada podrían sentar bases en lides internacionales.
Major Lazer, en ese momento, confirmó que sostenía su obra sobre formas superiores del EDM, ese estilo tribal enfocado en los lenguajes del baile y el desenfreno. Cierto que en medio de la Tribuna Antiimperialista y en plena tarde no se le podía pedir mucha más libertad al cuerpo y a la mente; pero que a nadie le quepa duda: a un lustro muchos recuerdan aquel encuentro con la agrupación —una de las cimas del electro— que a su llegada a Cuba rompía las principales listas del género y disparaba con soltura su artillería de EDM.
En 2018 volví a entrevistar a Diplo. Entonces me dijo que estaba interesado en repetir su experiencia en la Isla, registrada en el documental Cuba Give Me Future. Y supe que, al compás de la discreción, se hacían algunas gestiones en la Isla para que el estadounidense regresara a La Habana. No se cumplió ese proyecto durante aquel año y después con la llegada de Trump a la Casa Blanca los intercambios culturales se detuvieron casi en su totalidad.
Diplo, según supe, no ha perdido el interés de tocar en Cuba, donde además se han tratado de organizar otros grandes conciertos de música electrónica con el apoyo de alguna que otra institución. En este momento, hay varios grupos de referencia que se proponen viajar a la isla, si las condiciones en un futuro lo permiten. Uno de los casos más actuales es el de David Guetta, quien confirmó que ha manejado esa posibilidad en su agenda. Guetta, para más pistas, ha viajado incluso a La Habana, quizá para ir explorando el terreno.
Entre la madeja de recuerdos de aquella tarde de 2016 también se asoman algunas preocupaciones en torno a la música electrónica cubana, ese universo que no tiene detrás una fuerza promocional, ni mediática, y mucho menos una producción en toda regla que le permita a su exponentes desarrollar a plenitud su obra o contar con plataformas que la muestren y la pongan en el radar.
Por eso también muchos vimos en el concierto de Diplo en La Habana, y en los videos de la presentación, una oportunidad para que el mundo supiera que en Cuba los djs “pinchan” con un discurso propio; con todo y el desconocimiento entre las instituciones y los medios hacia esta escena, que provoca que para una buena parte del público la música electrónica hecha en la Isla sea aún un enigma por resolver.