“¿Tú querías algo?”, me pregunta la muchacha, con un tono que en realidad quiere decir “¿Qué tú miras?”. “Un café”, le digo para justificar mi presencia. Me sirve un líquido ambarino, dulzón, y deja el vaso encima del mostrador. Calzada del Cerro número 1301, entre Consejero Arango y Carvajal. Es una cafetería de poca monta, un timbiriche, pero en esta casa nació el pintor René Portocarrero hace 102 años.
Al lado de la puerta una placa de latón identifica el lugar, al segundo apellido le falta una letra. Claro, todo el mundo se fija más en la tablilla, que anuncia pizzas, espaguetis, pan con tortilla, pan con pasta, maní molido, merenguitos, jugos, refresco, chicharrones… A fin de cuentas, una cafetería es una cafetería.
Esta barriada, otrora burguesa y refinada, inspiró la serie Interiores del Cerro (1943-1944), “una de nuestras parcelas artísticas donde lo cubano alcanza naturalmente su universalidad”, según José Lezama Lima. En 1966 el poeta escribía:
“Muchos de los palacios de ese barrio han sido destruidos, o alterado su ordenamiento, o conservado tan sólo el hechizo de uno de sus fragmentos. Portocarrero ha podido reconstruirlo en su existir, apoyado por sus recuerdos infantiles. Las paredes, las puertas, la riqueza ornamental de los muebles, están hechas en su realidad para fijar innumerables detalles del arte del vivir. Nuestro pintor ha reconstruido ese barrio, en una forma que queda como el camino para sus futuras catedrales”.
“Pero yo no sé nada de eso”, me dice la dueña cuando pretendo iniciar una entrevista. Ella vive aquí hace 5 años y poco después de llegar montó La Primera –así se llama el negocio-. “¿Y los que vivían antes?”. “Se fueron”. “¿Del país?”. “Sí”. Me manda a ver al viejo de al lado, porque es la misma casa que está dividida. “Como casi todas las casas de la Calzada”, tercia Carlos Bartolomé, historiador del Cerro. Pero el viejo no está.
El Museo Nacional de Bellas Artes guarda en sus almacenes tres Interiores del Cerro, y hay otro en la colección de Ramón Cernuda, en Miami. Quizás existan unos 8 o 10 en total, sin que haya noticia sobre el destino de las demás piezas. Un cuadro de Portocarrero puede costar 15 mil dólares en E-bay. Tal vez allí sepan.
Bartolomé opina que, más allá del valor arquitectónico general de la calle y el propio nacimiento del artista, este inmueble carece de interés patrimonial, pues siguió siendo vivienda después que la familia se mudó a Prado, en 1916. “No vivió ninguna personalidad de relevancia especial, ni pasó nada”. Así que el número 1301 ocupa un espacio en el inventario de monumentos locales, y eso ya es bastante.
“La recreación de ese espacio siempre fue como algo mítico para él”, comenta Roberto Cobas, curador del MNBA. Adelaida de Juan valora estas obras en tanto punto de inflexión en el devenir estético de Portocarrero:
“Primero son los Interiores del Cerro, en los cuales el ornamento de la arquitectura y el mobiliario enroscan y engloban toda la composición, incluyendo la figura humana. Luego, en la década del cincuenta, ya es la ciudad toda y no sólo un barrio; pero es ciudad que se ha adelgazado y afinado hasta convertirse casi en plano arquitectónico. Su color es delicado y triste, y su esquematismo, mera sugerencia de una ciudad despersonalizada.
“En la década del sesenta resurge la exuberancia inicial de la línea y del color, pero ya no ceñida al Cerro sino en un despliegue total del color, gran síntesis de edificios, calles, estatuas y, sobre todo, la atmósfera misma de una ciudad reencontrada por el pintor”.
Los Interiores representan muestras perfectas de ese barroquismo que unos le aplaudían y otros le acusaban. “Si realmente se evidenciara en Cuba un sentimiento barroco de la existencia, mis hombres y mujeres serían barrocos. Si se llegara a la conclusión de que existe en Cuba un alma barroca que lo rige todo, yo también sería un hombre barroco. Y si como dijera Ramón Gómez de la Serna que el barroco consiste ‘en un siempre querer’ estaríamos viviendo, sin duda, en un mundo enteramente barroco. Mi pintura, quisiera que fuera enteramente pintura”.
¿Entonces la casa podría convertirse en un museo, una galería? ¿Si el arte volviera al arte, si se cerrara el ciclo? “Tendría que ir primero a ver qué es aquello –sugiere Cobas. Para mí fue frustrante que no se concretara el esfuerzo por rescatar la casa de Wifredo Lam, porque ahí se pintó La Jungla, La silla, La mañana verde, que hoy no solo son clásicos dentro de su obra, sino universales. Las personas que estaban trabajando en ese proyecto no se buscaban un centavo, era puramente por hacer una labor cultural importante. Y resultó un fracaso, no hubo apoyo por parte de muchísima gente.”
En 1983 o 1984, el Museo del Cerro organizó un homenaje al “maestro del color”. De aquel día quedó una Flora diminuta, dibujada a tinta en un papelito, para regalársela como agradecimiento a una de las especialistas. Todavía la conservan, aunque nadie sabe si está en la sección de Documentos o la de Arte. “Es que el museo lleva 30 años en reparación, imagínate tú…”.
El café está pésimo, ambarino, dulzón. No hay remedio. Tendrían que intervenir varias instituciones, ponerse de acuerdo, idear una iniciativa viable y coherente, ofrecerle un nuevo hogar decente a los actuales moradores; y antes convencerlos de permutar, que serían héroes de la cultura cubana, que harían un bien enorme, que recibirían gran reconocimiento y saldrían en televisión.
Hubiera sido perfecto escribir algo como “Historia del pintor contada por su casa”. Pero esta casa perdió la memoria y ahora es un monumento al kitsch vecinal. Dicen que Portocarrero era un jodedor. Estaría muerto de la risa si alguien le contara.
Muy bien Eileen. Felicidades por este artículo. Me recordó algo parecido que ocurrió con la casa de la Tula en Camaguey, pero al final corrió con mejor suerte pues el Estado logró recuperarla.
Naci en guanabacoa y siempre pasaba por la casa de lecuona y de bola de nieve..en una ocasion fui al cotorro a ver la casa de mendive y asi desde pequeno siempre me ha gustado ver las casas de personas relevantes de nuestra cultura en general..muy interesante la nota cuando regrese a cuba pasare por la casa de ese gran pintor cubano ..gracias.