Bajo el título de El mapa y el hecho el multidisciplinario artista plástico Alexandre Arrechea inauguró hace unos días su más reciente muestra en Nueva York.
Una acuarela de gran formato y una original instalación en la que lo tradicional y lo experimental encuentran sitio al unísono, conforman la muestra que hasta mediados de octubre puede apreciarse en el Magnan Metz Gallery, un prestigioso recinto expositivo de la cosmopolita ciudad.
Arrechea asume una vez más el reto de mostrar su arte al exigente público neoyorkino, pues esa urbe se ha convertido en una suerte de meca del arte contemporáneo.
El estudio y su importancia en el trabajo artístico han tenido gran significación para el creador. La doble existencia en el mismo espacio, es la metodología que expresa el proceso natural de su obra. El artista en esta muestra examina la idea dual desde una perspectiva matemática, existencial e histórica, creando una metáfora visual de la cartografía precolombina y entrega un continente sobre otro, simplemente como una construcción usada para ilustrar el poder.
Alexandre Arrechea nació Trinidad y se graduó del Instituto Superior de Arte en 1994. Fue fundador y miembro hasta el 2003 del colectivo Los Carpinteros. Su trabajo se ha exhibido recurrentemente en Estados Unidos en The Bronx Museum and Lehman College. Recientemente presentó la muestra No limits compuesta de esculturas monumentales también en Nueva York. Sobre esta nueva exposición conversó con OnCuba:
¿Qué nuevas ideas y conceptos expresa con The Map and the Fact?
El Mapa y el Hecho (The Map and the Fact) es mi primera presentación en Nueva York luego de haber mostrado el año pasado el proyecto NOLIMITS en Park Avenue. Por tanto, ha transcurrido, al menos para mí, un tiempo prudente como para intentar traer otras ideas que he estado manejando y que sin dudas me parecen oportunas continuar desarrollando. Estas están enfocadas en el diálogo entre la fragmentación del paisaje y la búsqueda de la unidad de este.
Por un lado, he presentado una acuarela de gran formato: (The map), de un mapa del mundo en posición invertida, que confieso cuesta mucho ver pues este está velado o se pierde entre líneas que se superponen y que nos recuerdan las ondas en el agua. Entonces, por momentos vemos el protagonismo de estas ondas y a ratos vemos el mapa mundi compuesto de líneas más verticales, y es ahí donde para mí como artista radica el éxito del dibujo como idea. Esa unidad del paisaje se ve amenazada por esas otras líneas circulares que lo interrumpen, por lo que el espectador constantemente está intentando corregir la mirada para completar el paisaje y definir donde está cada lugar en él.
Por otro lado, está la instalación (The fact) que propone hablar desde la óptica del fragmento. Mi idea era concebir una especie de paisaje de campo arado, sobre el cual yacen elementos propios del paisaje como el agua. Esta es representada utilizando fotografías de gotas de rocío que están encapsuladas en círculos de acrílico. También he colocado sobre este campo arado una especie de instrumento cartográfico con formas que recuerdan un corte transversal del terreno en el cual se encuentra ubicado. Pero lo interesante para mí en esta instalación es como el paisaje con estas alusiones al agua e instrumentos cartográficos sugiere un espacio en formación, el embrión de algo que justamente empieza a desarrollarse, tal como sucede en los campos arados cuando estamos a la espera de lo que ahí se cosechará. Hay una intención de buscar algo nuevo y fresco en el paisaje, utilizando elementos tan tradicionales como la madera y tan contemporáneos como una fotografía digital encapsulada en acrílico.
¿Qué principales diferencias establece entre esta y sus anteriores muestras en esa ciudad?
Yo no diría que hay grandes diferencias con trabajos anteriores, a no ser en el aspecto visual. En este sentido la obra sí se desmarca de mi trabajo anterior. Por primera vez hago alusiones a la pintura desde la instalación. He estado viendo muchos cuadros de Vincent Van Gogh a la hora de decidir los colores que he utilizado, pues sus trigales tienen ese amarillo casi dorado que se muestra cautivador. En ese sentido quería atraer la atención. Por otro lado la discusión sobre el espacio es algo que continúa invariable en mi obra. Esa conciencia por definir y dar nombre al espacio que habitamos la sigo desarrollando en mi afán de arribar a nuevas conclusiones y continuar cuestionando nuestra realidad.
¿Qué significa para un cubano compartir su arte con el público neoyorkino?
El público neoyorquino es un público muy culto y muy entusiasta del arte. Esto hace que el artista nunca pueda estar en una posición de confort, pues está constantemente bajo el ojo crítico, y por consiguiente cada nueva presentación se convierte en un reto. Como artista agradezco mucho esto, pues siempre te ayuda a estar despierto, lo cual es una bendición.
¿Tiene planes de realizar alguna exhibición personal en Cuba próximamente?
Si todo marcha sin problemas en el camino podría presentar una exposición durante la próxima Bienal de la Habana. Por el momento la he titulado “Mapa abandonado”. Pero ya sabes que eso siempre puede variar en el trayecto. También próximamente debo estar presentado mi libro El espacio inevitable, publicado por TURNER (bilingüe) y en el que he trabajado con Cristina Vives como editora y un excelente equipo de diseñadores formado por Laura Llópiz y Pepe Menéndez. Un libro bastante completo por todo lo que cubre como investigación sobre mi obra. Ya en este momento está a la venta en Amazon para los interesados. También pienso exhibir en breve el documental NOLIMITS, que se me ha retrasado por los subtítulos, pero que prometo poder tener pronto.
Mis afectos a un coterráneo q no conozco personalmente. Pero me gusta el arte.
Arturo