Los temas del nuevo disco de Cimafunk, El alimento, ilustran perfectamente las coordenadas que ha seguido este artista con su música. Salvaje, grabado con Chucho Valdés y Funk Aspirin, con George Clinton, identifican esa búsqueda que alcanzó lustre con Terapia y que asienta sus bases en su nueva producción discográfica. Valdés y Clinton, dos dioses en sus diferentes frentes sonoros, coincidieron con los intereses de la propuesta del músico y con esa indagación que viene realizando con esta música curativa que exuda ritmo y originalidad a partes iguales.
Cimafunk ha dado solidez a una obra que tiene los pies en Cuba pero la mirada en el universo. De esa mixtura nace una hibridez expansiva y refrescante que se sostiene principalmente sobre su propia interpretación del funk y de la tradición y contemporaneidad de la música cubana.
En su nuevo disco Cimafunk se muestra como un músico en tránsito hacia la fragua de su propia personalidad, que ya ha incorporado líneas reconocibles en la música cubana y que se encuentra en pleno proceso de identificación y adaptación de sus influencias y de sus propios lenguajes sonoros para alcanzar en un futuro cercano su máximo esplendor.
El Alimento es, por tanto, un disco que lo sitúa a mitad de la carretera, a mitad de la construcción del músico que quiere ser, a mitad de ese crisol de posibilidades que ha abierto con una obra que ya lo ha situado bajo los principales focos de atención. Cimafunk se tomó un tiempo prudencial para estrenar un disco que tal vez pasó por diferentes momentos de tensión debido a la inusitada popularidad alcanzada por su debut.
No debe haberlo tenido fácil para grabar este álbum acosado por esa voz interna que le exigía estar a la altura de la explosión de sus primeros éxitos. En medio de los tirones emocionales de ese escenario llegó El Alimento, un disco que tras varios oídas da evidentes señales de que se trata de un fonograma en el que no se dejó nada al azar, que muestra a un músico con un apetito inacabado por probar todo lo que puede aportar a su obra y que cada colaboración mantenida contribuye ciertamente al resultado final del Cimafunk que presenta El Alimento.
El disco, producido por el estadounidense Jack Splash, ganador de varios Grammys y con un envidiable expediente creativo, sigue una ruta muy identificable en la que el músico no juega a ser libre, sino que lo es, precisamente, porque logró ampliar los conceptos de su música, con la incorporación de una mayor cantidad de lenguajes rítmicos y colaboraciones con artistas de diversos signos. Esa libertad para edificar lo nuevo desde ritmos y propuestas muy acendradas en la historia de la música cubana e internacional se percibe en las grabaciones con otros músicos con propuestas diversas entre sí, pero que tributan al disco de manera fundamental.
Los trece tracks mantienen una línea en común aunque la diversidad es la señal más clara que siguen en esa autopista ecléctica y cosmopolita que es El alimento. El disco es el sonido de las fiestas de Brooklyn, de Madrid, del centro sudafricano y por supuesto de la nocturnidad de la bohemia habanera. Toda esa amalgama modelada bajo la luz sonora de un funky estilizado y rampante no deja títere con cabeza. Va arrasando mientras pasan los invitados por este pasarela de luces estroboscópicas, y de “poses retro” con el motor del funky detrás.
Las referenciales grabaciones con Chucho y Clintob están aderezadas por otras que marcan momentos clave en el disco. Son los casos de Rómpelo, grabado por Cimafunk con el conocido rapero de Chicago Lupe Fiasco; La noche, con la banda colombiana ChocQuibTown, La era del sazón con CeeLo Green, No me alcanza, con Los Papines y El reparto, con El Micha, uno de los temas en que mayor confluencia alcanza durante el viaje.
El disco es Cimafunk en estado puro. El músico dio cuerpo a todas las influencias sonoras que le electrifican el cuerpo para alcanzar otra dimensión en esa carrera con la que puede llegar tan lejos como le permite ese camino que ya abrió a pleno pulmón. Lo que debe cuidar en extremo es la repetición, la complacencia, la confusión entre tantas expresiones sonoras y el descanso en las formas ya exitosas y establecidas. De caer en ese pozo de arenas movedizas estaría dando un tiro de gracia a una obra de posibilidades infinitas, porque se ha demostrado que es muy difícil regresar después del extravío.
Cimafunk tiene todo a su favor para mantenerse rumbo a una cúspide que ya le ha guiñado más de un ojo cómplice. Su juventud, sus ganas de comerse el mundo, su entrega al trabajo hasta la fatiga y el acompañamiento de un equipo que ha sabido conducir su talento desde que comenzó en la Triple A hasta sus coqueteos con las Grandes Ligas, aunque, hay que decirlo, sus colaboraciones con leyendas como George Clinton dan fe de que su permanente fichaje en las “Grandes” es cuestión de tiempo. A ese rosario de recursos se le suma su carisma y su capacidad de encontrar en cada música elementos que pueden continuar universalizando su obra y poniéndola a dialogar sin miramientos con lo que brilla por su calidad en el circuito internacional.
El alimento es un disco que exhibe ante todo la fortaleza de la música de Cimafunk para hibridarse, los aportes que todavía pueden mostrar las fusiones más sinceras de los lenguajes sonoros y el diálogo entre culturas que debe prevalecer por encima de la beligerancia y la incomprensión.
Es un disco-puente, un camino que sigue el rumbo creado por el artista en su debut y lo lleva hacia un territorio envolvente en el que, a pesar de la variedad de colaboraciones, nunca pierde su rumbo primigenio. O sea esa idea de continuar alimentando la música cubana con la que se lanzó un día a probar suerte en el mundo desde su natal Pinar del Rio y ya ha llegado hacia escenarios y festivales de gran calibre en el globo.
Pero no hay que dejarse envolver por las luces, el alto nivel de las colaboraciones y el éxito rotundo. Cimafunk, con cada obra que ha publicado hasta el momento, lo que hace es regresar a la raíz, al calor de su tierra, a los orígenes de la música cubana que ha traído a una radical contemporaneidad, como también lo hicieron otros artistas con mayor o menor suerte, demostrando que la música cubana tiene mucho que decir y que realmente es la base de toda su obra.
En el tejido de la armadura de El alimento hay algunos temas que llaman poderosamente la atención. Esto es Cuba, Estoy pa’ eso, Como te descargo, tienen todo para colocarse de golpe entre los nuevos hits del intérprete y compositor y de la música cubana en general. Todo depende de la promoción y de la interpretación que el público haga de estas entregas de Cimafunk, arropadas además por los conceptos globales del pop y elementos de la new wave y por su intención de calentar sobre todo las noches cubanas.
En el tránsito del disco hay momentos que se repiten ante el oído del oyente y que hubieran necesitado en su transición una mayor ruptura en la estructura sonora para que la propulsión de los temas alcanzaran toda su magnitud. Pero la fuerza interpretativa del músico logra solventar esos intervalos que podrían haberse solucionado con eficacia en la producción del álbum que, por otro lado, acaba de comenzar su recorrido y nadie dude que puede llegar bien lejos.
Erick Iglesias ya no existe. Ahora vive en esa criatura explosiva y salvaje que puede convertirse en una de las presencias habituales en las discotecas y festivales de todo tipo por la variedad sonora de su propuesta. Es un músico que ha demostrado tiene todo para conquistar el mundo más allá de su estilizada puesta en escena, del llamativo diseño de su vestuario al mejor estilo funk.
Cimafunk no es solo Cimafunk. El artista es también un resultado excelente de una escena alternativa cubana que parió músicos con una sintonía semejante como Free Hole Negro,Ogguere, Orishas, que si bien mantuvieron caminos diferentes también prestigiaron esa poderosa mezcla que es la música cubana.
Ahora Cimafunk comenzará el proceso de promoción de El Alimento. Presentará su disco en festivales y escenarios internacionales y pondrá a mover los cuerpos de miles alrededor del mundo. Lo único que tiene en contra es que aún no podrá pasar la habitual prueba de fuego del “en vivo” en la escena cubana por las restricciones sanitarias.
Pero seguramente cuando llegue el momento Cimafunk volverá a encender en La Habana la orgía sonora y de cuerpos sudorosos con un alimento bien condimentado que se le escapó al diablo.