La reapertura de varios servicios en gran parte del país, ha reavivado las expectativas del escenario posible en Cuba antes del 15 de noviembre, fecha en la que, a todas luces, debe establecerse la normalidad en la Isla, luego de casi un año de pausa en el país a causa de la COVID-19.
Con la reapertura de buena parte de los servicios gastronómicos (bajo regulaciones de capacidad y otras medidas sanitarias), de piscinas y las estancias en las playas, así como el restablecimiento de servicios notariales y la flexibilización de otras restricciones, el actual panorama nos pone a pensar en otras acciones esperadas por buena parte de la población.
Hablamos del regreso de la vida cultural. La apertura de salas de cine y teatro, las galerías de arte y museos, además de los conciertos con presencia de público, sería una de las noticias más esperadas para este 2021, marcado por la existencia casi nula de actividades culturales en los espacios habituales.
Y no es que haya faltado la música, el cine o las artes visuales en lo que va de año a través de diversas propuestas organizadas por las autoridades de cultura del país (con mayor o menor acierto), pero la vorágine habitual del circuito cultural cubano se extraña porque no podemos negar que la música en vivo se vive diferente a través de una pantalla. Algo similar pasa con el teatro y la danza, incluso con las artes visuales, si bien estas llevan cierta ventaja en el mundo digital, al igual que el cine.
Tampoco sería del todo sensato retomar ciertas acciones en espacios cerrados o promover encuentros masivos de personas. Se trata, en cambio, de mantener las actividades en el entorno virtual incluso después del retorno a la vida cotidiana, porque es claro que esta “nueva realidad” llegó para quedarse por un buen tiempo.
Si consideramos las actuales circunstancias y los eventos que de a poco se han ido anunciando (Bienal de La Habana, Festival Internacional Jazz Plaza), podemos hacernos una idea de lo que será la vida cultural en el país en la etapa post-COVID, aunque ese contexto ya nos ha demostrado cuan cambiante puede resultar.
De momento, tendremos una Bienal de La Habana que en su XIV edición anuncia un interés en destacar la obra nacional, una movida inteligente si consideramos que la presencia extranjera disminuirá a causa de la pandemia, además de que resulta más sencillo ofrecer más oportunidades a los artistas de montar sus open-studio, ante la crisis económica y la ausencia de espacios expositivos, que correr con los gastos que implica el aparataje de una exhibición.
El auge de las plataformas virtuales en el entorno de las artes visuales en el país en el último año también resulta otro aliciente a explotar en esta Bienal, lo cual también ayuda a evitar un mayor gasto económico en uno de los sectores del arte más golpeados en Cuba desde la llegada del nuevo coronavirus.
En ese sentido, también se conocieron adelantos del 37 Festival Internacional Jazz Plaza en enero de 2022, con un formato híbrido donde se intercalarán presentaciones virtuales con otras presenciales, en tanto lo permita la situación sanitaria, explicaron sus organizadores.
En la edición precedente, totalmente virtual, gran parte del Festival se sostuvo por la plataforma Hot House Chicago, y el extenso programa de intercambio con músicos cubanos, por lo cual las variantes de los organizadores para el 2022 pudieran no diferir mucho de lo visto a inicios de este año.
Si bien los espacios al aire libre con limitación de público pudieran ser una alternativa viable para el Jazz Plaza, los teatros y clubes nocturnos siguen siendo los espacios recurrentes del evento, otro elemento a considerar para los encargados de conformar el programa.
Y si de espacios cerrados se trata, los cines son otra de las interrogantes a pensar, con vistas a una futura realización del siempre esperado Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, aspecto ya abordado con anterioridad. Solo añadir que pudiera retomarse la experiencia del cine móvil en los barrios donde, aunque con menos recursos que los empleados en una sala de cine habitual, pudiera extenderse el cine y el festival en sí por más lugares de la capital, un viejo anhelo de los organizadores y una variante retomada de cierta manera en otros países en los inicios de la pandemia el pasado año.
Algo similar sucede con los teatros, que, al estar ceñidos a un local cerrado, dificultan el retorno a las actividades habituales, aunque una opción que se pudiera explotar sería la de los anfiteatros, espacios al aire libre diseñados para la presentación de espectáculos escénicos.
En el caso de La Habana, el Anfiteatro del Centro Histórico y el de Marianao son de los más populares, sobre todo el ubicado en la Habana Vieja, que acoge con regularidad espectáculos musicales, principalmente, y que pudiera servir como sede de presentaciones en un primer momento.
También se encuentra el espacio Oficio de Isla, nombre tomado por la obra dirigida por Osvaldo Doimeadiós, con sede en los Almacenes San José, otro amplio local, ideal para acoger a buena cantidad de público en entornos no cerrados. En el caso del Centro Histórico habanero, son varias las experiencias en el montaje de espectáculos en calles y plazas, por lo cual no sería del todo descabellado que disfrutemos de más ofertas culturales al aire libre no solo en el entorno de la parte más antigua de la capital, sino extender estas prácticas a diferentes sitios en todo el país.
También se hace necesario extender las ofertas culturales en internet, y no solo los conciertos online o pseudo exposiciones en redes sociales, sino de implementar mecanismos sólidos para la exhibición y consumo de contenido digital. Un acceso más económico a la conexión, plataformas eficientes y modernas para el consumo cultural (que sabemos que conllevan grandes gastos en tecnología), así como una adecuada estrategia de comunicación para convocar al público nacional a consumir “productos” en estos espacios, son acciones básicas que no deben seguir demorando para no atrasar más las dinámicas culturales respecto al resto del planeta.
En un mundo cada vez más digitalizado, rodeado de criptoarte, eventos de cine online, conciertos por YouTube y espectáculos teatrales en vivo vía internet, se hace más urgente que el arte cubano se inserte cada día más en estos ambientes novedosos donde, pese al desconocimiento y la desconexión, los artistas (y el público) de la Isla buscan cada vez identificarse más con este tipo de actividades y escapar a la “maldita circunstancia del agua por todas partes”.