Para muchos Steve Jobs es solo un nombre o una buena película americana. Para algunos, un genio de la empresa tecnológica, creador de dispositivos como Ipad y Iphone. Para pocos, un paciente con un tumor pancréatico que por rara suerte en su caso, podía ser extirpado. Para casi nadie, un hombre de ciencia que paradójicamente perdió su vida al preferir tratamientos naturistas sin basamento científico. Steve Jobs fue una víctima de la denominada pseudociencia, y eso no resalta en las noticias.
Quizás sea este el caso más publicitado, pero cada año se cobran vidas en el mundo ante el seductor conjunto de teorías que, amparadas en la mística de una tradición o en la avanzada tecnológica, se ofrecen como una alternativa a la práctica médica tradicional. Tal es el caso del niño canadiense Tyrell Deck, quien murió de un cáncer de hueso tratable por la renuencia de sus padres a la quimioterapia en pos de “productos naturales”, o del joven italiano que perdió la vida por una simple bronconeumonía manejada con remedios homeopáticos.
Como pseudociencia se identifican los conocimientos, creencias o prácticas que no se rigen por la experimentación, y en su lugar presentan conceptos en forma supuestamente científica, asegura el Doctor en Ciencias Físicas Arnaldo González Arias en su artículo La ciencia cabeza abajo.
Esta realidad puede parecer alejada del sistema cubano de salud, sustentado por décadas en la evidencia y en una vocación de acceso universal a la más alta atención médica. Sin embargo, desde hace algunos días circula por la blogosfera y el sitio de la revista Juventud Técnica un pronunciamiento del Consejo científico de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas sobre las llamadas pseudociencias; sin dudas, la punta del iceberg de una polémica que tiene lugar en la comunidad científica de la Isla.
De hecho, en las zonas menos visibles –siguiendo con la metáfora del iceberg –se ha propiciado un debate publicado por el sitio web de la revista Juventud Técnica sobre la importancia de la evidencia y la experimentación en algunas prácticas de la Medicina Natural y Tradicional en Cuba.
El intercambio se ubicó íntegramente en la Revista Cubana de Salud Pública y se convirtió luego en el libro Medicina sin Apellidos de la Editorial U.H. También en 2012 trascendió una Declaración de las Sociedades Cubanas de Matemática y Computación, Física y Química acerca de la necesidad de promover el método científico, a la que se sumaron las Sociedades Cubanas de Oncología, Radioterapia y Medicina Nuclear.
La pregunta es: ¿existen pseudociencias en Cuba?
En el año 2009 el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) dictó la Resolución Número 261 en la que incluía como legítimas algunas prácticas dentro de su especialidad número 52, conocida como “Medicina Natural y Tradicional”. Entre ellas figuraban la fitoterapia o estudio de las plantas, la apiterapia, medicina tradicional asiática, ozonoterapia, la hidrología médica, los ejercicios terapéuticos tradicionales, la orientación nutricional naturalista, la homeopatía y la terapia floral, como alternativas de prevención, tratamiento, curación y rehabilitación de las enfermedades.
No obstante, el Consejo Científico de la Universidad Central asegura en su primer punto que “la dirección universitaria está consciente de que existe un conjunto relativamente numeroso de prácticas que no han sido obtenidas por métodos científicos (…) identificadas con el nombre apelativo de pseudociencias (falsas ciencias). Ejemplos concretos: homeopatía, energía piramidal, terapia floral, radiestesia (uso de péndulos), biorritmos, ufología (referente a los OVNIS), criptozoología…”. Llama la atención en este grupo la inclusión de dos tratamientos autorizados por el MINSAP en 2009.
En esta línea coincide el Especialista en Medicina Interna, Profesor Titular, Consultante y Máster en Ciencias de la Educación Médica, José A. Fernández Sacasas, quien asegura que “para preservar el crédito y prestigio alcanzado, la medicina natural y tradicional en Cuba debe tomar distancias de prácticas como la homeopatía y la terapia floral”.
La homeopatía se basa en la disolución extrema de una sustancia en un líquido inocuo –agua o agua con alcohol-. El fundamento es precisamente que “lo similar cura lo similar”, mediante esa dilución que potencia el efecto, explica el Doctor en Ciencias Físicas y coordinador del libro Medicina sin apellidos, Osvalo de Melo. “Uno sabe desde principio del siglo XX que la sustancia está compuesta por átomos y que los átomos en cualquier sustancia son muchos, pero no infinitos, así lo demuestra el número de Avogadro*. Si tú empiezas a diluir varias veces un principio activo en agua terminas por quedarte sin ningún átomo de la sustancia inicial. Entonces vemos que las bases son insólitas, están completamente fuera de la ciencia y del sentido común”, afirma.
Por su parte, la Especialista en Segundo Grado y Máster en Medicina Natural y Tradicional, Doctora Magaly Carrero, alega que se ha avanzado en el estudio de los mecanismos de acción de la homeopatía y ya se plantea que está a un nivel físico molecular. “Los médicos homeópatas tenemos bioquímicos y biofísicos trabajando en investigaciones de las Ciencias Médicas que nos ayudan a conocer esos mecanismos en el organismo humano, ya que estamos convencido de los resultados”.
Pero “si la homeopatía funcionara no existirían ensayos clínicos controlados, exhaustivas revisiones sistemáticas, editoriales en revistas prestigiosas como The Lancet y declaraciones como la del Ministerio de Sanidad español que reafirman su inoperancia”, refuta el Doctor en Ciencias de la Salud, Luis Carlos Silva, del Centro Nacional de Información Médica.
Ya desde 2009, la Organización Mundial de la Salud establecía que la homeopatía no era efectiva para la prevención, ni para la cura del Sida, la tuberculosis, la gripe común, la malaria, o la diarrea, según un artículo publicado en el diario El País, el 29 de agosto de ese mismo año.
En el caso de la terapia floral, esta tiene sus orígenes en la primera mitad del siglo XX y se debe al médico Edward Bach. Durante una visita a la campiña londinense, el galeno descubrió supuestas semejanzas entre las flores y algunos rasgos personológicos del ser humano. Así describió 38 remedios originales, al que sumó uno “de rescate”, mezcla de cinco preparados para crisis profundas. Estas disoluciones con base floral “son simples, efectivas y libres de efectos adversos”, concluye el Especialista en Primer Grado en medicina general integral, Felipe Abreu; al tiempo que aclara el hecho de que “la ciencia del siglo XXI todavía no ha explicado cómo funciona”.
El Doctor en Ciencias Físicas Arnaldo González Arias comenta que en una revisión bibliográfica comprobó que múltiples ensayos clínicos descartan la validez de la terapia floral y que en los artículos nacionales que la avalan, se diagnostican fallos metodológicos al no mencionarse el efecto placebo (un efecto psicológico de mejoría que puede llegar a experimentar el paciente) o el experimento a ciegas.
Estas posturas son parte de un movimiento crítico que sostiene la idea de que la Ciencia Médica no es cuestión de opiniones, sino de demostraciones, con el método experimental como centro para la confirmación o refutación de las hipótesis. Ello no quiere decir que no se deba seguir intentando en el camino de la validación de ambas prácticas. Mucho menos implica, en ninguno de sus enfoques, una negación del potencial de la medicina natural y tradicional (MNT) en Cuba.
Uno de los mayores logros de la Revolución fue el establecimiento de todo un sistema de salud gratuito y universal, bajo la filosofía de la unión de práctica, docencia e investigación.En este contexto la introducción de la medicina natural y tradicional deviene una directriz política que tiene su reflejo en el lineamiento número 158 de la Política Económica y Social del Partido Comunista de Cuba, documento rector de las transformaciones vigentes en el país.
“Fue muy acertado llamar a los profesionales de la salud a introducir la MNT. Pienso en la posibilidad de dominar los fundamentos científicos en la aplicación de plantas medicinales y sus principios activos para el alivio de dolencias (fitoterapia) e incluso estudiar los productos naturales en países donde prestamos colaboración médica para valorar su posible uso en la Isla”, enfatiza el Doctor en Ciencias Técnicas y Miembro Titular de la Academia de Ciencias de Cuba, Juan V. Lorenzo Ginori.
La acupuntura también transita hoy por la contrastación científica, con lo cual se han obtenido evidencias sobre su verdadero papel en la terapéutica de los humanos.
El Doctor en Ciencias Biológicas Jorge A. Bergado, profesor e investigador titular del Centro de Restauración Neurológica, resume la postura colectiva cuando afirma que “las críticas no van dirigidas a todos los elementos que hoy se agrupan bajo la denominación de Medicina Natural y Tradicional, la investigación de productos de origen natural es bienvenida cuando se hace bien, lo mismo podría decirse de la acupuntura”.
“No es estar en contra de las cosas extrañas, sino en contra de las cosas que no han sido probadas exhaustivamente por el método científico”, concluye Melo.
Prestar la máxima atención al desarrollo de la medicina natural y tradicional es una premisa de la estrategia cubana en política de salud; en opinión de varios expertos se debe velar para que bajo su sombrilla no se cobijen algunas prácticas carentes del suficiente sustento experimental y teórico.
Como diría el profesor Fernández Sacasas: “Medicina Natural, sí; medicina sobrenatural, ¡no!”.
Nota:
* El número de Avogadro se imparte en la asignatura de Química en la enseñanza secundaria en Cuba.
Desde luego que existen las pseudociencias en Cuba, sobre todo aplicadas por quienes se creen científicos sin serlo, farsantes de ocasión que se anuncian como los grandes chamanes que lo curan todo y haciendo uso equivocado de cuanta cosa se les ocurra. Hasta editan libritos caseros y tienen hasta páginas personales en la red con testimonios de personas supuestamente curadas de enfermedades incurables y sobre las ¨maravillas¨ que realizan. !y como cobran…! Pobres de los ignorantes que acuden a farsas como la energía piramidal, las otras energías, el reiki, y toda esa monserga mentirosa. Si todo eso ¨tan antiguo y efectivo´fuera cierto, bastaría que un grupo de voluntarios se pusiera a cultivar maticas en un organopónico, y otros a imponer las manos o mecer el péndulo y entonces no tendría sentido la existencia de los institutos verdaderamente cientificos que existen en Cuba y con cuyos resultados se han salvado tantas vidas en Cuba y otras naciones. Esos son los verdaderos científicos, los del Heberprot, las vacunas contra el cáncer y otro sinnúmero de beneficios para la salud humana.
La gran mayoría de los medicamentos que utilizamos hoy en día tienen sus raíces en tratamientos tradicionales. Pero hay una gran diferencia entre las pruebas científicas apoyadas por datos medibles y los “testimonios” de gente que cree que fue curada. Entonces, tal vez te preguntes ¿cómo es que la gente pueda pensar que algo funcionó cuando no fue así?
Este interesante artículo por el Dr. Barry L. Beyerstein, Ph.D., biopsicólogo de la Universidad Simon Fraser en Burnaby, British Columbia, Canadá, explica algunas de las posibles razones. ¡Te lo recomiendo!
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Hay diversos factores que pueden hacer que muchas personas inteligentes—pacientes y terapistas—piensen que un tratamiento ha ayudado a alguien, cuando en realidad no lo ha hecho. Esto es cierto tanto para nuevos tratamientos en medicina científica, como para charlatanes, medicina alternativa y curanderos.
Muchos de estos métodos dudosos siguen en el mercado porque algunos “clientes satisfechos” ofrecen un testimonio de su validez. Lo que estas personas dicen, en esencia, es: “lo probé y me sentí mejor, así que debe ser efectivo”. Los medios electrónicos e impresos por lo general difunden estos testimonios como una prueba fehaciente de que funcionan. Sin embargo, sin una evaluación apropiada, es difícil o imposible determinar si en realidad es cierto.
Existen mínimo siete razones por las cuales las personas creen erróneamente que una terapia que no es efectiva, sí funciona:
1. Puede ser que la enfermedad haya concluido su curso natural. Muchas enfermedades limitan su propio desarrollo (se auto-limitan). Si la condición no es crónica o fatal, el propio cuerpo se cura. Por esta razón, para demostrar que una terapia es efectiva, es necesario que quienes la proponen demuestren que el número de pacientes que presentaron mejorías excede al número de pacientes que se recuperaron sin ningún tratamiento (o que se recuperaron mucho más rápidamente que aquellos que no recibieron tratamiento). Sin contar con datos detallados del éxito o fracaso de la terapia en un número significativo de pacientes con la misma condición, no es posible legitimar que se han excedido los parámetros de recuperación sin ayuda.
2. Muchas enfermedades son cíclicas. Condiciones como la artritis, la esclerosis múltiple, las alergias y los problemas gastrointestinales tienen sus épocas de mejoría y de crisis. Es natural que quienes padecen de estas condiciones busquen ayuda cuando están pasando por un momento de crisis o dolor. De esta manera, los tratamientos falsos pueden parecer efectivos porque coinciden con la etapa de mejoría, que habría sucedido aunque no hubieran sido tratados.
3. El llamado “efecto placebo” también puede ser responsable. A través de la sugestión, creencias, expectativas, reinterpretaciones o distracciones, muchas personas que reciben un tratamiento que no contiene ninguna medicina, tienen un alivio considerable. Algunas respuestas al “efecto placebo” producen cambios reales en la salud; otras son cambios subjetivos que hacen que los pacientes se sientan mejor aunque no exista un cambio concreto en la patología (la enfermedad) de fondo.
4. Las personas que le apuestan a varios tratamientos, por lo general, le dan crédito al que no es efectivo. Si una mejoría ocurre cuando se sometieron a un tratamiento alternativo y a uno basado en ciencia, es común que se la atribuyan al tratamiento alternativo.
5. El diagnóstico o el pronóstico inicial puede no haber sido correcto. Los médicos no son infalibles. Un diagnóstico equivocado seguido de una visita a una persona que proporciona “sanamientos” alternativos puede llevar a que las personas den un testimonio positivo sobre la cura a una enfermedad que se pudo haber curado sola. En otros casos, el diagnóstico puede ser correcto, pero el lapso de tiempo, el cual es difícil de predecir, puede haber sido erróneo.
6. Mejorías temporales en el estado de ánimo pueden confundirse con la cura de la enfermedad. Los sanadores alternativos por lo general tienen personalidades fuertes y carismáticas. Los pacientes con frecuencia se dejan envolver en el aspecto mesiánico o “salvador” de la “medicina alternativa”, lo cual tiene efectos psicológicos.
7. Las necesidades psicológicas pueden distorsionar lo que la gente percibe y hace. Incluso, cuando no hay una mejoría visible, la gente que cree firmemente en la “medicina alternativa” se sugestiona de tal forma que llegan a convencerse de que funcionó. Según la teoría de “disonancia cognitiva”, las personas no soportamos mantener dos pensamientos o creencias contradictorias al mismo tiempo, y automáticamente, justificamos dicha contradicción, aunque para ello sea necesario recurrir a argumentos absurdos. Es decir, el ser humano necesita siempre “justificarse” y sentir que todas sus acciones, pensamientos y creencias son coherentes. La gente tiende a aliviar esta discordia reinterpretando (distorsionando o cambiando) la información que le ofende. Por eso, si no hay resultados luego de haber invertido tiempo, dinero y visitas a un determinado sanador, se desarrolla un desequilibrio interno. Antes de admitirse a sí mismos y a los demás que los esfuerzos han sido en vano, mucha gente tiende a tratar de encontrarle algún valor al tratamiento y defenderlo fuertemente. Los charlatanes y sus clientes están predispuestos a malinterpretar señales y a recordar las cosas tal como deseaban que hubieran sucedido. Pueden ser selectivos en lo que recuerdan, sobre-estimando el éxito aparente de la terapia e ignorando los fracasos. La evolución de la ciencia se debe en gran parte a la necesidad de reducir esta tendencia humana de justificarlo todo con creencias. Además, mucha gente se siente obligada a decir que algo funcionó si alguien les ofrece ayuda. Debido a que los terapistas “alternativos” creen sinceramente que están ayudando, es natural que sus pacientes quieran demostrarles reciprocidad con el agradecimiento. Sin darse cuenta, esa reciprocidad obligada contribuye a agrandar la percepción de la magnitud del beneficio que han recibido.
Así que ¡ten cuidado!
La habilidad para distinguir lo real de una relación de causas falsas requiere de estudios bien diseñados y de abstracciones lógicas de una gran cantidad de datos. Existen muchas fuentes de error que pueden llevar por mal camino a la gente que confía en su intuición o en un razonamiento informal para analizar hechos complejos. Antes de aceptar hacerte cualquier tipo de tratamiento, debes tener la certeza de que ha sido científicamente comprobado por varios estudios que controlan las respuestas con placebo. Debes sospechar del tratamiento si la “evidencia” sólo consiste en testimonios, libros o folletos publicados por quien ofrece el tratamiento u otros medios de difusión popular
Excelente y atinado artículo por el que felicito a su autora. Los grandes logros de la medicina revolucionaria cubana, que han llevado a nuestro país a ser líder mundial reconocido en esta Ciencia, no le deben nada a la MNT, sino a la medicina con base científica aplicada a toda la población. De las modalidades hoy reconocidas por el MINSAP hay algunas que merecen atención, como es el caso del serio trabajo con plantas medicinales que se realizan en instituciones como el IFAL. Pero hay otras que carecen de fundamento y han sido incapaces de aportar evidencias de su efectividad y que clasifican francamente en el campo de las pseudociencias como es el caso de la homeopatía, la terapia floral y las muchas variantes de medicinas bioenergéticas afincadas en conceptos vitalistas desterrados de la Ciencia desde el siglo XVIII.
Excelente trabajo!! Felicito a la autora y espero que se mantenga desarrollando esta línea. Considero que es de las primeras cosas publicadas en la prensa cubana, que trata el tema de las pseudociencias de manera atinada. !espero más!
Buen artículo. Me parece adecuado añadir que en muchos países existen personas que practican la homeopatía y otras terapias pseudocientíficas, siempre y cuando demuestren que no causan daño directo (indirecto sí, por lo que se explica en el artículo) al paciente, pero no lo hacen en instituciones del Estado, ni con recursos de éste.
Al fin un artículo sensato sobre todos estos temas. La pseudociencias nos inundan, y es tanta la incultura en la población cubana que te puedes encontrar a profesionales, universitarios, etc. que se creen todas esas cosas. Menos mal que existen algunas personas preparadas, verdaderos científicos, que se pronuncian contra tanta superchería y oscurantismo.
Solo quería hacer una aclaración sobre el inicio del artículo: Steve Jobs no era un hombre de ciencia, era un hombre de negocios. Declaraciones recientes de Steve Wozniak, co-fundador de Apple, revelan que el magnate si acaso raramente escribió algún programa de computadora en su vida. Eso sí, tenía obsesión con el diseño y era experto en deslumbrar a la audiencia cuando liberaba nuevos productos. Tenía un montón de creencias esotéricas que nada tenían que ver con la ciencia, no por gusto fue víctima de ellas.
Este artículo no es científico sino empírico ya que los autores no realizaron estudios experimentales que demuestren la verdad científica y exponen su verdad relativa, lo que han leído. Cuando Galileo Galilei se enfrentó solo a la dominante iglesia católica en su tiempo, tuvo que realizar experimentos para demostrar la verdad científica, al igual que Isaac Newton y otros innumerables científicos posteriormente. Por lo tanto todo profesional que se deje respetar no hace comentarios ni en pro ni en contra hasta que no lo lleve a la práctica con la metodología adecuada y publicarlos.