“Sí, buenos días, dígame”. Es lunes, día de reservación, y el teléfono no para de sonar en el Planetario de La Habana Vieja. Las visitas empezarán el miércoles, como de costumbre, así que hay tiempo, antes de que el lugar se llene de niños preguntando por qué Saturno tiene un hula-hula.
Entonces está todo calculado, listo, con precisión cósmica, para que Dominique Ballereau, astrónomo del Observatorio de París, comience su curso de Astrofísica. Esta es la tercera edición, continuidad de las dos anteriores: El sistema solar, Las estrellas, y ahora La Vía Láctea. “Es siempre un placer enorme estar aquí con ustedes”, dice el profesor, y agradece al Instituto de Geofísica y Astronomía (IGA) por la invitación.
Los ingenieros, cibernéticos y físicos que componen el auditorio, jóvenes casi todos, se van acomodando en el Teatro espacial, un sitio con asientos reclinados –justo los que se necesitan para mirar el cielo-, ubicado dentro del sol del Planetario. ¡Estamos dentro del sol!
El profesor anuncia el temario: dimensiones y masa, cinemática, velocidades radiales, la curva global de rotación galáctica, la materia interestelar, el súper-disco galáctico; formación, campo magnético y evolución química de la galaxia, naturaleza de la población estelar… “Bueno, ¿les conviene el menú?”, bromea en su claro español.
Adolfo Méndez, jefe del Departamento de Astronomía del IGA, comenta que este ejercicio académico permitirá a los muchachos obtener créditos para realizar futuras maestrías. “En ninguna universidad cubana se imparte astronomía, y por tanto aprovechamos la oportunidad para que ellos reciban adiestramiento profesional”.
En los años 70 la astronomía constituía una asignatura en la enseñanza preuniversitaria, pero luego esta materia desapareció de los planes de estudio. “La formación nuestra ha sido autodidacta –precisa Méndez-. Desde lo pedagógicamente bien estructurado estamos deficitarios, y este tipo de cursos cubre un vacío importante”.
“A ello se suma el personal del Planetario –agrega Taymí García, directora de la institución. Para nosotros es difícil lograr la capacitación de los técnicos y especialistas, esto es un complemento para su trabajo de cada día”.
María Elena Muñiz, especialista del Departamento de Geofísica Espacial, destaca que el IGA tiene convenios de cooperación con México y con el Instituto de Física Teórica de Trieste (Italia), los cuales brindan espacio también para la superación. “Pero estas clases nos permiten formar a varios profesionales al mismo tiempo, de la otra forma sería una sola persona”.
Si aún alguien cree que los científicos son fríos, bastará escuchar el entusiasmo de Dominique para convencerse de lo contrario. “Una galaxia tiene su evolución, constantemente se renueva. Si miramos dentro de 100 millones de años, todo será totalmente diferente”.
Y no falta un poco de poesía: “Es difícil saber la estructura exacta de nuestra galaxia, porque estamos adentro, como una selva observada desde el interior”. Y misterio, claro está, pues solo se conoce la parte de la Vía Láctea en que nos encontramos. “El otro lado está escondido: hay tantas estrellas, nubes y polvo, que nunca podremos ver qué hay del otro lado del centro de la galaxia”.
Fue en 2012, durante la novena Conferencia Latinoamericana de Geofísica Espacial (COLAGE), celebrada en Costa Rica, cuando surgió la idea de ofrecer los cursos. Desde aquella vez el investigador francés ha venido cada año. A través de él se mantienen relaciones de trabajo con el observatorio parisino, donde existen posibilidades de posgrados y doctorados para noveles estudiosos cubanos del tema, según cuenta el ingeniero Pablo Sierra, especialista del Departamento de Astronomía del IGA.
Las estrellas amarillas y rojas son las más viejas –prosigue Dominique- y su composición es fundamentalmente metálica. También las hay azules, como aquella donde quería vivir Nené Traviesa – ¿se acuerdan?-, la de La Edad de Oro, que tenía un libro donde decía que las estrellas pasean por el cielo, lo mismo que las niñas por un jardín. “Solo que las estrellas no son niñas, por supuesto, ni flores de luz, como parece de aquí abajo, sino grandes como este mundo; y dicen que en las estrellas hay árboles, y agua, y gente como acá: y su papá dice que en un libro hablan de que uno se va a vivir a una estrella cuando se muere”.
Muchos asocian el estudio del cosmos con una imagen a lo Discovery Channel: telescopios ultrapotentes, equipos gigantescos, exactitud milimétrica… En esa caricatura no cabría una astronomía cubana, marcada, como el resto de nuestro “cosmos”, por deshoras y ausencias económicas.
Y sin embargo se mueve: el IGA tiene una obra de 50 años, con investigaciones amplias en la temática espacial, publicaciones en revistas especializadas, y premios nacionales de la Academia de Ciencias. La Asociación Latinoamericana de Geofísica Espacial fue creada en La Habana, durante la tercera edición de COLAGE, en 1993. Es decir, mientras parecía que el país se iba al subsuelo, había gente pensando más allá de la atmósfera.
Dice Dominique que no, que Cuba no es el mejor lugar para observar las estrellas. Hay demasiada humedad y harían falta altas montañas. Una isla del Caribe siempre está despeinada de nubes, amenazada por vientos y ciclones. Qué se le va a hacer.
“Tenemos un desarrollo tecnológico adecuado a las posibilidades nacionales –asevera Méndez-, pero hacemos observaciones radioastronómicas solares, y de otro tipo. Ahora mismo estamos montando nuevas tecnologías en el Instituto, con la ayuda de estos muchachos”. Mediante la colaboración internacional han adquirido equipos más modernos, que les han dado “un respiro” desde el punto de vista material. “No es suficiente, pero es mejor a como estábamos hace algunos años”, acota Muñiz.
El curso dura 10 días, de manera que todos se mudarán a la Casa del Conde Cañón –en la propia ciudad vieja-, cuando el miércoles el Planetario abra sus puertas. Y no hay que desanimarse: para contemplar las constelaciones, el profe recomienda: “Si ustedes se despiertan tempranito, cuatro o cinco de la madrugada, y miran hacia el Oeste, pueden ver muy bien Orión y las Pléyades. En ese momento el cielo en Cuba es muy claro”.