“My crown I am, but still my griefs are mine. You may my glories and my state depose but not my griefs; still am I king of those.”
King Richard in Richard II (4.1.200-203)
Una noticia acapara los espacios noticiosos del mundo, la reina Isabel II ha muerto a los 96 años. Amada intensa y popularmente en su país y fuera de él, ha sido, sin dudarlo, una de las principales personalidades de la historia contemporánea. Su figura y lo que representa, ha sido también blanco constante de críticas y cuestionamientos. No obstante, es Elizabeth Alexandra Mary (su nombre de nacimiento) uno de los personajes clave para entender la historia de su país, de Europa y parte del mundo desde la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI.
Desde su coronación en 1952 ha tratado con 15 Primeros Ministros. Trabajó con los grandes nombres de la política británica como Winston Churchill, Antony Eden, Harold Wilson, Harold Macmillan o la propia Margaret Thatcher, y con los más recientes Tony Blair o Boris Johnson. Ha visto su país con libretas de racionamiento producto de la escasez ocasionada por la destrucción de la guerra y también como a un país próspero con un lugar preponderante en la economía, la política y la cultura mundial. ¿Acaso los Beatles, Queen, o los Rolling Stone no son pruebas de la fuerza cultural de un país en el mundo?
Las tres grandes mujeres de la monarquía británica han sido Isabel I (1558-1603), la reina Victoria I (1837-1901) y la reina Isabel II (1952-2022)1. Cada una de ellas fue clave en la expansión del imperio y la continuidad de la monarquía. La Reina Isabel I consiguió que Gran Bretaña se convirtiera en la primera potencia naval mundial2 y logró la incorporación de Inglaterra como potencia colonial del Nuevo Mundo. La reina Victoria como Emperatriz de la India de la mano de su primer ministro Benjamín Disraeli vio la mayor extensión territorial del imperio británico y la consolidación como primera potencia económica y militar. El derrumbe nominal del imperio ocurrió durante el reinado de Isabel II cuando muchos de los pueblos antes colonizados por el imperio lograron su independencia. Sin embargo, si bien el sistema de colonias desapareció como administración de ultramar lo siguió la fórmula de la Commonwealth que permitió, al menos de forma simbólica, que la Reina continuara de jefe de estado de varios países. Ya se encargaría la “City”, sede del establishment financiero, de reconvertir el imperio en dominación económica de las antiguas colonias.
En el plano político interno, por su formación, función y tradición familiar, Isabel II ha sido una conservadora. Sin embargo, su profundo conocimiento, respeto y observancia por la Carta Magna que regula, desde Juan sin Tierra, las relaciones de la corona con el poder han hecho que se haya mantenido cuidadosamente al margen de cualquier pronunciamiento que pudiera parcializarla con una u otra posición política. No obstante, son conocidas su alegría cuando en Escocia perdió la opción de independencia en el referéndum o su preocupación por las rápidas reformas del thatcherismo y la desmantelación de parte del estado de bienestar.
Trató Isabel, líder también de la iglesia anglicana, que la ejemplaridad, el carácter y el decoro institucional fueran la base de su popularidad. En su caso lo logró con creces. El primero en avistar ese temple fue el propio Winston Churchill. El político la vio por primera vez en Balmoral —ese mismo lugar donde ha muerto pacíficamente acompañada de su familia—, cuando la futura reina no era más que una niña. Escribía Churchill a su esposa el 25 de septiembre de 1928: “No hay nadie aquí excepto la Familia (Real), el personal de Casa Real y la pequeña Elizabeth de dos años. Esta última todo un personaje. Ella tiene un aire de autoridad y reflexión sorprendente en un infante”3. Su integración como voluntaria durante los días de la Segunda Guerra Mundial de la batalla de Londres y la Blitz, le granjeó el respeto de la población británica.
Se esforzó en labrar con la misma ejemplaridad su familia. Sin embrago, las nuevas generaciones de los Windsor no iban a agenciarse para sí la vida de renunciamientos personales y recatos de otros tiempos. Escándalos, tragedias y sinsabores marcaron la década de los 90 para la Reina que hoy llora el Reino Unido. El fenómeno de la “princesa del pueblo” Diana Spencer y su particular modo de implicación en causas humanas y de establecer cercanía a la gente fueron situaciones que no supo comprender la monarca y que, a la muerte de Ladi Di, pusieron a la casa de Windsor (Hánover hasta 1917) en su momento más bajo. Sin embargo, su consagración al deber para con la corona y el Estado británico, que cumplió hasta pocas horas antes de su muerte, hizo crecer el respeto y la admiración de la mayoría del pueblo por su monarca.
Se involucró la reina en varias organizaciones y acciones humanitarias, son conocidas su sensibilidad por las artes y su implicación con sobrevivientes de catástrofes como el caso de los afectados del incendio de Grenfell Tower.
Cuando se preguntan las causas de su popularidad y su arraigo transversal en varios sectores sociales y políticos del Reino Unido hay que estudiar su vida dedicada por entero a lo que consideró un servicio a su país y su desarrollo, con ejemplaridad y observancia de la ley. Es el reto que deja a los nuevos Windsor. En particular a su hijo Carlos y la nueva reina consorte Camila de Cornualles, quienes llegan a la Corona, sin la popularidad de la antecesora reina y madre. Tendrá Carlos (reinará como Carlos III) el reto de modernizar a la monarquía y de dotarla de mayor transparencia con ejemplaridad y apego a las largas tradiciones constitucionales del Reino Unido. El primer rey Carlos, Carlos I, fue condenado a muerte en 1649 en un conflicto insalvable con el Parlamento.
En pleno siglo XXI la monarquía inglesa —en línea casi interrumpida desde Guillermo el Conquistador en 1066, a la muerte de Isabel— se siente como la más robusta y sólida de las aún existentes, a pesar de ser constantemente cuestionada y del debate perenne monarquía vs república en los países donde existen. Para buena parte del pueblo británico es símbolo de la tradición y la unidad, eso explica el impacto que en el Reino Unido y en el mundo ha tenido la noticia del fallecimiento y la participación popular que seguramente veremos durante sus funerales.
La muerte, nos iguala a todos. Ricos y pobres, mendigos o reyes. En su magistral obra Enrique IV, William Shakespeare pone en boca de uno de sus personajes una verdad muy sólida: “Pienso en el Rey como que no es más que un hombre, como yo. La violeta le huele como a mí. El elemento le muestra lo mismo que a mí. Todos sus sentidos tienen condiciones humanas. Terminadas sus ceremonias, en su desnudez no parece más que un hombre.”
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Notas:
1 Aunque nos referimos a las tres monarcas más destacadas no fueron las únicas mujeres en ocupar la corona inglesa o británica. María I (1553-1558), Isabel (1558-1603), María II (1689-1694), Ana (1702-1714), Victoria (1837-1901), Isabel II (1952-2022)
2 Aunque la derrota Armada Invencible en 1588 marcó un hito en el que Inglaterra pudo contener el poderío militar de España, no es hasta la batalla de Trafalgar el 21 de octubre de 1805, que Gran Bretaña pasa a ser la primera potencia militar naval.
3 Mary Soames, ed., Speaking for Themselves: The Personal Letters of Winston and Clementine Churchill (Toronto: Doubleday, 1998), p. 328.