Hace unos años, cuando explotó el escándalo del robo de señas de los Houston Astros, el cubano Yulieski Gurriel quedó en el ojo del huracán. En su contra llovieron las acusaciones por formar parte de un equipo tramposo y muchos pusieron en duda la validez de la corona que ganó en el 2017. Después, ni un título de bateo, ni un “Guante de Oro”, ni la estabilidad competitiva que logró en el plantel de mejores resultados en la Liga Americana fueron suficientes para limpiar completamente su imagen.
Acostumbrado a lidiar con una inexplicable ola de odio de sus propios paisanos, Gurriel nunca bajó la cabeza, siguió compitiendo y demostrando que su profesión es la de gran jugador de béisbol. Pasó por momentos dulces, cayó en baches profundos y, cuando parecía que estaba todo acabado a sus 38 años, volvió a salir a flote como uno de los protagonistas de los Astros en la postemporada del 2022.
Con semejante vaivén de emociones, es normal que Yulieski se haya quebrado este 5 de noviembre al filo del mediodía, cuando le comunicaron que no formaría parte del roster de Houston para los dos últimos partidos de la Serie Mundial contra los Philadelphia Phillies, por culpa de una lesión en su rodilla.
“No estaba llorando, pero tenía lágrimas en los ojos”, aseguró el manager Dusty Baker cuando le preguntaron por su inicialista, quien solo contemplaba la opción de defender a su equipo en el terreno, frente a sus fanáticos. “Esto se juega hasta con un solo pie”, le dijo en la mañana a Yunieski, su hermano mayor, pero no fue posible, el destino le arrebató la oportunidad de redención absoluta.
Sin embargo, la vida da muchas vueltas y unas horas después del drama, Yulieski, uno de los cinco sobrevivientes de aquel polémico triunfo de los Astros en el 2017, tenía otra vez en sus manos el trofeo de la Serie Mundial. Entre tantos héroes subidos en el escenario, la corona llegó a sus manos y la levantó de primero al cielo de Houston, un acto para la eternidad.
Lo mejor
Yulieski Gurriel presenció el sexto partido de la Serie Mundial desde el dugout de los Astros, una posición de privilegio para disfrutar del show que montaron Framber Valdez, Yordan Álvarez, Jeremy Peña y un cuerpo de relevistas que terminó el Clásico de Otoño con números extraordinarios.
La puesta en escena de estos chicos fue imperial, aunque, como es de suponer, el camino no estuvo exento de curvas peligrosas. De entrada, Framber protagonizó un inicio dubitativo al embasar a dos de los primeros tres bateadores del partido, despertando la incertidumbre y el comentario receloso de la grada. Sin embargo, todo el infield se puso manos a la obra para solucionar el problema.
Alex Bregman, José Altuve y Trey Mancini fabricaron un doble play relampagueante y poco después Jeremy Peña, el novato Guante de Oro, devoró con estilo y categoría un roletazo de Bryce Harper para sellar el primer cero del duelo.
En el segundo episodio, los Phillies volvieron a la carga y estuvieron a punto de cambiar el curso de la historia. Alec Bohm pegó sencillo y Matt Vierling negoció otro pasaporte, dejando la escena lista para un héroe improbable: el torpedero panameño Edmundo Sosa. A priori, no parecía un rival de miedo para Framber, pero una curva en la zona baja fue castigada sin piedad.
Sosa sacó un larguísimo batazo por el bosque izquierdo que Yordan Álvarez, mejor fildeador de lo que aparenta, persiguió como cazador a su presa hasta realizar una gran atrapada contra las cercas, dando un pequeño salto. La bola, que había salido disparada a 104.6 millas, recorrió 368 pies y no se fue más allá de los límites por cuestión de fortuna. Para tener una idea, este es la cuarta conexión más larga del paracortos que terminó en out durante la presente temporada.
Después de esa jugada, Framber espantó todos los fantasmas, derrumbó una puerta y entró en una fase superior. De los siguientes 14 bateadores que enfrentó del tercero al sexto episodio, solo Kyle Schwarber pudo descifrarlo con un jonrón; los otros 13 fueron eliminados con una tranquilidad inquietante. En ese trance espectacular, ponchó a siete rivales, cinco de ellos de manera consecutiva, algo que no conseguía ningún lanzador zurdo en Series Mundiales desde Sandy Koufax en 1963 (vs. Yankees).
El dominicano, quien obtuvo su tercera victoria en estos playoffs, se comportó como el as que Houston ha moldeado durante los últimos cuatro años. Los Phillies, como mismo sucedió en el segundo duelo hace una semana, quedaron indefensos y con muchos puntos ciegos frente a una combinación mortal de sinkers y curvas que los liquidó nueve veces por la vía de los strikes y ante la cual solo pudieron conectar dos imparables en seis episodios.
De esta forma, Framber se convirtió en el cuarto lanzador de la historia con múltiples partidos de nueve o más ponches y una o menos carreras permitidas en una misma Serie Mundial. ¿Quiénes lo habían logrado antes? La lista es sencillamente brillante: Sandy Koufax (1965-Dodgers), Bob Gibson (1968-Cardinals) y Roger Clemens (2001-Yankees).
Por supuesto, todo esto hubiera quedado en nada sin el cerrojo de un bullpen estelar. En esta oportunidad, Héctor Neris, Bryan Abreu y Ryan Pressly se combinaron para liquidar los últimos tres episodios con solo un jit permitido y tres ponches, sellando uno de los desempeños más impresionantes para cualquier cuerpo de relevistas en la historia del Clásico de Otoño.
En sentido general, el bullpen de los Astros solo permitió dos carreras limpias en 21.1 innings durante la Serie Mundial, para una efectividad de 0.83. Los Phillies solo les conectaron para .123 y no consiguieron ni acercarse a un hombre embasado (0.80) por entrada. ¡Apaga y vámonos!
El héroe
“Cuando traían a Alvarado, ni siquiera fui a mirar el iPad para ver lo que lanzaba, ya yo sabía lo que lanzaba. Sentí como una paz, como que era el momento.” Esas fueron las palabras que Yordan Álvarez le dijo a Pedro Martínez luego del partido de este sábado, en el que los Astros se llevaron el título de la Serie Mundial por uno de esos batazos descomunales del tunero frente al relevista José Alvarado.
Yordan había estado “apagado” en los duelos contra Philadelphia, al punto que solo había conectado dos jits en 19 turnos oficiales, muy por debajo de sus reales potenciales y de las necesidades de Houston en el escenario más exigente de la temporada. Pero el cubano es ese tipo de jugador que puede borrar todas sus actuaciones negativas con un swing, no solo por su poder, sino por su oportunidad y su capacidad para rendir en momentos de tensión.
“Estaba peleando en toda la Serie Mundial. No estaba en un buen momento. Es un poco frustrante no aportar al equipo cuando sabes que te necesitan”, dijo Álvarez, quien entró al plato en la sexta entrada con un out, dos hombres en circulación y Houston debajo en la pizarra. En esas circunstancias, leyó el turno a la perfección, se puso en ventaja sobre Alvarado y esperó su pitcheo.
Sinker. 98.9 millas. Esa fue la apuesta del zurdo de los Phillies, a la cual Yordan respondió con más poder, con un swing compacto que despachó la pelota a 112.5 millas. Por el sonido, uno podía intuir que el destino de la bola estaba más allá de las cercas, pero mucho más allá, al estilo de los “moon shot” o los “no doubter”, como califican en Estados Unidos a esas conexiones monumentales.
La lectura, por desgracia para los fanáticos de Philadelphia, fue correcta. El batazo del cubano viajó 450 pies y pasó por encima del “batter’s eye”, esos enormes muros oscuros que se levantan tras las cercas del jardín central en cada estadio de MLB.
Este fue el segundo jonrón más largo de la Serie Mundial en la era Statcast (desde el 2015), solo superado por uno de 460 pies que conectó Freddie Freeman (Atlanta) contra Framber Valdez en el quinto partido del Clásico de Otoño del pasado año.
Hace 21 días Yordan tuvo una pieza de bateo similar en la Serie Divisional contra Robbie Ray (Seattle). El manager de los Marineros, Scott Servais, envío al abridor al montículo para que enfrentara al cubano y el resultado fue el mismo: jonrón ante una sinker. Muchos lo describieron como el walk-off más emocionante en postemporada desde aquel mítico batazo de Kirk Gibson en el juego uno de la Serie Mundial en 1988.
Yordan bateó mejor contra zurdos (.321) que contra derechos (.299) en la campaña regular. Contra los sinkers que le ubicaron en la zona de strike, fijó un promedio de .309 y un slugging de .544, por lo que los números estaban a su favor.
La postemporada de Houston cambió desde aquel batazo, aunque después de la Serie Divisional, Yordan se apagó y estuvo 51 comparecencias sin volarse la barda. Sin embargo, las tres veces que lo hizo fue para remontar y darle la victoria a su equipo en la sexta entrada o más tarde en un juego, igualando la mayor cantidad (Troy Glaus-2002) que cualquier pelotero ha conseguido en la historia de los playoffs.
“Está hecho para momentos grandes”, dijo Martín Maldonado después del juego.
Tras el vuelacercas del cubano, las cámaras mostraron a un hombre con la bola en la mano y, coincidentemente, tenía puesta una camisa de Yordan. ¡Para historia de cine!
Lo peor
Un año después, la historia se repitió. Los bates que estaban más calientes en la postemporada terminaron congelados en la Serie Mundial. Como mismo les sucedió a los Astros en el 2021, los Phillies vieron como su ofensiva caía al abismo en el momento decisivo del año, luego de liderar a todos los equipos que estuvieron en la postemporada en slugging (.442) y jonrones conectados.
Sin embargo, en la Serie Mundial ese slugging descendió a .321 y el promedio de bateo colectivo fue de apenas .163, el quinto más bajo para cualquier franquicia que haya jugado un Clásico de Otoño. Por cierto, ¿sabes cuál fue el último equipo que bateó menos de .170 en esta instancia? Pues los Tigers del 2012, cuando tenían como presidente de operaciones a Dave Dombroswki, el encargado de armar a los Phillies este año.
Básicamente, la dependencia del jonrón terminó pasándole factura a Philadelphia, que anotaron nueve de sus diez últimas carreras por la vía del batazo de cuatro esquinas. Ese fue el único departamento en que pudieron superar ofensivamente a los Astros, que tuvieron mejores promedios, más carreras anotadas, más extrabases y mejor bateo oportuno.
Si apuestas por dar jonrones contra los Astros no terminarás bien. Les pasó a los Red Sox el año pasado, también a los Yankees del 2019 y de esta campaña. En resumidas cuentas, después que los Phillies aturdieron a Lance McCullers Jr. con cinco bambinazos y siete carreras en el tercer juego de la serie, se apagaron ofensivamente y solo anotaron tres veces en 30 innings.
Los Phillies establecieron una nueva marca de ponches en una postemporada, luego de tomarse 71 chocolates frente a Cardinals, Braves, Padres y Astros. El récord anterior estaba en poder de los Rays y los Diamondbacks, que fueron retirados 70 veces por la vía de los strikes en el 2020 y 2001, respectivamente.
El villano
Zack Wheeler estaba en una noche de gala porque su material era top. Para tener una idea de su versión, solo debemos observar como todos sus lanzamientos aumentaron la media de su velocidad y la tasa de giro. A pesar de que estaba en una gran jornada, los Astros supieron aprovecharlo en el momento indicado.
Zack abrió el sexto inning con un pelotazo a Martin Maldonado, el bateador más débil del lineup rival. Un turno al bate después, Jeremy Peña le pegó un sencillo que terminó siendo el único golpe fuerte (95.7 millas) que admitió en la jornada. El manager de los Phillies, Rob Thomson, no lo pensó dos veces y salió con la grúa.
La decisión no es cuestionable, en teoría. Wheeler en la temporada regular era peor cuando enfrentaba a un lineup por tercera vez. Por otro lado, la clave del éxito de estos Phillies radicaba en la eficacia de su bullpen, pero en esta Serie Mundial sus piezas más importantes fallaron.
José Alvarado había retirado a Yordan Álvarez en el primer encuentro de la serie. En aquella ocasión, el antillano solo pudo conectar un elevado a tercera en el quinto episodio. Después, en el juego cuatro, el relevista venezolano lanzó por segunda vez ante el cubano y le pegó un pelotazo con su primer pitcheo. Thomson quería un tercer enfrentamiento y los resultados no fueron los mejores.
“En el primer juego me lanzó dos sinker en ubicaciones malas, entonces, en esta ocasión, traté de hacer contacto en la zona de strike. Me ayudó mucho, el hecho de que se quedó atrás en la cuenta y esperaba que viniera a marcar con su sinker, él no quería transferirme”, dijo Yordan sobre el duelo con Alvarado, cuyo desenlace ya forma parte de la historia dorada de los Astros.
“Ya sabes, hombre, a veces yo gano… A veces me quito la gorra frente a los bateadores. Así el juego”, dijo Alvarado con cierto nivel de resignación, pero también con mucho respeto hacia sus rivales.
No sabemos qué hubiese pasado si Thomson hubiese puesto a Ranger Suárez antes de Alvarado, incluso, si se hubiese decantado por Connor Brogdon, quien llevaba 8.1 innings sin admitir carreras en la postemporada y tenía un promedio oponente de .217 cuando enfrentaba a bateadores zurdos con su cambio, sin jonrones en 163 oportunidades.
De igual manera, toda la culpa no puede caer en Rob Thomson. Sus dos principales relevistas (Alvarado y Seranthony Domínguez) no rindieron en el mayor escenario y se combinaron para 6.1 innings en los que permitieron ocho hits y cinco carreras. En el caso de Alvarado se convirtió en el típico relevista que por sobreuso llega a colapsar en la Serie Mundial, como ya le sucedió antes a Brandon Morrow (2017-Dodgers), Ryan Madson (2018-Dodgers), Will Harris (2019-Astros) y Nick Anderson (2020-Rays).
La clave
Los Astros no habían ganado el sexto partido del Clásico de Otoño en ninguna de sus tres oportunidades previas, lo cual quiere decir que no tuvieron la capacidad de rematar a sus rivales y tampoco pudieron evitar ser rematados.
En el 2017, llegaron con ventaja de 3-2 al sexto encuentro y perdieron con los Dodgers, aunque al día siguiente sí ganaron para conquistar su primer título de MLB. Dos años más tarde, también llegaron delante 3-2 frente a Washington, pero perdieron dos en fila y dejaron escapar la corona, mientras en el 2021 perdieron el sexto partido en el Minute Maid Park y vieron encumbrarse a los Braves.
Su récord en dichos encuentros fue de 17 carreras permitidas y solo tres anotadas, desbalance que los perseguía de cara al sexto encuentro con los Phillies. Sin embargo, lograron sacudirse de la maldición y se llevaron un triunfo construido a lo largo de toda una temporada.
El resurgir de José Altuve, la oportunidad de Yordan Álvarez, la maestría de Martín Maldonado y Christian Vázquez, la constancia de Jeremy Peña Alex Bregman y Yulieski Gurriel, la defensa de Chas McCormick, las aperturas estelares de Framber Valdez, Cristian Javier y Justin Verlander y la faena casi perfecta del bullpen son algunas de claves para comprender la victoria de los Astros.
Sin embargo, hay una figura logró acoplar todos esos elementos y ponerlos a funcionar en colectivo. Hablamos de Johnnie B. “Dusty” Baker Jr., el manager más longevo (73 años) en ganar una Serie Mundial, luego de 2 093 victorias en la temporada regular y dos finales perdidas (2002 y 2021).
El primero de esos triunfos llegó con los San Francisco Giants, alrededor de las diez de la noche del 6 de abril de 1993, cuando superó a San Luis en su vieja casa del Busch Stadium II. La única carrera que anotaron los Cards aquella noche fue por intermedio de Gerónimo Peña, el padre de Jeremy Peña, quien ahora ha sido uno de los máximos responsables (se ha convertido en el primer novato que gana el premio de Jugador Más Valioso de la Serie Mundial desde el cubano Liván Hernández en 1997) de entregarle a Baker lo único que faltaba en sus vitrinas: un anillo de campeón.
El béisbol no siempre es justo y si necesitas una muestra para comprender eso, tome la siguiente. El gran Ted Williams no ganó una Serie Mundial, tampoco Ty Cobb, Ken Greffey Jr., Carl Yastrzemski, Tony Gwynn o Rod Carew.
Pero si el béisbol ha estado en deuda con un manager, ese ha sido Dusty Baker, el hombre con más victorias en temporada regular que jamás había ganado una Serie Mundial.
La sequía más larga entre la primera vez que ganó un campeonato como jugador y después dirigiendo, terminó tras más de 40 años. La espera no fue fácil. Dusty necesitó dirigir 3884 juegos, sobrevivir a un cáncer, un derrame cerebral y al crudo racismo del siglo pasado. Hoy, Baker es el entrenador de cualquier conjunto de las cuatro ligas más grandes de Estados Unidos (MLB, NBA, NFL, NHL) que ha ganado un campeonato con más edad (73 años y 144 días). Con él, los Astros están a salvo.