Un buen día me llamó y me pidió ver mi documental Nuestra Haydée (Casa de las Américas-Cubavisión Internacional, 2015). Fue probablemente uno o dos años después de su estreno. Ya nos conocíamos desde hacía más de dos décadas y yo la admiraba como cineasta. “Es que haré una película sobre Haydee Santamaría”, me dijo tajantemente. La idea original de Nuestra Haydée no fue mía, sino de Maite Hernández-Lorenzo y venía cocinándose desde 2009. La asumí por completo en 2013. “El mío, como proyecto, es anterior”, concluyó Belkis Vega, con esa seguridad y acento castizo que tiene al hablar desde siempre. Confieso que, en principio, me sentí ligeramente contrariada.
Pero la verdad sea dicha: a partir de ese instante, sin recelos ni reservas, hemos intercambiado contactos, textos, testimonios, opiniones… Y más que eso: hemos confrontado nuestras dudas y obsesiones en torno a esa figura cimera e insuficientemente explorada que es Haydee Santamaría.
De hecho, a Belkis le hace feliz que exista Nuestra Haydée y ha reconocido en mi pieza documental el valor testimonial, también momentos artísticos y soluciones logradas, así como el compromiso emocional. A mí me llena de curiosidad y regocijo saber que ella se ha propuesto hacer un largometraje, entre documental y ficción, y quisiera contribuir de alguna manera en su propósito.
Así que esto no es una entrevista, sino la continuidad y plasmación pública de un coloquio de años entre nosotras, marcado, sobre todo, por muchas preguntas, algunas divergencias y varias certezas.
Su película sobre Haydee llega en plena madurez artística y vital, después de un largo camino que incluye más de 50 documentales de cine y video y tres filmes de ficción para TV. Además de guionista y directora, Belkis Vega ha desarrollado una sistemática labor pedagógica en Cuba, España y otros países latinoamericanos y fue corresponsal de guerra en naciones de África y Medio Oriente. Precisamente sus documentales nacidos de esta última labor, fueron para mí un referente en mis años universitarios allá por la segunda mitad de los 80.
El 30 de diciembre de 2022, Haydée Santamaría estará cumpliendo 100 años. He imaginado, en este aniversario, una sala de cine oscura, repleta pero silenciosa, lista para la proyección de un gran filme de Belkis Vega que devele a la mujer inabarcable que fue Yeyé. Pero me temo que ciertos e inexplicables escollos, y hasta infortunios, persiguen a la cineasta, tanto o más de los que me asediaron a mí durante el proceso creativo y de producción de mi documental. En algún punto de ambos trayectos hay también la sutil sensación de que intentamos atrapar a un personaje que, a su vez, se nos intenta escapar todo el tiempo.
EB: Yo era una niña de 12 años cuando Haydée Santamaría se suicidó, en 1980. Para mí había estado en los libros escolares y luego, desde que empecé a estudiar Periodismo, Haydée estaba en la Casa de las Américas, pertenecía a ese lugar. Mi documental fue un encargo de la Casa.
BV: Y ahí la empiezas a descubrir…
Yo sabía quién era, también por el vínculo que ya tenía con la Casa desde mis años de estudiante universitaria, pero profundicé en su personalidad a partir de esa propuesta, que yo decidí aceptar con todos los desafíos que una obra por encargo involucra. Lo que descubrí es que no sabía casi nada de lo más significativo de la vida de Haydée.
… como no lo sabe casi nadie, Esther.
Pero tú llegas a Haydée de otra forma… ¿Por qué te interesó y desde cuándo?
Primero, el asalto al cuartel Moncada es algo que a mí siempre me ha impresionado mucho: la decisión de asaltar una fortaleza de esa envergadura y el que los asaltantes fueran tan jóvenes. Cuando yo era muy joven también, descubrí que ellos realmente eran jovencísimos. Renato, por ejemplo, tenía 22 años. Lees las cosas que ellos decían o escribían y te haces preguntas… Tenían, 22, 23, 25 años. Y piensas ¿qué estábamos haciendo nosotras cuando teníamos esas edades? Entonces a esa edad ya sentí empatía y admiración por un grupo de personas que en la plenitud de su vida decidieron exponerse a morir por algo en lo que creían, con la idea de cambiar el estado de cosas en Cuba. Y claro, siempre supe que había dos mujeres en esa historia.
En esa época, yo era una joven irreverente y fan de los Beatles. A mí esa era la música que me gustaba, y a finales de esos años 60 eso era casi un pecado. También empecé a estudiar en la universidad una carrera que en sus comienzos era un tanto experimental en su concepción pedagógica y que se creó el año en que yo entré: el Instituto Superior de Diseño Informacional e Industrial. Nos sentíamos estudiantes atípicos y mirábamos la realidad desde su cuestionamiento. De hecho, el lema de la escuela era: “Diseñar el futuro. Transformar la realidad”. Por lo tanto, nos considerábamos a nosotros mismos unos revolucionarios de otro tipo, diría yo. Y el hecho de que Haydée fuera una mujer que de guerrillera se transformó en apasionada defensora del papel que el arte y la cultura pueden desempeñar en la transformación social de un país, y su convicción de que el arte podía unirnos y tender puentes, me parecieron elementos sumamente atractivos desde ese momento.
¿Llegaste a conocer a Haydée personalmente?
Conocí a Aida, su hermana, desde que yo era una niña, porque mi papá trabajó con ella en un proyecto de creches infantiles cuando ella estaba en el gobierno de la Ciudad de La Habana, así que por referencia sabía de Haydee en términos casi familiares. Después conocí a Adita, la hermana menor, que era muy cercana a los miembros de la Nueva Trova, con quienes yo también me relacioné en aquella época. Y también porque era amiga de una de mis tías. Todo eso me acercó afectivamente a Haydée, pero no porque la conociera personalmente. La vi de cerca dos veces en mi vida. Yo sentía empatía por lo que Haydee representaba en el proceso de la construcción de una nueva sociedad y por su forma de ser. Para mí ella era el referente de lo que en mi concepto es realmente una persona revolucionaria, y lo sigue siendo. Y de los valores que yo creo que hay que rescatar en cualquier época.
¿Y cómo fueron esos dos encuentros cercanos?
La vi una vez en casa de Adita pero no fui capaz de acercármele. Estábamos en una descarga de música entre amigos y ella solo pasó por allí y estuvo un rato. La segunda vez fue poco antes de su muerte, en el Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas. Yo estaba allí filmando. Fue después de su accidente automovilístico, porque recuerdo que ya ella cojeaba un poco. Nos cruzamos en un pasillo del Palacio de las Convenciones. Me preguntó si conocía una entrada más cercana para regresar a la presidencia de la reunión. Yo la acompañé, pero no fui capaz de hablarle de nada y siempre me arrepentí de no haber aprovechado ese momento. Aunque todavía no me había planteado hacer una película sobre ella.
Su muerte, unos meses después, me impresionó mucho y fue un golpe incomprensible el que no la velaran en la Plaza de la Revolución, cuando a Celia, que había muerto a principios del mismo año, la habían velado allí. Ella también se merecía eso y no podía creer que la llevaran a una funeraria.
¿Y la gente de pueblo hablaba de ese asunto?
En el mundo en que yo me movía sí se comentaba. Cuando esto pasó, ya estaba trabajando en la Fílmica de las FAR y sí era algo que la gente hablaba. Yo fui a la funeraria y no pude entrar, porque estaba muy llena, ya no dejaban pasar. Por testimonios que ya he recogido para la película, sé que cuando el cortejo salió a la calle para dirigirse al cementerio, había miles de personas que no habían sido citadas por nadie, esperando para acompañarla hasta el cementerio y todos hicieron el recorrido a pie.
¿Y en ese momento no pensaste en un documental?
A nosotros nos costó mucho en la Fílmica poder hacer nuestros propios proyectos. Pero sobre todo, creo que en el fondo también sabía que la película que yo querría hacer de Haydée, no la podría hacer allí. Comencé a trabajar en los Estudios de Cine y TV de las FAR en 1975 y dirigí mi primer documental un año después. Las obras que hacíamos eran por encargo. El primer documental realmente mío, propuesto, aceptado y con recursos asignados, fue el de la participación de Cuba en la defensa de la República española. Lo terminé en 1983 y fue mi primer premio Caracol y mi primer premio internacional: España en el corazón.
¿Por qué se demora tanto tu idea en materializarse?
Primero no creo que había interés en hablar de Haydee. ¿Cómo la iba a hacer? En esa época no había nada independiente en el medio audiovisual. Todo el cine que se hacía era institucional. La idea nació mucho después cuando surgieron en el país otras formas de hacer cine. A veces no te planteas las cosas porque no hay posibilidades de hacerlas. Tampoco me interesaba hacer una película que fuera una visión oficialista de Haydée.
Quería hacerla desde mí misma, desde esa identificación que siento con ella. Por lo tanto, la película que siempre hubiera querido hacer es la que creo que pudiera hacer hoy, muchos años después y no en aquel momento. Ha sido largo el camino para lograr que financien esta película sobre Haydée. En 2020, cuando se hizo una actividad en la Casa de las Américas y se volvió a proyectar tu documental, creo que fue la primera vez que se le ha hecho un homenaje en el aniversario de su muerte. No trascendió mucho, pero pienso que fue una decisión importante.
¿Cuándo y bajo qué circunstancias se concretó el proyecto de un largometraje?
Todo comenzó posiblemente cuando la investigadora y profesora Nuria Nuiry dio una conferencia en la Universidad de La Habana y habló con el mismo sentimiento que tenía yo acerca del hecho de que Haydee no fue velada en la Plaza de la Revolución. Cuando se terminó la conferencia fui a verla y conversamos sobre el libro que ella estaba preparando sobre Haydee.
Libro que no terminó…
No. Eran notas, recortes, investigación, entrevistas… Me dijo después que nunca había tenido el tiempo necesario para terminarlo. Ella me dejó todo ese material que también por su voluntad, entregaré después a la Casa de las Américas. En esa conversación saltó por primera vez mi idea de que me gustaría hacer una película. Compartí muchos sentimientos hacia Haydée con Nuria. Y a partir de ahí empecé a investigar. No me planteé hablar con los hijos hasta no tener una idea más concreta de cómo iba a ser la película. Empecé a leer mucho y, entre otras cosas, me resultó muy interesante el pensamiento de Celia María Hart Santamaría. La vi en una ocasión y le dije que quería hablarle del proyecto. En esos momentos pensaba en un documental de largometraje y pensaba que Celia María tendría peso en ese proyecto. Así que en 2008 cuando ocurrió el accidente en que ella y su hermano mueren, para mí fue tan espantoso y trágico, que guardé el proyecto en una gaveta.
¿Cuándo lo retomaste y cuánto ha cambiado?
Como cinco años después de que ellos murieron. En ese momento, me planteaba ya hacer algo muy diferente. Era una ficción en la que una directora de cine busca a una actriz para que interprete a Haydee. Ese era el punto de arranque. Empecé a escribirlo, pero no lo concluí nunca porque después me ocurrió que yo quería compartir, de alguna manera, el proceso de descubrimiento e investigación de Haydée con un público que casi no la conoce. Entonces, el proyecto volvió a cambiar y decidí trabajar con tres actrices diferentes que representaran tres etapas de la vida de Haydée. Sería el proceso de investigación de esas actrices para poder construir el personaje de Haydée. Mezclaba ficción y documental, porque eran ellas las que hacían las entrevistas de investigación. Pero cuando aún estaba escribiendo y ampliando la investigación, me reuní con Norma, la hija de Adita Santamaría, y fue ella la que me dijo que Haydee Hart, la única nieta mujer de Haydée Santamaría, era actriz. Cuando la conocí me di cuenta que ella debía estar en el centro de la película y debía ser la que en cámara desarrollara la investigación.
¿Y ahora qué tienes?
Un largometraje híbrido entre ficción y documental, donde la nieta de Haydee está construyendo, a través de la película, a la abuela que no conoció. Cuando vi tu documental, me preocupó que también hay una mujer que investiga, como vehículo narrativo. Pero después de meditarlo concluí que era una búsqueda diferente. Yo quiero construir una Haydee más multifacética y desde el vínculo familiar. Las escenas de ficción están concebidas con el mismo sentido y es la misma Haydée Hart quien, como actriz, va a representar a su abuela. He logrado también encontrar elementos importantes de su trayectoria que no están en ninguno de los audiovisuales que se han hecho hasta ahora.
Claro, tengo otro obstáculo y es que por el camino y producto de los atrasos que ha sufrido el proyecto para realizarse, hay muchos testimoniantes que ya no viven, así que los tendré que tomar de tu documental y de otras obras audiovisuales y para eso ya he hablado con los directores: contigo, con Víctor Casaus y con otros realizadores también, no solamente con las instituciones que los produjeron.
¿Belkis Vega, la directora de cine y admiradora de Haydee Santamaría, aparece en la película?
Sí, yo dialogo en off con Haydee nieta, pero también la película será narrada con mi voz. Quiero hacer una película desde el hoy. Considero que los valores humanistas de Haydee son universales y atemporales. Esa es la Haydee que intento construir. Ella es una mujer de una época a la que quiero mirar desde una mujer de otra época que soy yo y también desde otra mujer, de otra época más, que es su nieta. Son tres generaciones distintas, por lo tanto, de alguna forma, se propone un diálogo intergeneracional.
En síntesis, quiero hacer una película donde una nieta está construyendo a su abuela que no conoció, a través del recorrido que le ha sido trazado por mí, como directora y también participante del filme.
¿Qué desafíos nuevos representa esta película con respecto a tu filmografía anterior, desde el punto de vista artístico, pero también emocional?
Cada película es un reto y ésta es uno grande. El hecho de que sea un proyecto que ha necesitado tanto tiempo para encontrar no la historia, sino la manera de narrarla cinematográficamente, habla justamente de la envergadura de este reto. Por otra parte, yo no hago un cine autorreferencial ni siquiera cuando la misma idea del filme ha nacido de una experiencia personal de vida como fue el hecho de haber sido corresponsal de guerra.
En ese caso, muchas personas me dijeron que por qué yo no aparecía también en la película, dado que había sido la primera mujer cineasta cubana que fue a filmar en condiciones de guerra. Yo no lo consideré necesario. Pensaba que mi experiencia afloraba también en las historias de otros aunque, por supuesto, cada uno tiene sus propias vivencias. Pero ahora sí lo considero necesario porque quiero hacer la narración de la película no a partir de una relatoría de hechos y de opiniones acerca de mi protagonista, sino a partir de la subjetividad que puede tener una mirada.
No quiere tampoco decir que en obras anteriores no esté la mirada de autor que clarísimamente está desde que decides hacer un filme de un tema y no de otro. Pero en este caso, siento que es necesario hacer evidente esta mirada personal. No creo que es una película sencilla, de esas que tienes clarísima y te plantean pocas dudas. Es de los filmes que te hacen buscar una y otra vez dentro de ti misma y confrontarte con ese personaje inmenso que es Haydee Santamaría a quien crees conocer pero sabes que incluso durante el proceso de creación aparecerán cosas que te sorprenderán y te volverán a retar y para las que debes encontrar una solución no solamente artística sino también ética.
¿Ya tienes escenas filmadas con esta actriz-nieta, Haydée Hart?
Sí, ya he filmado con ella y siento que vamos a lograr lo que la película necesita.
¿Aparecerá el controvertido tema del suicidio en tu película?
Yo hasta pensé en hacer la historia al revés: la muerte, la declinación… para atrás. Pero no me funcionaba. Creo que tengo bastante claro el recorrido de su vida hasta llegar a su decisión final. La gente entierra a sus muertos, ella no; los mantenía junto a ella de alguna manera. Todo el mundo no procesa las situaciones de la misma forma. Y ese último año de su vida fue muy duro para ella, de mucho dolor y soledad. Pero prefiero reservar muchos de estos temas. Dejemos que la película se haga. Tú y yo podemos seguir hablando.
En off, como la Belkis Vega que hablará en la película de Haydée…
Haydée Santamaría Cuadrado nació en Encrucijada, Villa Clara, el 30 de diciembre de 1922. Fue la primera hija de un matrimonio de inmigrantes españoles. Haydee apenas llegó al sexto grado en la escuela del Central azucarero donde creció. Sin embargo, desde niña fue una lectora voraz. Su inteligencia natural y su sensibilidad llegaron a ser proverbiales entre conocidos y colaboradores. En 1951 se fue vivir a La Habana junto a su hermano menor Abel Santamaría, con quien compartía ideales de justicia. Juntos conocieron a Fidel Castro y prepararon el Asalto al Cuartel Moncada, en 1953, donde Haydée perdió a su hermano, a su novio y a otros jóvenes compañeros, asesinados por los esbirros del dictador Fulgencio Batista. Conocida también como Yeyé, tendría un rol protagónico en la lucha clandestina, en los combates de la Sierra Maestra y llegó a ser la máxima responsable de las labores de apoyo a la insurrección cubana desde el exilio. Después de 1959, fundó, y dirigió durante 20 años la Casa de las Américas, institución a la que dotó de un sello particular en la misión de romper el bloqueo cultural de EE.UU. a Cuba y de establecer el diálogo entre pensadores, artistas y escritores latinoamericanos y caribeños. A la par, se convirtió en una promotora y gestora por excelencia de lo mejor del arte y la literatura cubanas, destacándose en ese afán el empuje que dio a lo que se convertiría en el Movimiento de la Nueva Trova. Haydée Santamaría se distinguió además por su anti-dogmatismo, por la audacia en la defensa de sus convicciones y en el enfrentamiento a todo lo que ella considerara una injusticia. Esa manera de ser le granjeó el respeto y la admiración de numerosos representantes de la izquierda mundial y de la intelectualidad latinoamericana y europea, junto al cariño de los cubanos. Perseguida siempre por el dolor de haber visto morir a muchos de sus seres queridos, entre ellos Frank País, Ernesto Guevara y Celia Sánchez, y abrumada por su constante peregrinar entre la alegría y la tristeza, Haydee se suicidó el 28 de julio de 1980. |