José Ángel García habla como lanza, como si viniera del bullpen a sofocar el fuego de un innings revuelto. Como si tuviera a un par de hombres en circulación y no le quedara otra opción que asestar un ponche. Es lapidario en cada frase, no anda con medias tintas. Acomoda su inseparable pedacito de hierba en la boca y te viene encima con su bola seca.
“Esa es la misión de un relevista: ponchar. Siempre vienes con el río revuelto y la mejor opción es el ponche, si te conectan, no fuiste efectivo, los corredores avanzaron y pueden anotar”, acota José Ángel al teléfono, a la distancia.
Hace unos días marqué su número de celular desde un fijo y solo tres timbres duró la llamada. A los diez minutos, ya hablábamos. Tartamudeé lo que había ensayado como preámbulo y accedió a dedicarme un tiempo desde su habitación en un hotel de Artemisa, cuyo nombre olvidé preguntarle.
Un día antes, José Ángel había llegado a mil ponches propinados en Series Nacionales, una proeza para un cerrador, para un hombre que desde que llegó al torneo, no ha hecho más que apagar fuegos, que salir corriendo de la lomita de calentamientos del bullpen y llegar al box como un bombero ejemplar y amainar la situación. Siempre en los cierre de partido, en las postrimerías, como sello preventivo o controlador de riesgos, un seguro de vida.
“Ponchar es mi adicción, vivo de eso, es un modo de vida. El ponche es fundamental para los relevistas, te saca de los apuros. En las situaciones más embarazosas, es la única arma a la que puede acudir un buen relevista”, me suelta al instante, de una vez, como si lo tuviera escrito delante.
García lleva el 99 a su espalda y es el líder histórico en juegos salvados en Series Nacionales. Es oriundo de Guanajay y cuando no lanza pelotas hacia el home plate, pela, se trasmuta en barbero. “De chiquito aprendí a pelar, lo disfruto mucho, me relaja, me encanta ver un pelado bien terminado, una cabeza con los cortes que lleva, es como acomodar a un bateador para buscar el ponche, hay que trabajar fino para mandarlo a casa”.
El ponche número mil de la tijera de García, lo recibió el granmense Guillermo Avilés en el estadio 26 de Julio de Artemisa. José Ángel fue llamado en el octavo capítulo de un partido que se antojaba paranoico para el mentor Danny Valdespino. El barbero acomodó la lomita con su spike derecho, rasgó la tierra, lanzó cuatro lanzamientos de calentamiento, dos rectas, dos rompimientos. Listo. El próximo, por favor. El zurdo de Avilés pasó al cajón de bateo, recibió varios envíos cerrados que le fueron encima, rectos. No pudo evitar caer en el hoyo, en cuenta a su favor, García no perdona, slider y se acabó.
“Tuve la suerte que desde bien temprano me hice cerrador en las Series Nacionales. Esa es una especialidad que en Cuba no existe, se aboga una y otra vez por ello, pero no hay realmente una concepción de ese trabajo. Mira los equipos Cuba y te darás cuenta con facilidad, los relevistas no tienen cabida en el staff”, añade sobresaltado, el tema lo toca de cerca.
En Cuba no hay un cerrador con la consistencia y las estadísticas de José Ángel García. En 17 temporadas ha recetado 1001 ponches en 962 entradas de actuación, trabajando para una efectividad de 3.36 carreras limpias por juego, lo que le ha valido para ganar 59 desafíos y salvar 187. Y escuchen esto: los rivales a García solo le batean para un anémico 231 de average. Fabulosos números, pero que no le han valido nada.
“No hay frustración en ello, ya pasó eso, hubo un tiempo que si lo lamenté, pero ahora no. Me queda el consuelo de ser el mejor cerrador del país, que no me llamen para representar a mi país no es culpa mía. Las estadísticas están ahí, no las pueden borrar”.
-José, lo último: ¿Hay más presión cerrando que abriendo un juego?, le pregunto.
-“Siempre hay presión, la cuestión está en ser ecuánime, en tener mesura. Casi siempre los cerradores entran en situaciones complicadas, por eso hay que estar concentrado, buscar el ponche, un fly, un roletazo, no te ayuda, con el ponche no hay remedio”.
Válido recordar a este lanzador que tanto le ha aportado a nuestras series nacionales y solo ha recibido a cambio miradas esquivas de la “comisión” nacional. El hecho de que no haya hecho el equipo Cuba en sus mejores momentos demuestra lo estancados que estamos en el nuestro pasatiempo nacional. El único país que lleva más de 10 abridores a un torneo es el nuestro. Respeto la decisión de José Ángel de mantenerse como cerrador durante toda su carrera, aunque creo que estuvo secundada en que el antiguo equipo de La Habana gozó del mejor staff de abridores del país. Habrá valido la pena, pienso que sí a pesar de los pesares. Felicidades José Ángel, muy buen trabajo Abraham.