Fernando Velázquez es un creador incansable. Hijo del destacado ceramista Fernando Velázquez Vigil, heredó de su padre la pasión por la cerámica. Miembro del Fondo Cubanos de Bienes Culturales, despliega su trabajo en diversos soportes y formatos. Su obra se ha consolidado y convertido en referente de la cerámica en Cuba. Hace más de una década crea una obra donde el barro sigue siendo el protagonista, aunque el hierro y la madera desempeñan importantes roles. También desarrolla una línea más comercial de muebles y esculturas monumentales, de sello siempre reconocible.
Murales, cuadros, pérgolas, y otros ornamentos ostentan sus alegorías y peculiares motivos pictóricos. Experimental y creativo, Velázquez, se ha expresado en disímiles soportes y formatos. Su dominio de variadas técnicas: el dibujo, la escultura y la pintura, ha sido la vía para trasmitir múltiples mensajes. Entre otras temáticas, ha abordado los valores humanos, los sentimientos, la naturaleza, la historia universal, la incomunicación, la separación y el silencio. Matices, texturas, contrastantes gamas cromáticas y mucha imaginación, le acompañan y aparecen entonces peces, plantas, figuras humanas y paisajes.
Este artífice, de lenguaje parco y lírico, a la vez, revive animales fosilizados, a los que presenta policromados en los mosaicos y atrapados en interesantes composiciones alegóricas de la existencia cotidiana. Fernando es perfeccionista y no se conforma con lo ya realizado: “Un creador siempre está ideando nuevas cosas e inmerso en muchos planes. Ahora estoy trabajando en un proyecto que, aunque muy utilitario, tendrá elementos artesanales y artísticos. Es una propuesta más ecológica, de esculturas monumentales e instalaciones arquitectónicas, que busca agredir lo menos posible el medio ambiente. Para hacer un ranchón hay que utilizar casi una hectárea de un bosque de pinos, por tanto propongo esta solución: ranchones de concreto y cerámica que son más resistentes y no agreden la naturaleza”.
Serán ranchones intervenidos por la cerámica. Sus obras crecen y laten más allá de la cerámica pues, sobre el lienzo, también el artista crea, adhiere sus mosaicos en la superficie blanca de la tela y logra composiciones interesantes y cautivadoras. Velázquez ha hecho de la cerámica un lenguaje y se ha apropiado de diversas técnicas como el trencadís (o fraccionado de mosaicos) creado a finales del siglo XIX por el genio catalán Gaudí. Al trocear baldosas que ya tenían su propia decoración y realizar una nueva composición sin relación con los dibujos de las piezas enteras, unido a la mezcla de fragmentos de diversas piezas, se consiguen efectos visuales peculiares y distintivos de esta técnica.
Mediante el estudio y la práctica de nuevas y originales soluciones, la obra del artífice culmina en un estilo orgánico, inspirado en la naturaleza, pero sin perder la experiencia aportada por estilos anteriores.
Reconocimientos en eventos nacionales e internacionales hablan de la calidad de sus piezas. En múltiples rincones de la Isla pueden apreciarse las elucubraciones de Velázquez. En los restaurantes El Bacura, El jardín de los milagros, La campana, en el Club Ecuestre de la Habana, los hoteles Blau Varadero y Las Praderas, por solo citar ejemplos, podemos encontrar sus obras. El Museo Nacional de la Cerámica acoge dos de sus piezas y, en donde la céntrica calle 23 interseca la avenida Paseo, el transeúnte puede disfrutar de un merecido descanso en un parque, en los creativos bancos que son una muestra de la propuesta estética de este artista.