Ningún presidente de Estados Unidos ha jugado en las Ligas Mayores, pero sí hay registros de que al menos uno fue protagonista en los diamantes de las Pequeñas Ligas. George W. Bush, con tan solo 9 años, correteó con bates y pelotas en la Central Little League de Midland, Texas, hace casi 7 décadas. Después, se convirtió en el primer y único jugador de las Pequeñas Ligas que llegó a sentarse en la Oficina Oval.
Este podría ser un dato intrascendente, pero nos sirve para ilustrar la magnitud de un pequeño proyecto que cobró vida a finales de los años 30 del siglo pasado y que, después, logró una monstruosa expansión hasta más de 80 países, con la participación de todo tipo de figuras públicas y futuras estrellas del universo atlético: las Pequeñas Ligas de Béisbol.
Dan O’Brien, campeón del decatlón en Barcelona 1992 y triple monarca mundial en Tokio, Stuttgart y Gotemburgo, jugó en las Pequeñas Ligas de niño; también lo hizo John Shuster, titular de los Juegos Olímpicos de invierno en curling, y la futbolista Sydney Leroux, monarca estival en Londres 2012.
Otra muestra elocuente del alcance de las Pequeñas Ligas es el paso por dichos torneos de verdaderas leyendas de los cuatro grandes circuitos del deporte profesional en Estados Unidos: MLB (béisbol), NFL (fútbol americano), NBA (baloncesto) y NHL (hockey sobre hielo).
Un total de 34 miembros del Salón de la Fama de Cooperstown jugaron en las Pequeñas Ligas, entre ellos mitos vivientes como Mariano Rivera, Derek Jeter, Greg Maddux, Carl Ripken Jr., Nolan Ryan o Joe Torre, lo mismo que Kareem Abdul-Jabbar, segundo anotador en la historia de la NBA, y Tracy McGrady, ambos inmortales del baloncesto estadounidense.
Además, 7 miembros del Salón de la Fama del fútbol americano pasaron por las Pequeñas Ligas, incluyendo en la lista a los míticos Joe Montana y Dan Marino, así como a otros 7 jugadores que ganaron el Super Bowl, entre ellos Tom Brady, Aaron Rodgers y Deion Sanders.
Pero, lo verdaderamente maravilloso de las Pequeñas Ligas es que ha trascendido por completo las fronteras de Estados Unidos. Según reportes de la propia organización, Little League Baseball (su nombre en inglés) se ha convertido en el programa deportivo juvenil organizado más grande del mundo, con casi 200 mil equipos en los 50 estados de EE.UU. y en más de 80 países.
Este crecimiento era imposible visualizarlo en 1938, cuando Carl Stotz tuvo la idea de crear una liga de béisbol organizada para los niños en su ciudad natal de Williamsport, Pennsylvania. El programa pretendía inculcarles el espíritu deportivo y los valores del juego limpio y el trabajo en equipo. A esa línea se sumaron los hermanos George y Bert Bebble, quienes junto a Stotz formaron los 3 primeros equipos de las Pequeñas Ligas: Lycoming Dairy, Lundy Lumber and Jumbo Pretzel.
Ellos sentaron las bases de un programa que no se desarrolló más rápido por la Segunda Guerra Mundial. No obstante, tras el final de la contienda bélica comenzaron a darse pasos sólidos para el auge y crecimiento del proyecto, que en menos de dos décadas logró consolidarse y expandirse sin freno, como demuestran los siguientes datos:
* En 1950 las Pequeñas Ligas ya tenía más de 300 circuitos afiliados y en 1951 vivió su primera expansión internacional con la creación de un campeonato en British Columbia, Canadá.
* Para finales de 1952, el impacto también comienza a notarse cuando Joey Jay se convierte en el primer pelotero de las Pequeñas Ligas que juega en MLB con los Milwaukee Braves.
* En tan solo una década, las Pequeñas Ligas lograron expandirse por 48 estados del país y desarrollar más de 4000 programas.
* La expansión internacional tuvo puntos cumbre en 1957 y 1958, cuando los chicos de Monterrey, México, se convirtieron en el primer campeón de la Serie Mundial de las Pequeñas Ligas en campañas consecutivas. Contrario a lo que muchos pueden pensar, ningún conjunto de Estados Unidos logró 2 títulos seguidos del torneo hasta casi 40 años después de su fundación.
* En 1960, solo 15 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, las Pequeñas Ligas tenían más de 27 400 equipos alrededor del planeta, alcanzando escenarios con muy poca tradición beisbolera como Alemania, desde donde llegó el primer conjunto europeo (Berlín) a Serie Mundial de las Pequeñas Ligas.
Como ya hemos dicho, la expansión internacional de las Pequeñas Ligas es uno de los puntos más fuertes de la organización, que ha contribuido al desarrollo del béisbol y al descubrimiento de nuevos talentos en muchos países. Ese impulso ha sido palpable en la tradicional Serie Mundial que desde 1947 se celebra cada año en Williamsport, Pennsylvania.
En la historia del evento, son 29 los países que han participado, incluyendo algunos sin ninguna tradición beisbolera como Bélgica, República Checa, Francia, Alemania, Grecia, Guam, Polonia, Arabia Saudita, Uganda o Turquía. De todos los extranjeros, Taipéi de China es el que más veces (17) ha escalado a la cima del clásico de las Pequeñas Ligas, seguido por Japón (11), México (3), Corea del Sur (3), Venezuela (2) y Curazao (1).
En cuanto a las regiones de Estados Unidos, California es la más ganadora (6 coronas), escoltada por Pennsylvania, Connecticut, New Jersey y Hawái, todos con 4 cetros.
Cuba y las Pequeñas Ligas
El nombre Cuba estuvo fuera de este sistema durante años, hasta que en marzo de 2019 se firmó un Memorando de Entendimiento entre las Pequeñas Ligas y la Federación Cubana de Béisbol (FCB) enfocado en contribuir al desarrollo del deporte de las bolas y los strikes en la isla, incrementar el interés de los niños por su práctica y aumentar el fogueo competitivo de los chicos en edades tempranas, uno de los grandes problemas que ha arrastrado el pasatiempo nacional en los últimos años.
La ausencia casi absoluta de recursos y la marcada desatención de las áreas eran algunos de los impedimentos principales en el desarrollo de la base en Cuba, la cual ha vivido una tenue reanimación en los 4 años recientes, con renovación de terrenos y entrega de equipamientos, así como financiamiento para participar en eventos internacionales. Además, fue formalmente creada la Pequeña Liga cubana, con más de 150 programas locales.
“He podido ver de primera mano la pasión por el béisbol en toda Cuba, donde muchos niños aman el juego. También he visto una oportunidad de ayudarnos, mejorar la experiencia de estos niños, con equipamiento y recursos”, dijo en 2019 Stephen D. Keener, presidente de las Pequeñas Ligas, quien ha estado pendiente del curso del proyecto y ha empujado todo el tiempo para buscar el mayor impacto posible en las comunidades beisboleras infantiles de la isla.
La guinda del pastel ha sido la primera participación cubana en la Serie Mundial de Williamsport, donde el equipo de Bayamo ofreció agradables sensaciones pese a caer eliminados luego de 3 partidos. Una victoria frente a Australia y derrotas contra Japón y Panamá fue el saldo final de los pequeños granmenses, que cautivaron a los fanáticos y a muchos especialistas.
Su concurso en Pennsylvania, además, es una fuente de inspiración para el resto de los niños que practican béisbol y una prueba irrefutable de los frutos del programa, que ha sobrevivido a pesar de la tensa relación política entre Cuba y Estados Unidos. De hecho, muchos pensaron en 2019 que este proyecto no tendría futuro, pues justo después de su firma el gobierno estadounidense canceló el Acuerdo entre la FCB y las Grandes Ligas para regular el flujo peloteros antillanos rumbo a MLB.
Afortunadamente, el Memorando de Entendimiento entre las Pequeñas Ligas y la FCB no ha corrido con la misma (mala) suerte y ahora se está consolidando. De hecho, recientemente fue renovado hasta 2025. ¿Qué quiere decir esto? Pues que seguiremos teniendo juegos en los barrios y permanente confrontación entre niños que, sin estos programas, podrían irse a otros deportes o tardarían una eternidad en competir en torneos organizados con mínimas condiciones.
Las Pequeñas Ligas han cambiado la realidad cubana del béisbol infantil, que ya no depende solo de Campeonatos Nacionales o de los Juegos Escolares. Con este proyecto se ha recuperado la vitalidad y ha aumentado considerablemente el rigor en entrenamientos y competencias, lo cual ayudará a estos muchachos en su proceso de desarrollo técnico y táctico.
No obstante, queda mucho camino por recorrer, sobre todo en apoyo material, en aras de que los padres de los pequeños atletas no tengan que hacer esfuerzos tan grandes para que sus hijos sigan practicando deportes. Con esa cuenta pendiente hay que mirar al futuro y pensar cuidadosamente cuáles son los pasos para dar un impulso al movimiento del béisbol en la Isla desde la base.
De momento, con nuestra incursión en la Serie Mundial de las Pequeñas Ligas nos hemos convertido en la última joya de la corona de un sistema que no cede en su empeño de expandir y desarrollar programas beisboleros alrededor del mundo desde edades tempranas.