Celia tiene 81 años. Desde hace cerca de cinco vive con un diagnóstico de demencia que le impide valerse por sí misma. Apenas puede dar algunos pasos con la ayuda de su único hijo y su esposo, quienes dividen su tiempo entre cuidarla y trabajar para garantizar el sostén de la familia. La enfermedad de Celia la ha invalidado casi totalmente y la ha hecho olvidar quién fue y a quiénes quiso.
Caridad tiene 94 años. Desde hace más de cinco necesita de atención permanente. Aunque no ha perdido la lucidez, el desgaste físico de sus más de nueve décadas y un cáncer de piel al que ha sobrevivido por más de tres décadas han pasado factura. La cuidan sus hijas, cercanas a la tercera edad también ellas. Caridad no puede caminar sin andador y requiere ayuda para las actividades básicas.
Como Celia y Caridad, en Cuba muchos ancianos discapacitados o incapaces de valerse por sí mismos tienen una necesidad creciente de cuidado estable.
En lo que a la tercera edad se refiere, tanto en la isla como en América Latina dos variables mantienen una relación proporcional: en la medida en que aumenta la esperanza de vida, aumenta el número de años de vida en los que se es poco saludable.
Así lo han definido organismos internacionales, cuyas estadísticas recientes muestran que “el aumento de la esperanza de vida no significa que las personas necesariamente estén viviendo esos años adicionales con buena salud”.
Como “años de vida poco saludables” se entienden aquellos que se viven en situación de discapacidad, debido a una condición de enfermedad, desgaste físico o detrimento mental (a veces todo al unísono) por un largo período de tiempo.
En Cuba, país más envejecido de la región (con más del 22,3 % de la población con 60 años o más), un reto cada vez mayor es la llegada a la tercera edad de personas casi o del todo incapacitadas para cuidar de sí mismas.
El dato sobre cuántos adultos mayores dependientes con discapacidad total o parcial viven en Cuba hoy no se encuentra desglosado en las estadísticas públicas. Sin embargo, algunas cifras y estudios sobre el tema aportan una idea sobre la magnitud del fenómeno.
Ancianos y discapacidades en cifras
Condiciones de salud más frecuentes en personas de la tercera edad hacen que estas puedan derivar en estados de invalidez o discapacidad.
Una investigación del académico Rolando García publicada en 2019 señala las demencias, y en particular el Alzheimer (de los pacientes diagnosticados con demencia, el 70 % lo padece), como primera razón de discapacidad en adultos mayores en Cuba y la principal causa de dependencia y necesidad de cuidado.
Se estimaban en 170 mil las personas con demencia entonces, equivalentes a un 1,2 % de la población. Pero, según proyecciones descritas en el estudio mencionado, la enfermedad tiene una tendencia de incremento de hasta 260 mil en 2030 y hasta 520 mil en 2050.
Después de los 65 años, las demencias afectan al 10 % del total de adultos mayores; a los 75 años al 30 % y después de los 90 años el porcentaje supera el 50 %, según subraya el estudio.
Los resultados del último Censo de Población y Vivienda (2012) reportaron 6 415 personas con 96 años o más. Además, en el primer trimestre de 2017 estadísticas registradas en el Departamento de Adulto Mayor, Asistencia Social y Salud Mental del Ministerio de Salud Pública (Minsap), registraron 2 153 centenarios.
Es un hecho que, a mayor edad, aumenta la vulnerabilidad. Una causa de invalidez permanente cuya mayor incidencia se verifica en el rango de 80 a 89 años (32,9 %) son las fracturas óseas, sobre todo de caderas. Un estudio desarrollado por varios investigadores cubanos y publicado en 2022 mostró que en Cuba ocurren cada año unas 12 mil fracturas de cadera; y la cifra tiende al aumento.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó que en las dos primeras décadas de los 2000, la tendencia mundial ha sido al aumento de la discapacidad. Enfermedades y afecciones de salud, como cardiopatías, diabetes mellitus, accidentes cerebrovasculares y el cáncer han provocado la mayor cantidad de muertes y años de vida saludable perdidos —incluidos los años vividos con discapacidad.
Cuba no ha sido una excepción. En el Anuario Estadístico de Salud de 2021 las enfermedades del corazón, tumores malignos y enfermedades cerebrovasculares, junto a la diabetes mellitus, se ubicaron entre las principales causas de muerte. Son además padecimientos que reducen la cantidad de años de vida saludable. Precisamente, la prevalencia más alta de diabetes en el país se da en personas mayores de 60 años, con cifras superiores a las 200 por cada 1000 habitantes.
En 2022, el 22,3 % de la población cubana tenía 60 años o más, según el informe “El Envejecimiento de la Población. Cuba y sus territorios”, publicado por la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) en mayo de 2023. Los pronósticos hacia 2030 avizoran que hasta un tercio de la población cubana tendrá 60 años o más. Las previsiones afirman que, de los 3,3 millones de adultos mayores que para entonces vivirán en la isla, alrededor de un millón superará los 75 años.
Asistencia y cuidados más allá de la familia
El cuidado de los adultos con movilidad restringida en Cuba es un asunto de responsabilidad familiar esencialmente. En 2021, el número de capacidades en los Hogares de ancianos para internos era de 8 045; para semi internos en las denominadas Casas de Abuelos eran solo 1 093. Equivale a una proporción de 336 plazas de asilo por cada 100 mil ancianos y 46 por cada 100 mil para estancias diurnas. Los cupos están lejos de las necesidades reales.
Según explica Alberto Fernández, jefe del departamento de Adulto Mayor, Asistencia Social y Salud Mental del Minsap, “el 80 % de los ancianos que están actualmente en hogares” tienen discapacidades que les dificultan la vida solos. Pero, no se trata de ancianos con inmovilidad absoluta.
En la práctica, el cuidado de los ancianos totalmente inmovilizados en Cuba recae sobre la familia. La política de asilamiento en Hogares contempla que estos no sean vitalicios, y una vez que se modifiquen las causas, se busque el retorno de los ancianos al medio familiar, confirma Fernández. En el caso de los ancianos totalmente incapacitados el Estado proporciona asistencia parcial.
Para recibir ayuda estatal, el adulto mayor debe ser diagnosticado por un médico como “paciente encamado” o “postrado”. En el primer caso se hallan aquellos que padecen enfermedades crónicas, pero no se encuentran inmovilizados del todo. En el segundo se incluyen quienes tienen movilidad totalmente restringida, debido a una enfermedad crónica o por otra causa, como una fractura de cadera.
Según lo regula el dietario médico nacional emitido por el Ministerio de Comercio Interior y el Minsap, a los pacientes postrados (no encamados) se les asigna una dieta mensual de carne (1 lb y media), leche (10 litros) y pollo (1 kg). Los alimentos se entregan en las bodegas de los beneficiados. No obstante, desde finales de 2022 se reportan interrupciones en la entrega de la leche en provincias como Villa Clara, según beneficiarios de esa localidad, consultados para la elaboración de este artículo.
Al margen de la asistencia alimenticia, se destina un módulo de aseo que, en el caso de los encamados, se trata de un jabón de baño y uno de lavar. Mientras, los postrados reciben dos veces por año un módulo textil que incluye una toalla, dos metros de tela antiséptica y un metro de hule sanitario, junto a seis jabones de baño y seis de lavar.
La ayuda se entrega en mercados de productos industriales designados para ello en cada municipio. En el transcurso de 2023 se han reportado atrasos en la entrega del módulo textil debido a la inestabilidad en el abastecimiento, según fue confirmado por la fuente consultada en el sector del comercio interior en Villa Clara.
Además de la asistencia alimenticia y de aseo, un estudio publicado en 2018 por dos investigadoras de la Universidad de La Habana alertó que, desde 2003, cuando se aprobó el Plan Nacional de Atención al Adulto Mayor, los ejes de trabajo hacia los ancianos se han enfocado en: salud y nutrición, actividad física y desarrollo individual y participación social. No obstante, ninguno contempla el cuidado permanente a domicilio.
Las investigadoras afirman que es necesario poner atención en “la posibilidad de otorgar servicios especiales como subsidios y asistencia social y domiciliaria (monetaria, en especies y/o servicios) a adultos mayores con discapacidad, que vivan solos, encamados o con movilidad restringida”.
A pesar de que en Cuba el Estado suele subsidiar la prestación de cuidados directos a personas con discapacidades, para la elaboración de este artículo no se encontraron referencias de ayudas de este tipo a familiares de personas mayores postradas con dependencia total o severa.
En Cuba, los indicadores de mayor esperanza de vida pueden reconocerse como logros de un mayor bienestar; pero se trata a su vez del desafío de garantizar cuidados en una sociedad en la que cada vez viven más ancianos, y una parte importante de ellos vive muchos años de vida poco saludables.
El recién aprobado Código de Familias, en su Artículo 355, estipula lo referido al acogimiento familiar de personas adultas mayores o en situación de discapacidad. Según el Código, el acogimiento familiar de estas personas es la acción que “se da entre personas no obligadas legalmente a darse alimentos, o entre personas afectivamente cercanas o unidas por un vínculo afectivo notorio, con independencia de la existencia o no de una relación de parentesco”.
En tal sentido, la Ley de Familias en Cuba no regula el acogimiento institucional de los adultos mayores, mientras sí regula, por ejemplo, la de los menores de edad. Esto exime al Estado de la responsabilidad directa de garantizar la institucionalización de las personas que, además de estar en ese rango etario, presentan discapacidades. La alternativa que surge como variante ante la creciente necesidad de cuidados es la iniciativa privada. Sin embargo, el costo de estos servicios se atiene a lo que demande el cuidador y no constituye, en la mayoría de los casos, una opción asequible para todos.
Todos conocemos o hemos tenido en nuestra familia un adulto mayor parcial o completamente discapacitado. Todos conocemos a una Celia o una Caridad. Responder a las necesidades de nuestros adultos mayores invalidados no puede recaer solo en la familia. El problema tiene dimensión social. Por ello, más allá de las políticas concebidas y las declaradas intenciones de manejar este escenario como país, la interrogante que se cierne sobre Cuba no se despeja, nuestros ancianos viven más, pero, ¿viven mejor?
Aprobaron una ley de Familia cuando la familia se ha destruido y los hijos se van del país Los viejos quedan solos y se han muerto solos
El estado ha repetido la necesidad del apoyo de L familia para quitarse el problema de arriba