Al Estadio Olímpico de La Habana, de Olímpico no le queda ni el nombre, indistinguible en los interiores de un recinto gris. Las gradas, un paraje desierto sin un solitario asiento, son un mosaico de moho golpeado quién sabe por cuántas horas de sereno, salitre, lluvia y sol; y en la pista, aquellas tonalidades de azules intensos se han transformado en colores tenues, con múltiples grietas en las zonas de carrera y también en las rutas de los saltadores.
Pero al Estadio Olímpico de La Habana, si le queda algo de Olímpico, esos serían los atletas de primer nivel que allí se forman y entrenan, para después brillar en los más rutilantes escenarios internacionales, al estilo de Anier García, Dayron Robles, Yarisley Silva, Yipsi Moreno y Osleidys Menéndez, algunos de los medallistas cubanos bajo los cinco aros.
De una forma u otra todos ellos integran la historia del atletismo antillano, en la cual aspira grabar su nombre para la eternidad Pedro Pablo Pichardo Peralta (P4), joven de 21 años que tiene a medio mundo revolucionado por sus estirones de otra galaxia en el triple salto, modalidad todavía influenciada por la época que marcó Jonathan Edwards.
Hace 20 años el británico clavó los pinchos en 18.29 metros en Gotemburgo, y desde entonces el sueco Christian Olsson, el brasileño Jadel Gregório, el portugués Nelson Évora, el francés Teddy Tamgho y otros muchos triplistas, incluidos varios cubanos, han intentado sin éxito romper la monarquía de Sir Edwards.
Pichardo, santiaguero de pura cepa, no quiere ser uno más en esa lista y para lograrlo el enfoque debe ser supremo. Veinticuatro horas antes de implantar record nacional y la tercera mejor marca de la historia (18.08), está sentado en las mismas gradas de concreto del Estadio Olímpico, donde contempla el discreto rendimiento de una guatemalteca en la longitud, incapaz de ir más allá de los cinco metros. Tampoco las cubanas allí presentes emprenden vuelo hasta marcas aceptables.
A su lado, Daniel Osorio, su entrenador, bien puede pasar desapercibido, pero no hablamos de un preparador cualquiera, durante años pulió a un diamante del salto largo mundial, el gran Iván Pedroso, y ahora tiene otra joya en sus manos. Conversan de mil asuntos, tal vez sin importancia, pero no pierden la concentración, y ni siquiera acceden a conversar hasta que no termine la competencia.
La historia de cómo Pichardo y Osorio terminaron trabajando juntos es un poco turbia, llena de intrigas y desentendimientos que tuvieron al saltador más de un año alejado de las pistas, sancionado por la Federación Cubana de Atletismo.
Después de su salto de la categoría juvenil a la selección nacional, le asignaron al entrenador Ricardo Ponce, con quien cubrió la temporada del 2013 logrando resultados positivos, aunque tras bambalinas el panorama no era tan alentador.
“Nunca nos llevamos bien, no existía una buena relación en ningún ámbito. Yo trabajaba con él porque aquí se respeta mucho las asignaciones de entrenadores, pero me estaba afectando esa atmósfera negativa, al punto de que yo buscaba siempre otros criterios fuera. Pedí un cambio de profesor y siempre me lo negaron porque no habían más opciones”, recuerda Pichardo, quien apostó entonces por el camino más arriesgado.
“Preferí esperar un tiempo alejado de las pistas, sin competir, hasta que me asignarán otro guía. Mi última competencia fue en marzo del 2014, en la Copa Cuba, y cuando salí muchos pensaron que abandonaba solo porque quería trabajar con mi padre, Jorge Andrés Pichardo, aunque la vida demostró que no se era tan simple el asunto”, relata el santiaguero.
—¿Qué hiciste en esos nueve meses sin competencias?
—“Me mantuve entrenando siempre, como si tuviera retos planificados. Es difícil simular un escenario sin exigirte de verdad, pero hice mi mayor esfuerzo y solo descansé un mes, en las vacaciones, el resto del tiempo fue trabajando en Santiago de Cuba.”
—El regreso, ¿cuándo se determina?
—“En enero de este año ya me asignan al profesor Daniel Osorio, y desde ese momento empezamos con una preparación enfocada en mejorar detalles técnicos y también la parte física. Durante esta etapa ha sido muy importante contar con el apoyo de mi padre, que ha intercambiado criterios con mi entrenador y entre los dos me han ayudado a crecer.”
Sin dudas, esa figura paterna ha incidido en la carrera de Pichardo, quien comenzó su vida deportiva en el atletismo con las pruebas combinadas, habituales en las categorías inferiores, aunque sin obtener resultados relevantes.
“No clasificaba a los Juegos Escolares en Santiago de Cuba, y mi papá decidió venir de su misión en Venezuela para trabajar conmigo. Probamos en el salto largo y no resultó, después apareció la opción del triple, donde mejoré mucho hasta clasificar en la provincia, entonces decidimos enfocarnos en la modalidad”, rememora el indómito.
Tenía 16 años, y desde ese momento ha escrito una de las evoluciones más notables en la historia del deporte mundial, pues en solo cinco temporadas ha pasado de ser un completo desconocido a titular juvenil del orbe en Barcelona 2012, plata universal en Moscú 2013 y más recientemente poseedor de dos de las cinco mejores marcas de todos los tiempos.
“Encajé en el triple porque es muy técnico, y yo siempre he tenido facilidades desde ese punto de vista. Desde el principio logré dominar muy bien el brinco, el paso y el salto, las tres fases esenciales de la especialidad”, explica Pichardo.
Al respecto, Daniel Osorio reconoce las virtudes de su pupilo y considera que en los últimos meses su progresión ha sido meteórica, con cuatro saltos superiores a los 17.90, dos de ellos por encima de los 18 metros, mítica barrera que solo cinco hombres han quebrado.
“Nos enfocamos en fortalecerlo físicamente, toda la musculatura, uno de sus puntos más bajos, además de mejorarle el segundo salto, detalles que le han permitido explotar definitivamente”, revela el entrenador, a quien no le sorprende el nivel de su pupilo.
A Pichardo, por su parte, tampoco le asombra su proyección. “Entrenamos y sabemos hasta dónde se puede llegar, por lo que no constituye una sorpresa. Ya en las prácticas habíamos visto la posibilidad de tener buenos resultados, y como no tal no es fruto de la casualidad, sino de la continuidad y la estabilidad”, recalca el triplista, seguidor de las carreras de su compatriota Alexis Copello y del estadounidense Mike Conley.
—Dada tu línea ascendente, es perfectamente viable que cumplas con tu pronóstico de saltar más de 18.30
—“Nunca he dicho que puedo saltar por encima de 18.30, no me gusta hablar de números. Cuando me enteré que habían publicado eso me disgusté, porque jamás he dicho nada parecido. Creo que puedo mejorar mis marcas, pero no se cuánto, tal vez sea un centímetro o 20, pero eso lo veremos en el futuro.”
—Pero puedes lograrlo…
—“La temporada es joven, quedan muchas competencias en las que se pueden dar las condiciones para que se logre un registro de este tipo. La exigencia y competitividad entre los aspirantes será determinante, más ahora que hay tanta rivalidad entre Christian Taylor, Tamgo y otros hombres con habilidades. Esa porfía ayudará a que salga lo mejor de nosotros y que suban los records.”
—Justo el detalle de implantar marcas tan fabulosas al inicio de la temporada inquieta a muchos…
—“Hemos conversado sobre el tema aquí, pero estamos tranquilos porque no se ha violado ninguna etapa. Yo quería competir en marzo, me sentía desesperado, y Osorio me aguantó hasta abril, es decir, primó la calma. Justo por eso estamos tranquilos, no tengo miedo de que no salgan resultados significativos en los Panamericanos de Toronto, en el Mundial de agosto o en el tramo final de la temporada, cuando se defina la Liga de Diamante.
—¿Cómo vives este salto a la fama?
—“Soy el mismo de siempre, muy bromista en la escuela, tengo las mejores relaciones con mis compañeros, apoyo y me apoyan. En la calle la gente me ha saludado, me han felicitado, pero lo tomo como algo normal, no quiero que se me suba la fama para la cabeza, como dicen por ahí, yo seguiré siendo el mismo.”