Es poeta, narrador y ensayista. Licenciado en Psicología General por la Universidad de La Habana. Ha ganado diversos premios, entre los que destacan Pinos Nuevos (2017), Beca de Creación Prometeo (2017), Francisco Mir Mulet (2020), El Mundo Lleva Alas (2020), José Jacinto Milanés (2021), Oscar Hurtado (2022) y Fundación de la Ciudad de Matanzas (2023).
De sus libros publicados pueden señalarse Erosiones (poesía, 2017), Las inocentes (novela, 2020), Fracturas (poesía, 2021), Ágora (antología poética, 2021), Corazón de pájaro (novela, 2022), y Mala sangre (poesía, 2022). Como antologador cuenta con las antologías Los extraños paraísos. Cuentos cubanos de eróticas divergentes (2023) y Desde el redil bramo. Cartografía de la poesía cubana de tema carcelario. Siglos XVI-XXI (2023).
¿Cómo la poesía llega a ti?
De manera imprevista. Estaba yo en el preuniversitario y en aquella época teníamos cierto furor con los versos de Buesa. Por ahí comenzó todo. Ya, luego, otro amigo de entonces me mostró la poesía de José Kozer y quedé anonadado con esa “otra manera” de hacer poesía. Se me expandieron los horizontes y me adentré en la lectura. Leía muchos libros de poemas. De aquellos instantes recuerdo bien que me marcaron, además de la de Kozer, las voces de Dulce María Loynaz y Rafael Alberti.
Siempre he sido algo introvertido. La lectura y la escritura son actos muy solitarios, silenciosos; en ellas hallé un lugar en el que sentirme a gusto conmigo durante mi adolescencia. Eso no ha cambiado.
¿Cuándo, en qué circunstancia te asumiste como poeta?
Para mí, la poesía es una filosofía de vida, una práctica constante que permite interpretar y comprender el mundo que nos rodea, y que se manifiesta, incluso, cuando no escribes, porque siempre estamos meditando, analizando, sondeando la existencia y esos disímiles fenómenos suyos que nos moldean. De todo eso se alimenta la poesía.
Ese acto de “asumirme” como poeta fue cuando decidí que ese sería mi camino, cuando supe que no podría deslindarme de esa filosofía que antes te comentaba. En el año 2010 llegué a un taller literario a cargo de Mercedes Melo Pereira. Entré dispuesto a no renunciar y hasta hoy siguen firmes los cimientos de mi fe en la poesía.
¿Cuál ha sido el hecho de mayor trascendencia poética para ti?
En 2007, cuando tenía solo 25 años, tuve un accidente automovilístico en el que murió mi pareja. Falleció en mis brazos sin que pudiera hacer nada. Me devastó emocionalmente. Me sumergí en una depresión que prometía no abandonarme. La vida y todo lo que me rodeaba habían perdido su significado. Sólo escribir me ayudaba a respirar bajo ese mar de sílice que es la depresión.
Si ha existido en mi vida un instante de verdadera “trascendencia poética”, ha sido aquel en que, a través de la poesía, logré resistir y sobrevivir al desánimo, al vacío y a la pérdida de todo que lo entonces me era valioso. A riesgo de reincidir en un cliché, debo confesar que la poesía me ha salvado. Si no se han desperdigado los pedazos de esta silueta rota que soy, es porque ella los mantiene unidos y me ofrece aire y cordaje.
Entiendo que naciste Alain Santana López, en La Habana de 1982. ¿Cuándo apareció Milho Montenegro?
Milho Montenegro, como seudónimo, aparece con la publicación de mi primer cuaderno. De este modo rindo un modesto homenaje a dos autores que marcaron mi deslumbramiento y asimilación de la escritura y la lectura, me refiero al narrador cubano Carlos Montenegro y al premio Nobel Czeslaw Milosz.
¿Es sólo un seudónimo literario o un heterónimo a la manera de Pessoa?
No busco, de ninguna manera, ocultar a Alain Santana. A fin de cuentas, uno no podría existir sin el otro.
¿Sabes que Milho en portugués significa maíz?
Sí, sabía el significado de ese nombre en portugués y me parece genial. En la cultura maya el maíz era sagrado, ellos creían que nuestros cuerpos habían sido creados con este grano. Entonces, para esa civilización antigua el maíz simbolizaba génesis, núcleo, creación. ¿Y qué es la poesía, la escritura misma, sino todo esto?
Eres sicólogo de formación. ¿Por qué no cursaste una carrera universitaria que te acercara formalmente al mundo de las letras? Filología, Comunicación, Lengua y literatura en otro idioma…
En el momento que decidí mi carrera, no había escuchado acerca de la Filología. De haberlo hecho, quizá habría sido mi camino. Por otro lado, estaba la influencia de la familia, que en aquellos tiempos casi siempre aspiraba a tener un hijo doctor o abogado. Yo quise darles a mis padres la alegría de ser psicólogo, pero fue una elección para ellos y por ellos. No quiere decir esto que haya cierta frustración profesional. Ejercí muchos años y fui muy feliz en esa práctica. Igualmente, la Psicología ha aportado esencia y fuerza a mi escritura, ella enriquece al hombre y al escritor.
¿Tu primer libro publicado es el poemario es Rostros de ciudad (2015)? No aparece consignado en la nota bio-biblográfica que me facilitaste. ¿Qué pasa con ese título? ¿No te gusta?
Como bien dices, fue mi primer libro. Con él obtuve Mención en el Premio David de la Uneac y eso, en aquel momento, lo vivencié como algo extraordinario. No obstante, aunque no me avergüenzo de ese cuaderno, generalmente no lo anoto en mi ficha de autor pues considero que es inmaduro, solo un conjunto de textos raigales que no son sino el boceto de lo que más adelante vendría.
Define tu filiación poética.
No me gustan este tipo de “filiaciones” que casi siempre nos reducen, aunque comprendo que a veces es necesario, digamos, definir o ubicar a un autor y su obra para un mejor análisis y comprensión de su discurso.
¿De cuál caudal de la tradición literaria nacional y/o internacional te nutres?
En realidad, me nutro de la poesía cubana y extranjera, leo todo lo que puedo, de todos los autores que puedo. Claro está que hay nombres que vienen a ser pilastras en mi formación o crecimiento como escritor. Y, si bien algunos varían con el tiempo y según las circunstancias, siempre puedo citar a Dulce María Loynaz, Pedro Salinas, Czeslaw Milosz, Clara Janés, Fina García Marruz, Reina María Rodríguez, Pablo de Rokha, Luis Cernuda, Luis Marimón y la japonesa Ono No Komachi. La presencia de ellos en mis lecturas me ha moldeado y forjado un núcleo proteico literario.
¿Qué opinión tienes de la poesía cubana?
La poesía cubana es de lo mejor de nuestro continente.
¿Te sientes cómodo perteneciendo a ese corpus literario?
Me siento honrado de ser parte de esta tradición y de poder, a mi modo, seguir sosteniéndola. Saberme en su efervescencia me obliga a estudiar, a crecer y seguir haciendo. Hay mucho por revelar, por decir, por construir. Hay que mirar hacia adentro y aprender a conocer ese interior, para entonces lograr una aproximación a lo externo.
En mi caso, no puedo ni me permito amar lo ajeno si no lo hago antes con lo que es mi identidad, mi esencia. Ser parte de eso que llamas “corpus literario” más que una limitante, es una exhortación, una posibilidad de expansión.
En poesía, ¿cuáles son tus temas recurrentes?
Hay temas que son inherentes a la poesía, como la muerte, el amor/desamor, el tiempo… Al margen de esto, me obsesiona la cárcel y el preso en el discurso poético, la emigración y los emigrados como fenómeno de (des)prendimiento y (dis)torsión. También me interesa el hogar como ámbito que gesta suplicio y enfermedad, las putas, los locos, los enfermos, los mendigos, los gays, los transexuales, los travestis, los seres racializados, los exiliados, los que emigran, los que luego regresan y no encuentran un lugar, los asesinos, los muertos, los héroes olvidados, los viejos, y muchos otros. O sea, me provocan una fuerte erotización literaria aquellos temas y seres malditos, que procuran o logran desmitificar ciertos paradigmas y destruir los altares que la sociedad ha erigido sobre los cimientos de dañinos estereotipos y falsas creencias.
¿Tienes una definición personal de poesía o te apropias de algunas de las tantas que se han emitido a lo largo de los siglos?
La poesía encierra todas las definiciones que se le han dado y al mismo tiempo se desmarca de ellas. No solo nos trae la belleza del mundo adyacente, no solo es salmo y estancia al margen de lo atroz. La poesía es eso y, de igual modo, lo maldito, el horror, la decadencia, la linfa y el hedor. La poesía es también escara y gusano, el fango prosaico y los cadáveres que guarda bajo su manto. La poesía abarca todo, no deja nada fuera.
Alternas el ejercicio de la poesía y la narrativa. ¿Es algo que puedes hacer simultáneamente o, por el contrario, cada una requiere de un estado de ánimo y una concentración específicos?
No me ha sido dada la facultad de escribir simultáneamente poesía y narrativa. O sea, me prodigo a una, o a la otra. La poesía es espina dorsal de mi acto creativo y, por ello, fluye tan libre y asidua. La narrativa implica, al menos para mí, una entrega que presiento más áspera, más circunspecta. Soy menos productivo y más paranoide en ese terreno, o eso creo. Pero ante una inquietud que advierto firme y duradera, me dispongo y procuro culminar ese cuento o novela que me imanta.
Acabas de editar un panorama de la poesía cubana de tema carcelario, un empeño que te llevó años de investigación. ¿Por qué escogiste ese tema?
Mi padre fue puesto en prisión con solo 15 años, allá por el 75, por defender a un hermano y defenderse él mismo de otro chico mayor que solía hacerles bullying. Ese evento no lo supimos mi hermana y yo hasta casi catorce años después de su muerte, durante una conversación familiar. El tema salió sin querer, era algo que mi madre había mantenido oculto todo ese tiempo. Fue algo duro de asimilar, aunque de repente sentí que al fin comprendía muchos comportamientos suyos.
Ese “descubrimiento” me hizo meditar sobre diversas cosas. No pude impedir preguntarme por qué el silencio alrededor de esto. ¿Vergüenza? ¿Miedo a romper la imagen que de mi padre teníamos? ¿Un intento de sortear el estigma que provoca un familiar encarcelado? Lo cierto es que pude sentir su dolor de adolescente en la cárcel. Ese dolor provocó el poema “Celda”, con el que obtuve en 2017 la Beca Prometeo del Premio de la Gaceta de Cuba, para menores de 35 años. Luego se me ocurrió investigar el tema en la poesía cubana y de ahí surgió la primera y única antología en la isla sobre este tópico tan oscuro, sensible y filoso. Se trata del libro Desde el redil bramo. Cartografía de la poesía cubana de tema carcelario. Siglos XVI-XXI, publicado en 2023 por la Editorial Primigenios, en Estados Unidos.
También has publicado ensayos sobre el tema carcelario en la poesía cubana…
Así es, los primeros fueron socializados en revistas cubanas y extranjeras. Casi todos han aparecido en Hypermedia Magazine. Son el resultado de la antología que antes te comenté y de profundos estudios y lecturas.
Los textos abordan —siempre con justeza y apego literario— los aportes del tópico carcelario a la literatura nacional, desde sus formas de tratamiento por parte de los autores. Esto es, estrategias discursivas, simbologías, imaginario poético y su relación con el referente penitenciario o el reo, maneras de conceptualizar, denuncias y, sobre todo, la fuerte carga emocional proyectada desde la pérdida, el dolor, la marginación, el silencio, la anulación de la libertad y la voluntad, la escisión familiar, la violencia y el escamoteo de la dignidad del hombre y la mujer presos, así como los de aquellos seres cercanos que también padecen por la encarcelación del ser querido.
Nadie antes se había adentrado en este sendero. Me place haber abierto una puerta, señalar un umbral.
Invita a nuestros lectores a leer alguno de tus poemarios. ¿Cómo les dirías? ¿Qué tipo de poesía hallarán en él?
Esto me cuesta, es difícil venderse uno mismo. Pero en un intento de cumplir con tu petición, les diría a los posibles interesados que lean Mala sangre, un poemario que refleja la persona que soy y mi visión más honesta y descarnada de la realidad y los hombres.
Es un cuaderno de poesía irreverente y nada complaciente. Creo que es lo que le hace falta a la poesía cubana de hoy. Es solo mi opinión; no soy vocero de nadie. Hablo por mí y, por eso, si han de arrojarme a la pira, que sea yo, gozoso, quien en ella arda.
Cinco poemas de Mala sangre
Vaciamiento
El frío ha dado frutos en mi vida
Roque Dalton
Me inclino ante locos y suicidas
por ellos alzo mis ojos al sol
para incinerar esos telones que trastocan
los ardides de la memoria.
Carcajeo por la defunción de mi madre
sus huesos fulguran en esta conciencia
que duele de tanto letargo.
Mi padre es un grumo que se diluye
en el olvido ancestral de las afecciones
y este desgano con que le canto
profana su mutismo de piedra vencida.
Glorifico a los ángeles caídos
a presos y asesinos
entono alabanzas por aquellos
que ensucian cada ámbito
con la lepra de sus actos
mientras sus proles van amotinándose
como hienas contra la mansedumbre
de este siglo enfermo.
La ausencia de sangre en nuestras manos
no nos hace menos culpables:
algunos hemos llevado mucho tiempo
el abismo en la cabeza.
La línea que separa lo fértil de la muerte
es un rastro difuso
pero he sobrevivido a la ruina
igual que una cariátide a su desamparo:
para conjurar el milagro
arrojé el corazón fuera de mí
y fue aplastado
por la marcha horrenda de la multitud
que en su huida devastó
lo único vivo de este reino.
Un poco de paranoia te salva
cuando el mundo es un sitio cercenado y frío.
El corazón se vuelve lastre
si todavía vibra frente al hambre de la jauría:
bendito sea el infierno de mi cabeza
y estas manos ensangrentadas
con que aplaudo el acto redentor de mi vaciamiento.
Retrato de época
Los he visto conjurar
a las ánimas del aborrecimiento
cuando pisotean cabezas hasta reducirlas.
En sus ojos aúlla un hambre sin bordes
mientras persiguen el rastro de los débiles
para desovarles en el cuerpo
las orugas de la malicia
que se alimentan de su eje
como el comején del árbol.
Los he escuchado maldecir
vociferando el espanto
de aquellos que claudicaron
bajo la sombra de los patíbulos.
He visto a los guardianes de las hordas
negociar el futuro de sus reinos
con la carne de los mansos
y he llorado en las ferias
donde trafican sus corazones
como infelices estatuas de barro.
He distinguido la vileza en trajes de luz
y el horror que entona un himno de paz.
Nada prevalecerá en este caos
salvo los desprendimientos
donde la historia nunca será digna
si trastoca el pacto de las comarcas.
Pronto caerán los altares
y en las brasas del olvido
se borrarán los umbrales de la gloria:
este tiempo nos corrompe
y la aversión ya celebra su triunfo
sobre nuestra histeria de multitud dividida.
Cautela
Sujeta la ira de tus ojos
amordaza los alaridos con que denuncias
las masacres del tiempo:
los hombres son como huellas en la arena
y sus actos nada valen en el mercado
donde los ángeles comercian sus alas
en cada subasta donde este siglo se corrompe.
Pasa raudo entre la escoria
procura que tu pulso no resuene
en el hueco donde los caídos lloran
y envidian lo que todavía respira.
Olvida las cúpulas y pilares
no hagas ruido al pisotear los jirones del sol
que antes maravillaba a este andrajoso reino.
Tus manos terminarán llenas
en la cosecha de las indigencias
y delgada es la membrana
que te separa de lo estéril:
ándate por la vida en silencio
disimula el triunfo y el esplendor
como el sepulturero su asco
cuando deposita el cadáver
en una fosa cualquiera
y luego se aleja tranquilo
con la paz de quien piensa
que ha logrado sobrevivir otro día.
El golpe que no ves llegar
La verdad de los hombres
no está en su palabra
ni en esos juramentos
con que urden sus antifaces.
Ellos traen en la sangre
los lémures resentidos
que esperan algún día florecer.
El odio es una esencia
un estado congénito
de cada individuo.
Cuando alguien pierde
la batalla contra sus demonios
se le van torciendo los ejes
hasta calcinarle la pureza.
La guerra más terrible
es lidiar con aquello que desconoces:
cuídate del disparo a traición
y del manotazo que no esperas.
El golpe que no ves llegar
es el que más fácil te destruye.
La culpa
La eterna miseria que es el acto de recordar.
Virgilio Piñera
He acudido para que sepan que existo:
vengo del caos y de la muerte
trayendo en mi sangre un poco
de todas las ciudades que han devastado
el horror de los hombres excluidos
y el rencor de esos cadáveres que intentan silenciar
en siniestras tumbas sin nombre.
Yo soy el testimonio del infierno
la evidencia de sus huellas en el tiempo.
Mi rostro trae la mueca del hambre que anula
y esta voz es el rugido de los niños
que nadie trajo consigo en el instante de la huida.
Tomo forma en el tormento y la insidia
en el ruido de sus desaciertos.
He llegado para que no olviden
la historia de aquellos que han caído
en los esteros de la traición y la mentira.
Este grito atraviesa la médula de esas almas
tan llenas de harapos e indolencias
que solo propagan la geometría del suplicio
como la noche su imperio.
Soy el clavo y la llaga
la analogía exacta del derrumbe.
Ahora saben que traigo la voluntad
de una memoria que no se agota.
La barbarie hizo latir mi corazón
cuando me arrojaron al mundo
y luego no voltearon la mirada
huyendo del pánico y la repugnancia.
Mi proclama es inevitable:
represento el tumor
la oveja negra y el hijo bastardo
la mancha que no se borra.
Para eso estoy aquí
he venido a torturarlos y obligarlos a recordar.
Meto el dedo y remuevo los bordes de la herida
dejo que corra la linfa
que hinque el dolor.
Ustedes me impusieron esta corona
y yo les hago saber su condición de vasallos
la tiranía que en lo adelante les espera.