Treinta años después de su última muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), Tomás Sánchez ha regresado a ese sitio, a este país, con una exposición que lo presenta mucho más que como un pintor hiperrealista de paisajes, sino que revela su cosmovisión del mundo exterior y la poética con la que se enfrenta al lienzo y a la naturaleza misma, recreando en ocho obras toda la espiritualidad de su imaginario.
Paisaje, esta muestra que —como dijera Tomás— ha venido a cerrar un ciclo en Cuba, se inauguró en mayo pasado durante la XII Bienal de La Habana en la Sala Transitoria del MNBA donde permanecerá hasta el próximo 28 de septiembre, ahora con el valor añadido de un catálogo publicado este viernes en la institución por el propio artista y que reúne las imágenes de esas dos exposiciones personales allí exhibidas durante las últimas tres décadas, así como algunas fotos y notas de prensa de aquella muestra inicial que tuvo por título Retrospectiva, junto a dos textos recientes que resumen toda su trayectoria artística.
Mucho interés ha suscitado en el público y en la crítica el reencuentro con la obra de Tomás Sánchez, quien después de 27 años sin exponer en la Isla regresó en 2014 al Centro de Arte Contemporáneo Wilfredo Lam con una muestra fotográfica titulada Notas al paso y recientemente con esta exposición de pintura: “Fue una suerte de renacer, de súbito y con fuerza —como comentara Rafael Acosta Da Riva durante la presentación del catálogo— de quien nunca fue perdido de vista por los amantes del buen arte cubano y contemporáneo. Tomás estuvo relativamente alejado, pero en cuanto corrió la voz, ambas muestras recibieron a centenares de visitantes desde su misma inauguración. Esa es una marca de los grandes artistas; sus públicos no se distancian definitivamente de ellos ni de su quehacer, basta con su regreso para reactivar el interés y el disfrute de una obra universal como la suya”.
Y es que su trabajo, incluso después de tanto tiempo fuera de Cuba, sigue teniendo — según él mismo asegura—, esa influencia del arte cubano que lo nutrió desde sus estudios iniciales en la ENA y que se percibe también en la obra de muchos artistas cubanos dispersos por el mundo: “es asombroso como gran parte de esa cultura que ha emigrado, lejos de diluirse se ha hecho más universal”, apuntó.
Con la puerta abierta abre esta exposición a la que le siguen otros siete cuadros pintados en acrílico sobre tela que llevan por título Orilla, Adoración, La batalla, Aislado, Entre silencios, Antagonismo y Hombre crucificado en el basurero, de los cuales cuatro corresponden al año 2015 y el resto fueron realizados entre 1992 y 2005, aunque según reveló su autor, faltan todavía en esta muestra otras cuatro obras que no pudieron incluirse por falta de espacio en la sala, además de que les faltaban algunos detalles.
En muchas de estas pinturas Tomás sitúa la inmundicia y los desechos de basura en medio de sus paisajes, como si llamar la atención sobre esta temática fuese un objetivo expreso de su creación, e interrogado sobre ello explicó luego a OnCuba: “Yo digo que mi trabajo expresa los estados de la mente. En una sociedad de consumo, donde las personas están condicionadas a comprar hasta cosas que no necesitan, se está produciendo basura todo el tiempo. Cuando uno tiene una mente incompleta, siente que la completa comprando cosas, mientras que cuando se tiene una mente en paz y completa, uno se da cuenta que solo con lo necesario se puede ser feliz. Pero el planeta está lleno de personas con mentes incompletas. Vivimos en un mundo terrible donde para mantener las riquezas estamos destruyendo la nave espacial en la que viajamos. Entonces cuando yo represento la naturaleza en su total quietud estoy representando la mente satisfecha, sin necesidades reales o creadas; mientras que con los basureros represento el paisaje que produce en la naturaleza este consumo desmedido y el deseo de tener cada vez más”.
Aunque ha confesado que el título de “Pintor de paisajes” le provoca cierta inquietud —pues su recreación del entorno natural pasa antes por un proceso de apropiación— esta temática es una constante incluso en su obra fotográfica… ¿por qué entonces el paisaje como motivo principal?
“Ya un poco antes de estudiar arte e interesarme por el expresionismo —como sucedió al inicio de mi carrera cuando tuve mucha influencia de Antonia Eiryz y Servando Cabrera— yo solía pintar paisajes, así que después de esa primera etapa hubo como un retorno al tema, y es que después de ver sus posibilidades expresivas me di cuenta de que con el paisaje te permite decir mucho de lo que hay en la mente de uno, en la de los demás y hacer reflexionar sobre lo que pasa a nuestro alrededor.
“A mí nunca me interesó pararme enfrente de una cascada a pintarla desde ahí, me gustaba más tirarme al agua, subirme al árbol, comerme la fruta, disfrutar de los lugares sensorialmente y después, con el tiempo, todas esas vivencias ligadas con las emociones se convertían en un cuadro, o sea, que la cascada o el río eran como una síntesis de las experiencias que había tenido con relación a ese tema”.
“La pintura no es producto de la meditación, es meditación en sí misma”. Esa es solo una de las tantas ideas con las que Tomás ha dejado claro que el arte y la meditación son desde siempre dos intereses fundamentales en su vida: ¿Cómo una influye a la otra? ¿Cuánto se aportan mutuamente?
“Es que la meditación nos brinda una nueva forma de percepción. O sea, la meditación lo coloca a uno en lo que se llama “expansión de conciencia”. Es muy curioso, porque mientras más adentro uno está, hay un momento en que se produce una expansión y comenzamos a darnos cuenta que estamos estrechamente relacionados con el mundo externo: Si estás pintando un paisaje sientes que ese paisaje está afuera pero a la vez venimos de él… entonces la meditación te da esa perspectiva de que el universo entero es una unidad y al cambiar tu percepción eso influye en tu forma de expresarte a través del arte o en tu forma de ver el arte de los demás”.
Tomás Sánchez es un artista preciosista, que cuida hasta el más mínimo detalle en sus obras, de ahí que exponga aproximadamente cada cinco años, pues retrasa todo lo posible el acto final de firmar un cuadro: “Siempre digo que puedo apurar la obra al principio o en el medio, pero nunca siento poder terminarla, creo que pudiera estar trabajando toda la vida en el mismo cuadro, perfeccionándolo. A veces después de mucho tiempo lo firmo y cuando lo veo en el museo, me lamento porque me parece que todavía no estaba, que le faltaba alguna cosa. Y me resulta muy difícil llegar al final porque para mi pintar es un disfrute, se me olvida comer, tomar agua…se me van las horas pintando”.
Sobre sus proyectos futuros en otras áreas de creación como la fotografía y el grabado, Tomás confesó en esta pequeña entrevista a OnCuba que se mantiene haciendo por el momento muchas cosas: “algo de escultura, grabado, diseño de joyas, un jardín de meditación que estoy construyendo en mi casa y que en el futuro abriré también al público, pero lo que ahora mismo tengo presente es hacer una gran exposición en una galería con la que trabajo en Nueva York con todos estos trabajos nuevos”, anunció.
Después de casi tres décadas sin una exposición individual en Cuba, ¿qué se siente exponer otra vez acá? ¿Cuál ha sido la respuesta del público?
“Para mí ha sido muy emocionante porque a la muestra de fotografía el año pasado vino mucho público, casi mil personas, y ahora aquí en el museo fue asombroso porque solo el día de la inauguración había más de 2400 personas… yo esperaba que viniera muchas personas pero no tantas, ni que hubiese ese despliegue de emociones, porque uno percibe el afecto de los conocidos, de los amigos, pero también de gente que conoce el trabajo pero no a la persona, entonces uno siente que está logrando comunicación con el público, eso es lo más lindo: cuando un artista sabe que ha hecho una obra que el espectador recibe sin necesidad de explicársela”.
Y anticipándose a la última pregunta, Tomás Sánchez garantizó que seguirá exponiendo en Cuba: “No hay fechas todavía, pero es probable que pronto realice una exposición en la galería Víctor Manuel; no hemos fijado fecha aún y tampoco sé si será de grabado, de trabajos en papel o de todo eso, pero estoy pensando que sea este año”.
Rafael Acosta de Arriba es el nombre de quien presentó el catálogo