La bailaora española María Juncal añora regresar a los escenarios cubanos pero no como una simple bailarina. Volvería con un espectáculo de flamenco de grandes exigencias teatrales pues planea interpretar aquí a Ana Frank, la niña judía alemana que murió en un campo de concentración, víctima del nazismo.
La ocasión propicia sería el Festival Internacional de Ballet de La Habana, un evento que le robó el corazón en 2006. Su actuación entonces quedó inscrita en el Libro de Honor del Gran Teatro de la capital cubana, recién bautizado con el nombre de Alicia Alonso.
María acaba de estar en Cuba pero no por placer, sino por una lesión. Había leído en un libro biográfico de la primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba Viengsay Valdés sobre el fisioterapeuta Miguel Capote y su atención especializada a bailarines cubanos y extranjeros, así que decidió intentarlo.
“En la isla colaboro desde hace años con un proyecto comunitario de niños llamado Compás Flamenco, en el barrio de Los Sitios, y me pareció maravilloso aprovechar la ocasión, aunque el motivo no fuese el mejor. Así que vine, atendí el proyecto, pero la prioridad fue mi rehabilitación, conocer sobre el tema de la preparación física desde mi punto de vista de bailarina e incorporarlo a mi hacer diario”, confesó.
Luego de una gira por China en próximas semanas y presentaciones en un festival en México, la Juncal retornará a La Habana a fin de atender simultáneamente otra vez el proyecto comunitario y su preparación física.
“Con el baile profesional sucede que nosotros hacemos que parezca sencillo algo prácticamente imposible. Un bailaor está sujeto a una rítmica complicada, dependiendo de los palos que baile: por Alegrías, Bulerías, Taranto, Farruca, los distintos palos tienen toques y cantes particulares que provienen de una situación diferente, y todo eso se interpreta usando los pies a una velocidad, con una limpieza. El bailarín debe ser un músico más en escena, con sus pies y con todo el cuerpo”, advirtió la estelar bailaora y maestra.
Según admite, la experiencia le demostró que para llegar a la escena de un teatro y hacer el flamenco que actualmente atrae la atención en el mundo el artista necesita una preparación física, como la que por ejemplo puede adquirir en Cuba, pues su estilo de danza impacta duro con el cuerpo. El zapateado golpea fuerte la espalda y si uno no tiene una musculatura preparada y una buena condición física no podrá sostenerlo.
A María le consta por experiencia propia que el flamenco es un estilo de baile, cante y música cada día más popular en el mundo, aunque desgraciadamente sus danzantes muchas veces son mejor recibidos fuera que dentro de España. Y no se trata de que haya demasiados bailaores en su patria, pues solo en la ciudad asiática de Tokio hay más academias que en todo el territorio español, y Japón no es el único país que descuella.
“Yo siempre me sorprendo, porque llego a lugares donde nadie puede sospechar que hay flamenco y encuentro una mina. No hablo de espectadores para el teatro, porque como espectáculo al fin eso sería más lógico, me refiero a una comunidad, una peña, una escuela flamenca para todas las edades, y gente que empezó a bailar hasta con 50 años pero se enamoró del flamenco, se quedó literalmente enganchada y va todos los días a sus clases”, comentó.
La destacada bailaora oriunda Las Palmas de Gran Canaria todavía se eriza al ver como la reciben en sitios como Japón, México, Francia, Italia, Grecia, Holanda, Bélgica, Estados Unidos, Israel, China, Canadá, Alemania, Cuba y Venezuela.
“Yo empecé este año en Finlandia, con un frío indescriptible, más de 20 grados bajo cero, que para salir del lugar donde estaba hospedada debían pasar máquinas quitanieve, pero cuando llegaba a la escuela de flamenco encontraba muchísimos alumnos, de todas las edades y distribuidos por niveles, trabajando, sudando allí, dándolo todo por el flamenco, eso es sorprendente”, contó la maestra que recién este verano impartió un curso en la escuela insignia del flamenco en España, Amor de Dios, y asegura que el centro recibió a más de 100 alumnos de 13 nacionalidades diferentes.
“El flamenco, como el resto de las artes, atraviesa un momento ciertamente devastador sin apoyo estatal, pero va a dar muchos frutos en otro, porque el artista está buscando la forma de poder estar en la escena. Nosotros con todo el tema de la subida de impuestos a la cultura, la recesión económica padecida por la gente de a pie, la que llena los teatros, es difícil poner un espectáculo de cualquier género y llenar una sala. Pero el artista está buscando la forma de hacerlo, y esa parte me parece que saca cosas muy positivas de nosotros”, sostuvo esta luchadora incansable que recién conquistó al público de Madrid con la obra El encierro de Ana Frank, un personaje fascinante para María.
La pieza eleva su carrera a una cúspide, tras haber obtenido las palmas de la crítica y el público en Bélgica, Dinamarca y en Ámsterdam, Holanda, lugar donde la niña judía alemana pasó casi dos años y medio ocultándose de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
La Juncal dice que lucha y luchará por esta obra difícil de colocar en los teatros porque la gente no está a favor de las tragedias, y pese a que la pieza rescata el espíritu más libre de Ana Frank y sus ganas de vivir, de ser artista y pone en escena su valentía, todos sabemos el desenlace de la historia.
“Me he empeñado en traerla el año que viene al Festival de Ballet de La Habana y quisiera hacer funciones para las escuelas si me lo permiten”, anunció.
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