Delante de la Plaza Mayor, a la caída de la tarde, no pudo contener un “Oh, my god” por lo que veía en Trinidad. Al principio, pretendía camuflarse entre los visitantes que a diario recorren la tercera villa fundada en Cuba. La estrategia del ‘low profile’ terminó, sin embargo, cuando desenfundó su cámara fotográfica: una Hasselblad analógica de medio formato, el mismo modelo con que el norteamericano Neil Armstrong registró en 1969 la llegada del hombre a la luna en la misión espacial Apolo 11.
Así, el instrumento otrora propiedad de su mentor, Tom Caravaglia, especializado en la promoción para compañías danzarias, delató la presencia en esta serena villa de la fotógrafa Whitney Browne, una artista que habitualmente publica sus obras en The New York Times, Huffington Post, Wall Street Journal, Time Out Magazine, entre otras publicaciones.
Luego de recorrer La Habana, esta joven que apuesta por el carrete en tiempos de la digitalización se perdía en la Trinidad que no figura en las guías para extranjeros: en el callejón Sal-si-puedes del barrio La Popa, en las arterias donde se cuece la identidad de quienes llevan collares de santo y escogen el arroz en las aceras, mientras conversan de lo humano y lo divino. Anda sin más pretensiones que registrar la cotidianidad más allá del semblante turístico de la Ciudad Museo; fotos que, con la venia de las instituciones estatales conformarán una muestra personal que pretende exhibir el año próximo aquí.
“Hace mucho tiempo tenía ganas de venir a este país, sobre todo a raíz de los diálogos con Estados Unidos —confesó a OnCuba mientras capturaba instantáneas en la calle Santa Ana—. Cosas como esta: gente que vive con las puertas abiertas, que no temen enseñarte lo que tienen, aunque sea poco, no se ven en Los Ángeles, donde nací, o en New York”.
Browne llegó al callejón de La Cantoja y se encontró a un hombre que arreglaba su Chevrolet Bel Air de 1955. Le cambió una foto por un beso. “Tú y yo somos iguales, esa es mi filosofía. Yo no estoy tratando de exponerte o de vender tu imagen, sino de fotografiarte con tu dignidad. Las subculturas me resultan muy interesantes. Por eso en estos momentos tengo un proyecto con los basureros de New York. Me subo al carro con ellos y tomo imágenes de su trabajo porque, sin su trabajo, La Gran Manzana sería, quizás, una de las ciudades más sucias del mundo. Eso también es lo que estoy buscando en Cuba: la vida digna detrás de la fachada”.
Para ello prescindió de las guías y otros folletos promocionales cuando trazó su itinerario y prefirió una casa particular para hospedarse.
Aun cuando su trayectoria sume casi una década; aun cuando en su currículum figuren contratos con Google y una licenciatura en Antropología y Fotografía de Bellas Artes en la Universidad de Hunter, sigue viéndose como la niña tímida que solo siente poder cuando está detrás del lente. Tal vez por eso decidió inaugurar su primera muestra personal después de ocho años de labor.
“Lo curioso fue que las imágenes no fueron de los bailarines, actrices, directores o productores que he fotografiado en mi estudio, sino las que hice en Rays Candy Shop, una de las tiendas más antiguas de su tipo en Manhattan, localizada en East Village, propiedad de un hombre de 80 años. Un día empecé a padecer de insomnio, llegué a este lugar y me interesó la variedad de personas que acudían ahí, sus expresiones… Empecé a trabajar desde medianoche hasta las 5:00 am hasta hoy, casi siempre de manera gratuita porque me gusta mucho el activismo social. De ahí nació mi primera expo At Ray´s. Connection is why we are here, exhibida el pasado octubre”.
—¿Qué es lo que ha encontrado en los rostros cubanos?, pregunta OnCuba.
“Historias, muchas historias que me transmiten con su mirada. Dicen que Cuba está cambiando y yo quería verlo con mis propios ojos, pero me parece que a los lugares donde yo voy nunca se ha vivido de una manera diferente. Tal vez los cambios sean en otras esferas o lugares, al menos así lo percibo. Me gusta tomar fotos de niños y gente mayor. Los primeros porque empiezan la vida; los segundos, porque han vivido. Lo tuve claro desde que planifiqué el viaje: no venía a pagar mojitos y bailar salsa toda la noche, sino a descubrir mi propia Cuba. Esperemos que la gente que tan gentilmente me han abierto las puertas y me han permitido tomarle una foto puedan verse plasmados en su misma ciudad. Ya estoy haciendo algunas averiguaciones al respecto, pero eso no depende solo de mí”.
pues que pereza de viaje, en ese caso mejor quedate en tu casa. Gilipollas
“Las subculturas me resultan muy interesantes.” ¡¡¡Qué fracesita!!!
EXCELENTE, CARLOS LUIS!
Ojo: en el contexto de la entrevista el término “subcultura” no se refiere a la condición inferior de la persona que vive en otra geografía, sino a la cultura de un grupo determinado que comparte códigos muy específicos; es por eso que el ejemplo utilizado por la fotógrafa para hacer entender lo que busca en su trabajo es el de los recogedores de basura en la ciudad de Nueva York. Téngase en cuenta que habla con una persona que repara un auto viejo, actividad que –si bien atrae, a ojos de turista, por el aire exótico- si es cierto que forma parte de una sub-cultura.
No me gusta nada esta señora
¿y entonces? Lo único que pude sacar del texto es que los trinitarios somos una subcultura. Sin palabras porque no entendí de que va el artículo. ¿Una famosa fotógrafa en trinidad?
Carlitos. Esperamos más artículos tuyos.
Obviamente el artículo va de alguien que se interesa ver Trinidad desde una manera diferente. Lo dice clarito …se perdía en la Trinidad que no figura en las guías para extranjeros… y es muy bueno que la gente quiera vernos mas alla de lo que somos o de lo que se vende de nosotros al mundo. En cuanto a lo de los mojitos y la salsa es una forma de decir y ratificar eso mismo, bueno es lo que yo percibo como lector porque no soy el autor del trabajo, que visitaba Trinidad pero como una turista diferente.
Buen trabajo y felicidades para el muchacho que lo escribió.