Carlos García recuerda, como si fuera ayer, cuando lo enviaron en 1982 a cumplir su servicio social en la escuela primaria de Cacique, un batey perdido en la geografía cubana, donde basta cruzar el terraplén que divide el poblado para estar lo mismo en Villa Clara que en Sancti Spíritus.
Aquellos fueron tiempos de madrugones para llegar a tiempo a sus clases en el único ómnibus que hacía ese recorrido entre potreros y monte. Mucho monte. Sin embargo, lo que menos imaginó Carlos es que tendría la suerte de ser el preceptor del único pitcher de béisbol en Cuba que ha logrado hasta ahora un juego perfecto: Maels Rodríguez.
Allí, cerca de la bodega donde trabajaba el papá de Maels, estaba la escuelita. Y allí mismo comenzó la amistad con la familia del futuro pelotero, que por aquel entonces apenas levantaba dos cuartas del suelo.
“Yo le enseñé a leer y escribir. Era muy inteligente y avispado. Pero eso sí, lo que más le gustaba era jugar pelota. Cada tarde esperaba que terminaran las clases para hacer sus topecitos con los otros chicos”, comenta Carlos mientras nos busca las fotos que conserva de su ex alumno.
En el Cacique de los años 80 no había muchas cosas que hacer (bueno, realmente en el de hoy tampoco). A unos nueve kilómetros de Nazareno, el lugar más próximo, y sin luz eléctrica permanente, la vida no era fácil; menos, divertida. Quizás por ello Carlos se dio a la tarea de avivar la llamita del deporte nacional que ya ardía en el corazón de aquellos muchachos.
Con más entusiasmo que recursos, formó un equipo con los varones de la escuela, los de cuarto, quinto y sexto grado. Y en esa novena comenzó Maels su historia beisbolera.
No hubo campeonato municipal o provincial donde no participara Carlos y su tropa de Cacique. Aunque muy joven, le sobraba responsabilidad para ir con ellos a cualquier lugar donde se armara un juego de pelota. “Los chicos eran magníficos. Se portaban bien, la verdad, y los padres ayudaban en lo que podían”.
“De Maels, ¿qué decirte?, era muy bueno en todo, lo mismo académicamente que con un bate en la mano. Por eso siempre lo puse en el campo corto. Realmente, aunque tenía un brazo muy certero, nunca se me ocurrió utilizarlo como pitcher. Luego la familia se mudó para Sancti Spíritus y él siguió practicando hasta que formó parte del equipo de la provincia y más tarde del equipo Cuba”.
Pero Carlos se quedó en Nazareno, Villa Clara, y no infartó de puro milagro en los choques entre los Gallos espirituanos y los Naranjas villaclareños. “Por un lado quería que ganara mi equipo, pero por el otro quería que él lo hiciera bien. Te aseguro que mucha gente iba al estadio solo por verlo pitchear y después del juego perfecto, mucho más”.
¡Qué día ese!, él escuchó el partido por radio, aguantando la respiración en la medida que se acercaba el final ¡Ese era su muchacho! Los 27 outs lo llenaron de orgullo. Mucho llovió desde entonces, sin embargo, nada cambió el sentir del maestro ni el cariño recíproco de su alumno.
Al terminar uno de los topes por Japón, Maels pasó por su Cacique natal para mostrarle orgulloso a un colega nipón dónde le habían nacido las ganas de jugar pelota. Fue en ese viaje cuando le dejó una de sus fotos a Carlos y hoy esa instantánea en sus manos es un trofeo que muestra con júbilo a su hijo y a los que pasan por allí y tocan el tema.
A más de 90 millas de sus orígenes, Maels mantiene íntegros sus recuerdos. Vía email nos cuenta que el “maestro Carlitos, como le decíamos, fue de gran ayuda e inspiración, pues a pesar de la distancia entre los dos pueblitos, todos iban a los juegos que organizaba.
“Algunos caminando, otros a caballo, otros en bicicleta, como fuera… En los campos de Cuba lograr cualquier cosa se hace más difícil, pero la motivación de Carlos siempre estaba presente. Realmente, personas como él, que luego casi no se reconocen, han marcado el destino de muchos atletas en Cuba”.
Desde que el alumno decidiera probar fortuna en el norte, la distancia y las complicaciones propias de la vida los han mantenido alejados. Maels no imagina que hoy su preceptor entrena fútbol con los muchachos del barrio, porque es más fácil, basta solo un balón y par de piedras, y Carlos quizás ignora que en algún lugar de Miami uno de sus discípulos más queridos aplica lo que aprendió de él, mientras enseña béisbol a otros niños.
YAMILA ,MUCHISIMAS GRACIAS POR EL TRABAJO ,ESPERO CARLITOS ESTE BIEN EN COMPANIA DE SU FAMILIA , CREO ES MUY IMPORTANTE LO QUE ESTAS HACIENDO, PARA DARLE MERITO TAMBIEN COMO TE DIJE ANTES A PERSONAS QUE POR QUE NO SE CONOSCAN SON PARTE DE LA FORMACION DE GRANDES ATLETAS QUE SALEN DE LUGARES TAN REMOTOS COMO EL PEQUENO PUEBLITO DE DONDE SOY Y POR EL CUAL ME LLAMABAN EL FLECHERO DE CACIQUE, NUEVAMENTE MUCHAS GRACIAS Y QUE DIOS TE DE LA OPORTUNIDAD DE QUE TU CARRERA SIGA CRECIENDO SIN MAS MAELS RODRIGUEZ EL FLECHERO DE CACIQUE
Linda historia y honor a quien honor merece…!!! Los cubanos estamos orgullosos de historias como esta, vi una foto de Yasiel Puig montado en un carretón de caballos y él orgulloso y a estos 2 campeones los felicito por no olvidar sus raíces nunca… Nuestra esencia es lo que nos hace legítimos..!!!
Buen trabajo .gran periodista .son las historias que nos gustan a los cubanos .ese maestro es un orgullo de mi provincia.
Noble profesión la de maestro,siempre los he admirado ,tengo 54 años y recuerdo a cada uno de mis maestros , sobre todo a los de primaria, lastima que no se le brinde la atención que merecen, no sol en cuba ,he estado en dos misiones y me he dado cuenta que no tienen un salario decente y no se les atiende como debe ser.en cuanto a MAELS ,la suette no lo acompaño y fue victima de las lesiones ,lo que no le permitieron brillar en todo su esplendor
No encontraron un lugar mejor para presentar a este «entrenador de fútbol» que no fuera ese pedregal?