“¿Y ahora qué?”, se dijo José A. Figueroa viendo caer el Muro de Berlín desde la Alemania Democrática. Con esa pregunta y una cámara point and shoots para turistas, el artista construyó en 1990 uno de sus ensayos fotográficos. En 2016, la misma pregunta y la misma serie se encuentran con la metáfora de los ciclos continuos, las visiones que tanto en la vida, como en la historia del arte, pudieran parecer finitas, pero en verdad definen únicamente el punto de partida hacia otras (nuevas) realidades.
Las imágenes de Figueroa recontextualizan su significado a partir de lo simbólico: ya no muestran únicamente una caída económica, política y cultural. Más bien se interpretan con el optimismo de una nueva arrancada, al tiempo que sirven como catalizadores para el núcleo conceptual de Interrumptos-Continuos. La alegoría hacia un ciclo que termina y da paso a una perspectiva diferente es construida desde la estética de Alejandro Campins, Humberto Díaz, Francisco Alejandro (JIM), Fidel García, Alejandro González, Tony Labat, Milton Raggi, Fernando Rodríguez y el propio Figueroa.
“Todas las piezas, dice Cristina Figueroa Vives, se conectan en ese sentido: desde la mirada personal, desde la manipulación, o desde el pasado para coincidir en que los fenómenos nunca se detienen, solo se transforman”.
Es así que el más reciente proyecto curatorial del Estudio Figueroa-Vives continúa apostando a la colaboración, mientras discursa a nivel macro sobre la conclusión del ciclo que inciaran en junio de 2014 junto a la Embajada de Noruega. Dos años después –seis exposiciones mediante-, el embajador John Petter, se despide de Cuba y de sus vecinos los Figueroa-Vives. Aunque, según la visión que proponen con esta muestra, “algo siempre debe terminar para que otra cosa nueva y mejor comience. Todo proceso ocurre precedido por un cambio, por una metamorfosis”, afirma Cristina.
Alejandro Campins asume la idea como algo inherente al arte, donde se hace necesario interrumpir ideas o estéticas para retomarlas luego como parte del propio proceso creativo. La obra de Campins tiene que ver con la impermanencia de las cosas, con las transformaciones y las huellas en la historia y la memoria social. De ahí su acercamiento a los sitios abandonados, como el otrora bunker que dio sentido a su pieza en esta exposición, el cual trasladado al lienzo adquiere un nuevo significado. “Se trata de sitios que en apariencia carecen de identidad, pero que forman parte de la continuidad de un proceso. Estos bunkers cuando perdieron su propósito inicial, luego de la Guerra Fría, se convirtieron en esculturas con una apariencia anónima e intrigante. Solo con mirarlos hacen pensar en el imaginario paralelo de lo que fue la Guerra Fría, un proceso interrupto, pero que está todavía ahí gracias a esos restos”, dice Campins.
Lo mismo viendo al futuro, que regresando en la historia y la memoria, analizando procesos políticos o hurgando en las experiencias personales, Interruptos-Continuos demuestra que nada es definitivo. Milton Raggi, por ejemplo, retoma en esta exposición su faceta como grabador, de los años en que ganara el premio La Joven Estampa en la Casa de las Américas, cuando aún era estudiante del ISA. Si pensábamos que de él solo veríamos piezas relacionadas con el mapping, el sonido y los nuevos medios, Milton sorprende ahora con una vuelta a la tradición serigráfica. Habla del desgaste semántico de una frase política y lo representa con el deterioro que aporta la matriz física el proceso serigráfico.
El caso de Tony Labat es diferente. Es el único de estos artistas que vive fuera de Cuba y su obra alude a la migración y el desarraigo. No lo hace, sin embargo, desde aproximaciones evidentes o lineales, sino desde la sutileza de un video tomado a su madre, quien debe iniciar otro ciclo. Primero fue el exilio de Cuba y ahora la inminencia de mudarse a un asilo de ancianos. Sin embargo, entre la tristeza y la nostalgia el artista consigue desatacar, en un modo casi poético, que es ella misma quien tiene la voluntad para decidir y poner límite a sus recuerdos e iniciar esa etapa en su vida.
El Estudio Figueroa-Vives despega en una nueva aventura. Imprimen “bye, bye John” en un abanico hecho a mano y en el catálogo recogen no solo las obras que han seleccionado para la despedida, sino las del resto de las exposiciones. Desde las primeras sogas entrelazadas por Fernando Rodríguez y Humberto González como para estrechar aún más el espacio que divide amabas casas, pasando por las luces de diciembre en Light es Luz, las fiestas durante la Bienal de La Habana y los emprendedores de la nueva Cuba digital en febrero de 2016.
Interrumpen, se despiden, continúan.