Cualquier posible recuento sobre las proezas deportivas realizadas por personas discapacitadas deberá incluir indiscutiblemente los nombres del joven canadiense Terry Fox y del sudafricano Oscar Pistorius.
Terry cuenta con una de las historias más conmovedoras, al recorrer cientos de kilómetros para luchar contra el cáncer, enfermedad que le arrancó la vida. Pistorius, ya forma parte de la posteridad al ser el hombre más veloz del mundo, a pesar de la doble amputación de sus piernas, y el único discapacitado con posibilidades de participar en unos juegos deportivos convencionales, no obstante la polémica que rodea las prótesis transtibiales construidas en fibra de carbono que utiliza para correr.
Pero a esa posible lista usted deberá incluir un tercer nombre: el del tunero Juan Romero Martos, quien también tiene una historia de valentía y disposición para sortear los obstáculos que la vida puso ante él. Este cubano oriundo de Puerto Padre nació con la pierna izquierda más pequeña, justo la mitad de la derecha. Sin hacerle demasiado caso a sus limitaciones aprendió a caminar y más tarde a montar bicicleta.
Juani, como también se le conoce, protagonizó su propia hazaña. El seis de marzo de 1984 comenzó un viaje que lo llevaría desde el Balcón del Oriente hasta La Habana. Cuando lo recibieron en la capital cubana el día 14 de marzo había recorrido 696 kilómetros en ocho jornadas, siempre pedaleando con una sola pierna.
Después de 26 años, Juan Romero Martos, vuelve a vivir desde la memoria aquellos momentos.
Estoy muy contento de recordar aquella travesía. La hice con el fin de luchar contra la carrera armamentista y además por dar mi apoyo a la paz mundial.
La arrancada en todas las carreras es difícil, por lo que supongo que salir de Las Tunas en aquel momento no fue una tarea sencilla, ¿cómo lo vivió?
Fue una de las partes más difíciles porque era el inicio, pero salí a las nueve de la mañana. Me hicieron una despedida todas las personas que estuvieron allí. Y me dieron el ánimo para que yo cumpliera mi meta. Yo estaba seguro de que iba a llegar.
¿Cuáles fueron las etapas más difíciles del trayecto?
Tunas-Camagüey y Camagüey-Ciego de Ávila, porque eran los tramos más largos y el calor agotaba bastante. La recta de Ciego es muy dura, hasta los ciclistas convencionales se sienten el rigor.
Entonces vale preguntarse, ¿pensó en algún momento Juan Romero desistir de la carrera?
Yo nunca pensé en desistir, lo que sí me sentí bastante cansado. Los que me acompañaban en la caravana me dieron muchos ánimos para continuar, sobre todo en el tramo Guáimaro – Camagüey. Yo sabía, yo sabía que iba a cumplir.
En la carrera también contó con sorpresas.
En Santa Clara me dijeron que un familiar mío iba a visitarme y cuando por la mañana me tocaron a la puerta de la habitación era mi abuelo. Fue muy grato, con más de 60 años, me acompañó desde Santa Clara a Colón, en la provincia de Matanzas.
Las exigencias seguían, añadiéndose los tramos de montaña.
Tuve que enfrentarme a la Loma de la Candela de Güines (Provincia Mayabeque). Fue un momento muy emotivo. En la salida, había un señor en una silla de ruedas que me dijo que nunca había podido subir esta loma. Otros ciclistas allí presentes me dijeron que iban a ir conmigo pero que no podría subirla. Detrás de mí rodaba un pelotón de más de 200 personas entre ciclistas y motoristas. Cuando llegué a la cima no sé que se hizo la bicicleta, me cargaron, aquello fue terrible. Dicen que nunca habían visto algo igual. Imagínate esa loma es difícil hasta para las personas con dos piernas.
¿Otro de los grandes momentos?
La llegada a La Habana. El recibimiento fue en el Parque Central. Me esperaban niños, jóvenes, los compañeros de la Asociación cubana de limitados físicos-motores (ACLIFIM), y el pueblo en general. Ese fue un momento inolvidable porque había cumplido.
Si le dijeran: Juan necesitamos que vuelva a ir a La Habana en bicicleta, pedaleando con su única pierna, ¿qué diría?
Estaría dispuesto a ir, en cualquier momento, aunque esté un poquito más cansado pero no agotado.
Juan a pesar de tener una limitación física es un hombre feliz.
Sí, soy un hombre feliz. Quiero decirles a todos los que sufran de una limitación que siempre miren adelante, que no se dejen marginar, que una limitación no influye en la vida de ningún ser humano. La vida hay que seguirla como viene y siempre hay que mirar hacia adelante.
Juan Romero se de graduó como profesor, se casó y tuvo cinco hijos. Aún vive en Puerto Padre en la provincia de Las Tunas. Ya no monta bicicleta como antes, pero todavía se la puede ver pedaleando en el Maratón de la Esperanza Terri Fox que se celebra en todo el país.