Esta cámara con la que trabajo es una minutera de 1913. Con ella se pueden sacar las fotos al momento. Dentro hay un pequeño laboratorio donde se revelan las imágenes. Primero se hace un negativo en papel y luego se retrata ese negativo para obtener una copia positiva, que es la que se lleva el cliente. Yo mismo reparo mi cámara, y hasta he fabricado otras dos que me quedaron muy buenas y andan trabajando por Las Villas. Aprendí muy bien este oficio leyendo libros que compraba en las librerías, y con ayuda de algunos amigos.
Mi nombre es Abundio Alberto Pagés Ortiz. Nací en Marianao, el 11 de julio del 47, pero me crié en Guanabacoa. Antes de ser fotógrafo fui albañil. Comencé en el año 1985. Vivía entonces en la calle Industria, en una casa donde los fotógrafos guardaban sus cámaras. La dueña de la casa me embulló y así me metí en esto. Estuve aprendiendo tres meses, y luego me vine a trabajar a los parques. Llegué a tener un laboratorio en Guanabacoa, pero la mayor parte del tiempo la pasaba trabajando con la cámara.
Aunque a quienes más les gusta retratarse conmigo es a los extranjeros, muchos cubanos también quieren tener tan singular recuerdo. A los orientales que vienen a La Habana, a quedarse o a pasear, también les gusta hacerse un retrato, para tener constancia de que estuvieron en la capital. Con mi cámara hasta puedo hacer montajes fotográficos.
Siempre trabajé aquí, en los alrededores del Capitolio; después de 1990 la cosa se puso mala y tuvimos que buscar cómo sobrevivir porque no había dónde encontrar material fotográfico. Estuve seis años sin tocar la cámara, hasta que apareció con qué trabajar. El papel y la química los consigo mediante amigos que viven en Alemania, en Europa.
A mi hijo le estoy enseñando el oficio, no porque vaya a morir porque yo voy a ser eterno, sino para mantener una tradición. Él trabaja como ayudante mío y va aprendiendo poco a poco.
Recuerdo, sobre todo, los tiempos en que hacía fotos de carnet. Tenía que mover el chasis de la cámara para poder hacer las cuatro copias que se necesitaban. Eso fue entre los años 1987 y 1990. Por entonces, el verano me lo pasaba en la playa de Guanabo tirando fotos. Había y hay que trabajar duro porque este bicho pesa cantidad.
En 1987 los fotógrafos de cajón, como yo, aparecimos en el documental Quietos… Ya. Nos filmaron aquí mismo, en el Capitolio. En aquellos tiempos éramos nueve fotógrafos, ahora solo quedamos cinco.
Yo he retratado hasta artistas norteamericanos. Han estado aquí de paseo y han querido tomarse fotos conmigo. Ahora mismo no me acuerdo de sus nombres, pero son cantantes famosos.
Esta profesión es muy bonita y la foto es duradera. Pero fíjate, si mañana me regalan una cámara digital, la cojo con felicidad. De todas maneras, si te soy sincero, me gusta seguir tirando con mi camarita de cajón, que me da los frijoles.